En el Mes del Amor y la Amistad, un vistazo a las historias de entrega y sacrificio de estas mujeres que estuvieron detrás de tres de los más grandes artistas del Caribe colombiano: Rafael Orozco, Jorge Oñate y Joe Arroyo.
Mary Luz Alonso, Nancy Zuleta y Clara Cabello son tres mujeres que a pesar de sus diferencias tienen varias cosas que las destacan y que, de alguna manera, las unen y las hacen grandes en su intimidad.
Todas estuvieron casadas con artistas, pero no con cualquier artista. Fueron las compañeras de vida de algunos de los más grandes exponentes de nuestra riqueza cultural y musical. Joe Arroyo, Jorge Oñate y Rafael Orozco dejaron huella, y aún hoy, después de haber fallecido, siguen siendo importantes, siguen siendo referentes musicales para las nuevas generaciones.
Ellos, nuestros artistas, han sido únicos, pero sus compañeras de vida -algunas más conocidas que otras-, también lo fueron y lo siguen siendo. Sus historias de vida en común comienzan con la admiración a un ídolo del momento que se convierte en un amor eterno. Un amor que es casi veneración permanente, que lleva implícito la fortaleza guerrera para afrontar la difícil tarea de ser el apoyo silencioso de un grande de la música.
Han sido vidas de entregas, de grandes sacrificios, de mucho amor. Vidas privadas que se conocieron no por las redes sociales, porque no existían cuando esos artistas estuvieron en su esplendor y mucho menos cuando iniciaron sus carreras. Sus grandezas se conocieron porque los mismos artistas, en varias oportunidades y a través de canciones, se las contaron al mundo.
Mary, Nancy y Clara no son las únicas ‘grandes’ detrás de un grande, pero sí son valiosas representantes de un amor lleno de admiración por el hombre que les cambió la vida para siempre. A propósito del Mes del Amor y la Amistad, MiREDVista las contactó para que rememorar detalles de su excelso amor.
CLARA CABELLO Y RAFA OROZCO, AMOR HASTA LA ETERNIDAD
Treinta años no han logrado borrar el inmenso amor y admiración que Clara Cabello sintió y siente por Rafael Orozco, una de las más bellas y sentidas voces del vallenato en todos los tiempos.
Esos años de ausencia casi duplican los 16 del gran amor que se profesaron prácticamente desde que se conocieron en Urumita, en el sur de La Guajira. Un hermano de Rafa estaba casado con una hermana de Clara, y él podía llegar a la casa como el cuñado, pero ninguno podía confesar el amor que sentía. Ella, porque era menor de edad, y él, porque primero quiso conquistar la familia y demostrar que ser cantante no era ser una mala persona.
Tuvieron un año largo de noviazgo «bonito”, según lo expresa con inmensa dulzura Clara. “Un noviazgo lleno de flores, de detalles, de papelitos, carticas, mensajes”, hasta que Rafa lo hizo público con la canción La Creciente, en la que dice que Ya llega la mujer que yo más quiero/ por la que me desespero/ y pierdo la cabeza… Y de una lanza el nombre.
Eso fue en el año 76. El 5 de marzo de 1977 se casaron y tuvieron tres hijas que también siempre nombraba en sus presentaciones y en muchos de sus temas.
Rafa fue un hombre muy apuesto y muy coqueto pero el amor que él le profesaba a esa chiquilla de la que se enamoró antes de alcanzar la fama hizo que ella y sus tres hijas (Kelly, Wendy y Loraine) se convirtieran en el centro de su vida, en el soporte necesario para alcanzar el sueño de dejar huella en el vallenato y en motivo de orgullo.
Clara prefiere recordar siempre los momentos bonitos, los momentos del compañero enamorado que la llenaba de detalles, que se entregaba por completo a sus hijas, que conquistaba el mundo con su voz y a ella con el corazón.
“Nuestra mayor felicidad fue siempre el nacimiento de cada una de mis hijas”, dice hoy la abuela que disfruta cada instante que puede de su única nieta, Ella, hija de Kelly y Alexis. Esa chiquilla ha logrado en parte devolverle la alegría que perdió cuando segaron la vida del artista, el 11 de junio de 1992.
NANCY ZULETA Y JORGE OÑATE, 47 AÑOS DE AMOR
Después de 5 años de noviazgo prácticamente al escondido, Nancy Zuleta se casó con Jorge Oñate, “el Jilguero de América” con quien vivió durante 47 años. La primera vez se casó por la Iglesia Católica en 1974, y posteriormente lo hicieron en ceremonia Cristiana, en 2009. Tuvieron 3 hijos: Jorge Luis, Delfina Isabel y Jorge Daniel.
