Sonia Gedeón
Columnista / 19 de diciembre de 2020

Estar juntos, el mejor regalo

La Navidad se decora, se ilumina, se viste de gala, se regala, se canta, se comparte y se celebra. Gente de todas las edades y culturas encuentran en la Navidad un pretexto para expresar sentimientos de amor, gratitud y fe. En este 2020, la Nochebuena, a pesar de las circunstancias y las restricciones de autocuidado que acaban con la espontaneidad, más no con el afecto, será toda una experiencia de vida. El protagonista, el tapabocas.

Con o sin la imagen de Santa, rojo o negro, N95 o como más seguro se sientan, la principal prenda de vestir es el tapabocas. En esta Nochebuena, lo importante será vestir el corazón de alegría, bombearle positivismo, llenarlo de gratitud, colorearlo de esperanza e inyectarle grandes dosis de amor, que nos permitan dar gracias por el hoy, con una gran fe en que pronto nos volveremos a encontrar.

Ese volvernos a encontrar que tanto anhelamos, sin tapabocas, para reconocernos en las sonrisas; en los abrazos; en las tertulias sin mirar el reloj; en la libertad para desplazarnos; en el compartir sin miedo al contagio; en el acercarnos con confianza a los ancianos y a los niños con el afecto de siempre, son parte de los anhelos que nacen en lo más profundo del corazón.

Este año, de innumerables lecciones, nos ratifica que la vida esta llena de momentos. Que para vivir bien lo más importante es escuchar tu propio cuerpo, ese que te dice que sin salud no hay presente y al que agrego que sin agua no habrá futuro. Resulta irónico. Hace unos meses nos pedían que usáramos el agua racionalmente; hoy nos piden que nos lavemos las manos cada dos horas, mientras los grandes conglomerados del mundo les ponen el ojo a los recursos hídricos y ahora el agua no solo se vende en bolsa, sino que también se cotiza en bolsa, y no en cualquier bolsa. En la de Nueva York.

A la vuelta de la esquina, la Nochebuena llega y, con ella, los pavos, los perniles, los pasteles, los turrones y todas esas delicias propias de la temporada festiva llenarán las mesas. Las familias juiciosas se reunirán en sus círculos íntimos, los amigos festejarán por zoom, teams y todo lo demás, más lo que ciertamente cuenta para no lamentar después es el autocuidado.

En la lista de deseos, imposible no incluir una oración de acción gracias para que alrededor del pesebre, como bien dice el villancico “Noche de paz, noche de amor…” solo reine la paz y la armonía, el mejor de los regalos que todos podemos recibir, en un año donde hemos aprendido a vivir ligeros de equipaje, a mirar hacia adentro, a reinventarnos en nuestras rutinas diarias, a superar las barreras tecnológicas y actuar con solidaridad pensando en el bien común.

Santa Claus, Nicolás o Papá Noel usará tapabocas para darnos ejemplo de buena conducta y en su trineo tirado por sus ocho venados Dasher, Dancer, Prancer, Vixen, Comet, Cupid, Doder y Blitzer, todos visionaremos un cargamento de vacunas que no solo esperamos nos devuelvan la libertad, sino que con ella termine la terrible pesadilla, pues soñar no cuesta nada y nos alimenta el espíritu.

Sueños que mantienen viva la ilusión de sobrevivencia, de volver a celebrar sin cuarentena previa, sin límite de personas y sin toque de queda.

Mientras todo pasa, abramos el corazón y permitamos que la magia de la Navidad inunde nuestros días.

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