Patricia Escobar
Columnista / 15 de mayo de 2021

El foco

En estos días, cuando se supone gozamos de más tiempo para leer, escuchar, ver y analizar, pareciera que muchos perdemos fácilmente el foco.

Hace poco leí que “nuestra capacidad de atención está disminuyendo, pero el enfoque es un músculo que se puede desarrollar si se trabaja en él. El humano promedio tiene una capacidad de atención de ocho segundos, menos que la de un pez de colores, según un estudio del 2015 de Microsoft. Ese número se ha reducido con los años debido a nuestra conexión digital y al hecho de que el cerebro siempre está buscando lo que es nuevo y lo que sigue”.

Pero mi inquietud va más allá del “foco físico” o de la posibilidad de tener la atención dirigida hacia un solo punto. Mi inquietud tiene que ver con que, por actuar muchas veces como borregos, no afrontamos las cosas como debe ser para lograr objetivos.

Voy a referirme a un caso concreto: las protestas de los últimos días en Colombia.

Si le preguntamos a la gente en la calle, es posible que la mayoría diga que las protestas comenzaron con el objetivo de “tumbar” la Reforma Tributaria que maquillada con otro nombre más sugestivo, había nacido muerta, pero muy seguramente la mayoría de esas personas, no conocen los detalles de la misma, cómo los afectaría si hubiese pasado, y mucho menos si eran sujetos de la misma. Gran parte de los marchantes son jóvenes sin trabajo, por lo tanto, no tributan, y venezolanos que tampoco tributan. Pero se agradece el apoyo.

Si el foco era la Reforma y la reforma fue retirada, el foco entonces ya no existía. Bueno, o pudo cambiar. Y puede que haya cambiado. Ahora se exigía algo casi imposible de lograr como era la renuncia del Presidente. ¿Cómo se logra?, ¿qué implica?, ¿bajado del trono, quién lo asume? Vuelvo y afirmo, el 90% de quienes piden esto no saben estas respuestas o no tienen claro sus implicaciones. Sólo repiten como borregos, “abajo Duque”.

Después, las motivaciones del paro se convirtieron en peticiones y exigencias diluidas en una serie de arengas indescifrables como la que le lanzan al mismo pueblo, pero ejerciendo el oficio de Policía, diciendo a sus compañeros “estudien porque si no, se quedarán para policías. Eso al lado de la exigencia por el respeto, que no muestran, hasta querer la suspensión de dos partidos de fútbol en Barranquilla, o la atención a indígenas en el Valle del Cauca.

Para mí, cualquier petición argumentada es válida, como creo que son válidas las marchas y las protestas. Pero no estoy de acuerdo, por nada del mundo, con los actos irracionales y vandálicos, como tampoco estoy de acuerdo con que se pierda el foco, porque al hacerlo, las buenas intenciones de las protestas y marchas quedan relegadas.

En Colombia están dadas las condiciones para marchas masivas. Condiciones que vienen de años atrás pero que se agravaron y visibilizaron por la pandemia y por las decisiones de nuestros gobernantes alejados, todos, de las realidades que se viven en las calles. Sin embargo, el foco en estos últimos días ha cambiado constantemente con resultados que ya comenzamos a ver: rechazo de muchos de los que estaban de acuerdo con ellas, las protestas, por los excesos de violencia desde todos los frentes; la inexistencia de auténticos líderes reemplazados tras bambalinas por los politiqueros de siempre, y lo peor, un desgaste que terminará por romper lo poco o mucho que se ha logrado.

Adicional a esto, ya nadie habla de la desaparición de la niña Sara Sofía, ni de los procesos de paz que lleva la JEP, ni de las investigaciones sobre corrupción, ni de las falencias en los procesos de vacunación. Aquí, que poco seguimiento hacemos a las cosas, nos hemos olvidado de hacerle seguimiento al actuar del Congreso en todo lo relacionado con la pandemia y a su falta de solidaridad y empatía, nos hemos olvidado de hacerle seguimiento a los contratos millonarios para la repartición de alimentos a los niños en etapa escolar en época de Coronavirus, nos hemos olvidado de confrontar a las empresas de servicio que, con nadadito de perro, han aumentado las tarifas de los deficientes servicios que prestan. Aquí nos hemos olvidado de todo para protestar sin tener claro por qué y para qué protestamos ¿Cuáles son las consignas que nos unen?, ¿cuáles son las metas que queremos alcanzar?, ¿cuál debe ser nuestro foco? Todo esto produce dolor. Dolor de patria.

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