A esta planta ornamental la llaman así porque abandona a sus hijos una vez los producen en el borde de sus hojas.
El nombre de la planta ‘malamadre’ hace referencia de muchas mujeres que abandonan o descuidan a sus hijos sin importar la suerte que corran. Se interpreta como una metáfora de distanciamiento, pese a que es su forma natural de reproducción.
La planta produce pequeños hijuelos o brotes en el borde sus hojas, que al crecer cuando llegan a cierto tamaño se desprenden, caen al suelo, y se establece como nuevas matas independientes, como si “expulsara” a sus crías.
En contraste, en otros países es conocida como ‘lazos de amor’ o ‘cinta’.
Originaria del sur de África, esta planta ha logrado conquistar hogares y jardines alrededor del mundo gracias a su resistencia, adaptabilidad y facilidad de reproducción, lo que ha contribuido a su gran popularidad para adornar los interiores.
Los colores de sus hojas adquieren matices verdes, blancos, crema o amarillo en función de la variedad.
Aunque similares en cuanto a su porte y follaje, existen diversas variedades de ‘malamadre’. Entre las más conocidas y las que se suelen cultivar como planta de interior, están: Chlorophytum comosum Variegatum: de hojas largas y verdes en el centro y con bordes finos de color blanco. Chlorophytum comosum Lanigerum: de hojas más pequeñas, no tan largas, cubiertas de una especie de pelusilla.
Sin duda, su principal atractivo es su valor ornamental. Sus hojas largas, arqueadas y a menudo en tonos verdes y blancos, aportan un toque fresco y elegante a cualquier espacio.
En la medicina tradicional, se le atribuyen propiedades calmantes y se ha utilizado para tratar problemas respiratorios leves. Así, esta planta no solo embellece, sino que también contribuye a mejorar la salud y el bienestar de quienes la rodean. Para disfrutar de los beneficios de esta planta, sus hojas se pueden preparar en té o infusión.