“Era prácticamente un niño recién llegado de Bogotá que estaba incursionando en la música vallenata al lado de los Hermanos López cuando yo comencé a sentir algo por él, aunque ni una mirada me daba”, recuerda hoy Nancy, quien entonces desde un principio siguió, impulsó y apoyó al artista.
Corría el año 68 cuando el muchacho visitó la casa de los padres de Nancy y ella se dio cuenta, a través de un espejo, que él le lanzó una mirada diferente. Un año después se volvieron novios, muy a pesar de que sus padres no consentían esa relación. Cartas, marconis, tarjetas, detalles alimentaron esos 5 años en donde a ella no se le permitía salir de la casa, no se le permitían visitas del artista.
De tanto insistir, a finales del año 73 le permitieron a Oñate entrar a la casa de los Zuleta, pero con la condición de que si la relación era algo serio se casarían lo más pronto posible. Y así lo hicieron. En febrero del año siguiente Jorge y Nancy unieron sus vidas para siempre. En ese momento se convirtió, además en su gran consejera, en su amiga incondicional, en su promotora artística, en la mujer dedicada de tiempo completo a lidiar con un artista que iba en ascenso, que marcaba historia, que era un parrandero.
Nancy asegura que esa relación tuvo desde las primeras miradas que se cruzaron el apoyo de Dios. “De la mano del Señor crecimos, luchamos por los sueños de él, por mantener unida la familia, por nuestros hijos. Sin El, yo creo que esto no hubiera sido posible”, asegura esta mujer a quien todas las personas relacionadas con el vallenato le reconocen el trabajo silencioso y decidido que siempre hizo a favor de Oñate.
Hoy Nancy, viuda desde el 28 de febrero del 21, no ha terminado de sanar el dolor de la pérdida de un hombre al que amó durante prácticamente toda su vida, pero se reconforta viviendo momentos únicos con sus nietos.
MARY LUZ, LA MUSA DEL CENTURIÓN
Mary Luz Alonso no solo es reconocida en el mundo por el temazo que el inmortal Joe Arroyo le sacó con la aprobación de los músicos de su banda. Tema en el que describe su sentimiento hacia ella con expresiones como “Mujer tentadora, sensual/ boca encantadora, capaz de hacerme olvidar dolores/ mi Mary/ si no fueras mía/ yo no sé qué haría sin ti…«, sino porque no hubo un Festival de Orquestas en el que ella no estuviera en primera fila, derramando lágrimas y amor por su «negro”, como cariñosamente le decía.
Álvaro José Arroyo González nació en Cartagena y prácticamente creció en las calles en las que, desde los 8 años de edad, cantaba y se metía al escondido a los bares y lugares públicos donde había música en vivo.
Mary y Joe se conocieron cuando ella era una jovencita y él una joven promesa que ya sorprendía a todos por su potente voz y estilo único para interpretar nuestra música, que estaba consolidando su sueño de solista con su propia orquesta. Ella, su musa, recuerda que fue el 27 de enero de 1984, un viernes de pre Carnaval.
Desde que cruzaron las primeras miradas, Mary supo que él sería el hombre de su vida y se dedicó a conquistarlo, amarlo, soportarlo, apoyarlo, impulsarlo. Él, como en la canción, le prometió hacerla sentir amores, un palacio y mil millones, aunque como era ‘solo’ un cantante le regaló dos hijas maravillosas (Eykol y Nayalive), mucho amor, y solo canciones.
Era tanto lo que ella hacía por él que en la disquera en la que el artista grababa, le tenían pánico a la hora de negociar, y como si fuera poco, se acostumbraron a que mientras Joe estuviera en el estudio, de Barranquilla recibía el almuerzo. Casi siempre, viuda de pescado.
La musa del artista estuvo siempre pendiente del vestuario. Para ella, Joe tenía que lucir «como el mejor». Nunca dejó de acompañarlo en un Festival de Orquestas, “porque para mi negro eso era lo más sagrado de su vida. Se preparaba como si fuera a defender una tesis de doctorado”, comenta.
Durmieron en el suelo, en garajes, en casas de amigos, padecieron hambre, y también conocieron la gloria, durmieron en lujos hoteles, lo acompañó en grandes escenarios, recorrieron el mundo. Vivieron juntos 20 años. Al cabo de ese tiempo se separaron, pero Mary no dejó de amarlo. Siempre lo ha dicho.