Un confesonario es un pequeño habitáculo aislado usado para el sacramento de la reconciliación en la iglesia católica.
Cada vez son menos las personas que acuden a un sacerdote para cumpir con el sacramento de la confesión. ¿A qué se debe esto?
Contrario de lo que parece o de lo que se creyera, hoy día el fiel católico sigue asistiendo a confesarse con un sacerdote. Pero no con la frecuencia como lo hacían nuestras tías o abuelas.
Sin embargo, es mucha la gente deseosa y necesitada de que la escuchen y de sanarse espiritualmente, de encontrarse con Dios y consigo misma.
La confesión es el sacramento en el cual, por medio de la absolución del sacerdote, recibimos el perdón de nuestros pecados si nos confesamos arrepentidos.
“Yo pertenezco a la Pastoral Arquidiocesana de escucha y es mucha, pero mucha la gente que tiene deseos de ser escuchada”, comenta el padre Edward Utria, en un receso que tuvo en medio de una jornada de confesión en el templo Santa Bernardita de Barranquilla.
“Tengo tantos grupos para confesión, que yo solo no doy abasto”, asegura el sacerdote.
Dice que es tal la necesidad y de las personas de confesar sus culpas, que a nivel mundial los psicólogos reconocen la importancia de la confesión como proceso de sanación de las personas. Luego de confesrar los pecados, el sacerdote le da a esa persona una penitencia que puede ser una oración o acción destinada a unir sus sufrimientos a la Cruz de Cristo.
«Además, consideran que uno de los mayores valores que tiene la iglesia católica es el sacramento de la confesión, reconciliación o perdón. Esto porque le permite al alma, la mente y el corazón descansar, purificarse hacer catarsis interior».
“Al saber o sentirse perdonado por Dios, por el otro y por sí mismo le permite a la persona sanarse interiormente, y sanar el alma es lo que nos hace falta en estos tiempos”.
Considera el religioso que si bien hay mucha gente que se confiesa, es muy probable que existan muchas otras que no lo hacen, y en ocasiones es por causa de los mismos sacerdotes que no propician esos espacios por las múltiples ocupaciones que les toca asumir.
Pero también, considera el religioso, que puede deberse al hecho de una falta de logística de horarios y días en las agendas de las parroquias que no permite que estos espacios fluyan y se vayan perdiendo esas costumbres o prácticas.
“A veces son las 10 de la noche y me llaman personas a preguntar si se pueden acercar porque trabajan y es la hora que tienen disponible. Por lo general, son médicos y ingenieros que laboran por turnos. Entonces yo creo que si nosotros como sacerdotes propiciáramos más estos espacios hubiera más personas dispuestas y entregadas a este sacramento de la reconciliación”.
Estima que «es innegable la falta de fe en muchas personas que se alejan cada vez de Dios creyendo que se distancian de una creencia, en medio de una rebeldía, y no se dan cuenta que se están alejando de ellos mismos, porque cuando una persona que no le dedica tiempo a Dios no se está sacando tiempo para sí mismo».
Y en este punto están muchos jóvenes que quizás por su rebeldía u ocupaciones con tanta información que les llega de todas partes, en especial de la redes sociales, viven alejados de Dios, de la fe de la Iglesia.
Si bien hay jóvenes deseosos y necesitados de encontrarse con algo más allá de su conocimiento, de encontrarse consigo mismo o de ese algo que les hace falta, pero que desconocen, muchos han optado acercarse a la iglesia; pero hay muchos que el último camino que buscan es Dios. Es una preocupación que existe y a la que hay que trabajarle, según el sacerdote Edward Utria.