Dicen que la felicidad es un estado de ánimo, un estado emocional de una persona feliz, sensación de bienestar que sentimos cuando alcanzamos nuestras metas, deseos, propósitos.
Si observamos los niños, ellos son felices corriendo en un parque, jugando con un animal, saltando con las olas del mar, se carcajean, ríen y dicen lo que piensan. Así lo define la doctora Brenda Ivette García Ayala.
Tal vez yo pensaba que al lograr las metas se era feliz ; tener un buen carro, casa propia y ser un excelente profesional, pero, cuando se madura, tener salud un hogar e hijos sanos también es un logro para ser feliz.
Posteriormente ver crecer nuestros hijos, observar cómo se hacen profesionales, cuando descubrimos lo que es ser abuelos, es una bella extensión de la felicidad.
La pregunta que me hago cada día es, ¿existe un camino que garantice ser feliz? ¿es posible alcanzar la felicidad y atesorarla, o solo se puede aspirar a momentos felices?
Me atrevería decir que se trata de algunas de las preguntas que todos, alguna que otra vez nos hemos planteado, ya que la felicidad siempre ha sido una de las metas más añoradas por el ser humano .
Pienso que la psicología positiva, y su énfasis en la búsqueda de bienestar, la felicidad ha vuelto a cobrar protagonismo.
El Eudenismo, era una corriente filosófica que planteaban los griegos, hablaban de la autorrealización, alcanzar metas, una armonía con el alma.
Otro grupo de filósofos afirmaban que valerse por sí mismo era el significado de la felicidad, hay corrientes que hablan de la felicidad como una actitud mental.
Pero en mi concepto humilde, sencillo, lo más cercano de la felicidad es la tranquilidad, al acostarse y recostar tu cabeza con la almohada, saber que te respetan y además que respetas al prójimo, tener salud, un hogar, amigos, un plato en la mesa, hijos sanos y …¡un buen libro para leer!