Patricia Escobar
Columnista / 21 de noviembre de 2020

¿Medidas para algunos o para todos?

Cuesta entender las medidas que se imponen con el rótulo de ‘cuidados ante la pandemia’. Muchas no son coherentes y no están en armonía.

Un caso claro son los aeropuertos. Acabo de vivir una experiencia en los de Barranquilla y Bogotá, donde por necesidad extrema tuve que utilizarlos.

Previo al viaje, los protocolos son aplicables. Todo, hasta el ticket para abordar, puede hacerse a través de las redes, a pesar de que se caen y son lentas, y muchos usuarios no han aprendido a usarlas.

Llegas al aeropuerto con dos horas de antelación para vuelos nacionales, te toman la temperatura, averiguas la sala de espera y allí comienza el caos. Las sillas imposibilitadas para usarse, para mantener el distanciamiento, se respetan, pero… la afluencia de viajeros obliga a las aglomeraciones. Todo el mundo busca donde ubicarse, cerca de las paredes, en los ventanales, frente a los negocios que están funcionando. El gentío, sobre todo en El Dorado, es evidente.

Cuando abordas, te das cuenta de que los aviones van a tope y lo único que indica que estamos “en pandemia” es que no te dan ni una gota de agua.

Pero lo peor es desabordar. Se hace por línea de sillas, con toda la lentitud del caso para que al final se den nuevas aglomeraciones en los pasillos que conducen a la zona de entrega de equipajes. Es tan lento que, cuando llegas, sobre todo al Cortissoz, las maletas ya las han bajado de la cinta transportadora y las encuentra uno arrumadas en el suelo, donde los pasajeros se abalanzan para buscar cada uno la de ellos. Nuevamente, contacto cercano, muy cercano.

Y después viene el transporte público. Antes de abordar tú ves a los conductores reunidos hablando sin tapabocas o con el tapabocas mal puesto. Se suben al carro y no se lavan ni desinfectan las manos!!!!!!

Incoherentes son también las prohibiciones de reuniones de más de 50 personas para particulares, cuando se presentan actos públicos sin ningún distanciamiento. O las aglomeraciones en los establecimientos financieros o bancarios a los que nadie los obligó a tener horarios extendidos, o en los supermercados que creen que poner al celador a tomar temperatura es cumplir con los protocolos de seguridad.

Sí, yo entiendo que la protección prioritariamente debe ser individual, la autoprotección es la mejor vacuna, pero en un mundo que aparentemente ya está abierto, también debe vigilarse que los grandes negociantes cumplan las normas.

Por último, a estas incoherencias sumémosle las  “injusticias”  que se han cometido contra algunos sectores, siendo el más golpeado el de los eventos y el entretenimiento. Hace un mes y medio se abrieron 30 bares en un piloto que no ha permitido, a pesar de los buenos resultados, que abran otro centenar de bares, muchos de los cuales ya invirtieron en las costosas medidas de seguridad y han presentado los mismos protocolos de sus colegas.

Evitar la propagación del virus es responsabilidad de todos, pero la normatividad debe ser también para todos, la equidad no puede dejarse atrás, la universalidad y la igualdad no la debemos olvidar. Ojalá la pandemia no siga siendo una excusa que agrave la desigualdad en nuestro país.

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