Vista aérea de Matrimandir, el “templo de la madre”, una estructura dorada que se eleva como un edificio de nueve pisos. (Internet)
En Auroville, al sur de India, conviven 3.300 personas de 52 países diferentes. Lograr la unidad y la armonía es la meta de sus habitantes.
Al sur de la India hay una urbe que se describe a sí misma como “una ciudad que le pertenece a toda la humanidad”, que está en constante búsqueda de la educación infinita y la unidad humana y que cuenta con el apoyo de la Unesco y el reconocimiento del Gobierno indio como una «ciudad cultural internacional».
Esa ciudad se llama Auroville, la ‘ciudad de la aurora’, que se erige al sur de la India sobre una explanada de 2.000 hectáreas, ubicada a 17 minutos en carro de Puducherry, un antiguo asentamiento francés que se destaca por sus villas de estilo colonial y por sus elegantes tiendas de moda. Está habitada por 3.300 personas de 52 países diferentes, de los cuales cerca del 50% son indios y un 20% son de nacionalidad francesa.
Se trata de una urbe única en su tipo, concebida como un experimento social y espiritual, ideal para la experimentación ecológica y el urbanismo sostenible. Allí no hay dinero en efectivo, gobierno, ni religión y se acoge a personas de todas las nacionalidades,
Auroville fue fundada en febrero de 1968 por la líder espiritual Mirra Alfassa, conocida como ‘La madre’, quien nombró la ciudad en honor al filósofo indio Sri Aurobindo, quien fuera su compañero espiritual.
En esta ciudad la construcción más importante es el Matrimandir, o ‘Templo de la madre’, una estructura dorada que se eleva como un edificio de nueve pisos. Es un santuario de meditación representativo del núcleo espiritual de la ciudad.
Una de las características principales de Auroville es que no existe el dinero en efectivo. Los residentes reciben un salario mensual equivalente, alrededor de 225 dólares, sin importar a que se dediquen. Las transacciones se realizan a través de cuentas comunitarias, y la propiedad privada no existe: los residentes ceden sus bienes a la comunidad.
En esta singular ciudad el trabajo colectivo es fundamental y los residentes han transformado un desierto en un bosque plantando más de tres millones de árboles.También, se esfuerzan por ser autosuficientes, cultivando el 50% de sus alimentos y utilizando energías renovables.
La página web de Auroville explica, en cuanto a la religión, que si bien allí no hay religiones, se espera que los habitantes de Auroville lleven una vida “espiritual”. “Si bien se respeta las religiones y no tiene nada en contra de su práctica, dividen a la gente del mundo, mientras que nosotros solo estamos interesados en la unidad”, manifiestan.
Asimismo, la política tampoco está bien vista. Esta comunidad internacional utópica busca ser un lugar de unidad y armonía humana. Auroville no tiene partidos políticos y funciona bajo un sistema de autogestión colectiva.
La ciudad se organiza con comités y grupos de trabajo que se encargan de diversas áreas como la educación, la economía, la salud y la infraestructura. Las decisiones se toman a través de procesos de consenso y participación democrática.
El trabajo colectivo es fundamental en este lugar. Los habitantes transformaron un desierto en un bosque mediante la plantación de más de tres millones de árboles.
Si bien la meta era que la ciudad tuviera 50.000 residentes, lo cual no se ha logrado, cada año se instalan allí cerca de 100 personas, que llegan atraídas por sus valores ecológicos y espirituales. Es un gran experimento para quienes busquen nuevas formas de supervivencia humana.