Juan Alejandro Tapia
Columnista / 10 de agosto de 2024

Los dos años de Petro

Para bien o para mal, Gustavo Petro Urrego llegó a la presidencia de la República a cambiar la historia del país. Su principal logro ha sido ese: demostrar que la izquierda puede ascender al poder por la vía democrática. A partir de ese hecho, que se materializó el 7 de agosto de 2022 al juramentarse en la Plaza de Bolívar, es poco lo que le reconocen sus críticos.

Petro no solo es el primer presidente de izquierda en la historia de Colombia, también el más polémico. Desde su estilo de gobernar, a través de la red social X, hasta su falta de respeto por el protocolo de un Jefe de Estado, ha sido duramente cuestionado. Su mala relación con la prensa fue evidente desde el primer día de su mandato y parece que no va a cambiar.

Los medios de comunicación de los conglomerados económicos lo atacan día a día, y él siente que los periodistas al servicio de los empresarios más ricos de Colombia han torpedeado su gobierno.

Al llegar a la mitad de su mandato constitucional, el principal temor de sus críticos es precisamente ese: que no sea la mitad y que Petro pretenda atornillarse en el Palacio de Nariño. Su propuesta de convocar a una Constituyente despierta recelo ante la posibilidad de incluir la reelección o una extensión de sus cuatro años en la silla presidencial.

En estos dos años ha tenido que luchar contra los escándalos de sus más cercanos colaboradores, Laura Sarabia y Armando Benedetti, quienes lo ayudaron a ganar las elecciones. A ellos los botó del gobierno y los trajo de nuevo. Sarabia es su mano derecha y también la izquierda. Es todo. Incluso, los críticos de Petro afirman que ella es el presidente en la sombra.

El proceso judicial contra su hijo Nicolás echó agua sucia a la financiación de la campaña presidencial y llevó a Petro a decir que «yo no lo crié». El defensor del cambio en las costumbres políticas, el adalid contra la corrupción, tenía la infección en casa y no la había visto. Ha sido la constante en su gobierno: el enemigo interno, como sucedió con la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo (Ungrd), banco particular para girar recursos a los congresistas.

La ‘Paz Total’ es su gran deuda, hasta ahora. Como antiguo militante del M-19, Petro vendió la idea de que conseguir la paz con el Eln y las disidencias de las Farc sería más fácil con él al frente de las negociaciones, y los hechos han demostrado lo contrario.

Su ambición lo llevó a buscar diálogos con bandas criminales dedicadas al narcotráfico, herederas de los paramilitares, y abrió tantos frentes que no ha podido con ninguno. Ahora intenta acercarse al Clan del Golfo y espera que el exlíder de las autodefensas, Salvatore Mancuso, nombrado gestor de paz, le dé una mano.

El hecho de haber nacido en la Costa, concretamente en Ciénaga de Oro (Córdoba), no ha representado mucho para esta región. Petro ha sido tan distante como los presidentes ‘cachacos’, incluso más. Dejó perder la sede para Barranquilla de los Juegos Panamericanos de 2027 por no entregarle recursos al alcalde de esta ciudad, Alejandro Char, uno de sus grandes contradictores. Tampoco ha conseguido aliviar el yugo de las empresas Aire y Afinia con sus tarifas de energía.

El apoyo y respeto que no ha logrado en Colombia, sí lo ha recibido en el exterior. Su visión sobre el narcotráfico y el problema de las drogas en general, la conservación del medio ambiente y el desplazamiento de migrantes lo ha convertido en un líder global. Fue una apuesta arriesgada tomar partido a favor de Palestina tras el ataque terrorista de Hamas a Israel, en octubre de 2023, pero su posición tomó fuerza y el mundo ha puesto sus ojos en el genocidio de Gaza.

Su mayor logro en dos años de desencuentros con los congresistas ha sido la aprobación de la reforma pensional, que puede ser ‘tumbada’ por la Corte Constitucional. Quedan pendientes las reformas a la salud y la laboral, como queda pendiente casi todo en su gobierno a solo dos años de terminar.

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