En las escaleras del García con Patacón, un golden irish de 2 años.
Estar cerca de todo, poder llegar caminando a la plaza de Mercado y la facilidad de conseguir transporte a toda hora, entre otras, hacen parte de las bondades de residir en el corazón de la urbe.
En las grandes capitales del mundo, vivir en el distrito central es símbolo de clase, distinción y da estatus. La tendencia es creciente en muchas ciudades, sobre todo entre las nuevas generaciones que dan gran valor a la arquitectura, las facilidades de movilidad, la cercanía con el comercio, la vida nocturna y a esa inyección de vida que da el poder conectarnos con el corazón palpitante de la modernidad.
Cartagena no fue ajena a ese fenómenos, pues hace varios años el Centro Histórico se volvió el lugar más selecto y costoso para vivir, dado que empresarios y personalidades de la vida nacional escogieron ese lugar para vivir, pasar largas temporadas o, al menos, para invertir y rescatar las joyas del llamado Corralito de Piedra.
Barranquilla no se queda atrás y cada vez son más los que deciden mudarse al Centro o a sus alrededores, en edificios que han sido muy bien conservados, o en algunos casos rescatados como lugar de habitación. Edificios como El Legado, el Fuscaldo o el García, por ejemplo, son una prueba de ello. Para la muestra, estos tres casos:
José Esteban Rol0ng se radicó en inmediaciones del Centro hace 6 años, tras dejar su casa paterna en el barrio El Carmen. Quería estar cerca del trabajo –en ese momento en la Secretaría de Comunicaciones de la Alcaldía Distrital– y estar cerca de todo, dice.
“Pero más que eso, yo quería vivir la experiencia del Edificio García”, dice, refiriéndose al emblemática construcción de estilo art deco, ubicada en la esquina de la calle 47 con carrera 45, en Barranquilla. La estructura, de siete pisos, es uno de los tesoros arquitectónicos de la capital del Atlántico, y fue terminada en 1939 por el renombrado arquitecto cubano Manuel Carrerá.
“La experiencia ha sido espectacular, mejor de lo que esperaba. Creo que es el lugar más tranquilo que existe en Barranquilla. Llegué lleno de expectativas, porque me decían que había fantasmas, animales, y todo ha sido mentira. A la gente puede darle miedo el ascensor, que es viejo, pero la verdad es muy seguro”, cuenta.
Dice que una cosa que no cambia es la vista, especialmente ahora que la Plaza de la Paz fue remodelada. Lo otro es la posibilidad de irse a pie al Centro, y llegar caminando al mercado, cosa que disfruta mucho, sobre todo cuando va con su papá.
Jazmín De la Cruz vive desde hace 26 años en el cuarto piso del Edificio Fuscaldo, en la calle 44, entre carreras 41 y 43, el cual cuenta con nueve apartamentos por piso, en su mayoría habitados. Allí llegó al año de casada con Arturo Uribe, tras haber logrado la aprobación de un crédito bancario para comprar vivienda. “Empezamos a buscar y este fue el que ajustó a lo que teníamos”, dice esta profesional de la hotelería.
Al principio era un aparta-estudio amplio, de 49 metros cuadrado, más una enorme terraza en la azotea. Posteriormente la pareja lo amplió, cuando nacieron sus hijos Natalia Andrea y Michel. “Al comienzo no fue fácil amañarse, porque temía la soledad, los ladrones, los locos, pero con el tiempo nos dimos cuenta que no era tan así”.
Para ella lo mejor en todos estos años ha sido el tema de la movilidad y la cercanía con el comercio. “A cualquier hora hay taxi, tenemos el Transmetro a una cuadra y buses por montones. El aseo pasa dos veces todos los días. Tenemos cerca centros comerciales, almacenes, el Mercado. Llegamos caminando a todas partes”. Dice que lo menos agradable es la soledad de las noches y la falta de oportunidades para hacer vida nocturna.
Finalmente señala que aunque su hija quisiera mudarse, su esposo en cambio no quiere salir del Centro. ”Yo también estoy amañada; este es mi barrio, ya nos conocen y me siento segura y tranquila”, dice.
Como un “sueño hecho realidad” califica el publicista Fernando Vengoechea los nueve meses que lleva viviendo en el García. “Desde niño admiraba el edificio y siempre que pasaba con mis papás le veía diferentes formas. En esa época sentía el sector como un poco inseguro, pero con la remodelación de la Plaza de la Paz le cambió la cara”, dice.
Destaca el hecho de que hoy pueda salir a caminar hasta la carrera 50, incluso a media noche sin ningún problema, por la cercanía con el Banco de la República y por la vigilancia 24 horas en la Plaza de la Paz.
“Una de las grandes razones por las que decidí mudarme para acá es que queda cerca de mi nuevo trabajo en El Heraldo, que está a dos cuadras. Pienso que si uno quiere que una ciudad sea inteligente y eficaz debe tratar de tener todo a la mano de donde vives. Para mi esta ha sido la solución”, explica..
Entre las cosas que Fernando valora de vivir en ese céntrico sector está el tener un centro comercial y un supermercado muy cerca; el Centro a un paso y la Murillo a un par de cuadras, entre otras facilidades. “He disminuido el uso de mi carro en un 80%, porque casi todo lo hago caminando, así que además me ha significado un ahorro”.
En cuanto al edificio, dice que como persona que valora la cultura, el patrimonio y los espacios, siente que el sector y el edificio son privilegiados. “Los acabados son envidiables y los apartamentos de techo alto muy frescos. Es un honor convivir con este gran legado”, dijo finalmente.