Con Lorenzo al mando, Colombia tenía un invicto de 25 partidos, 28 en total entiendo en cuenta los otros ciclos que también hicieron parte de la racha.
Después de años de angustias y eliminaciones dolorosas, la Selección Colombia ha resurgido con fuerza y determinación para asegurar su lugar en la final de la Copa América 2024.
Este logro no es solo una victoria deportiva, sino un renacer de la esperanza para una generación de futbolistas y aficionados que han sufrido desilusiones, pero nunca han dejado de soñar.
La última década ha sido una montaña rusa emocional para los colombianos. Desde la euforia del Mundial de Brasil 2014, donde la selección brilló bajo la batuta de James Rodríguez, hasta las decepciones de las eliminaciones tempranas en torneos subsiguientes, la travesía ha sido desafiante.
Los últimos años han sido especialmente difíciles, con eliminaciones que dejaron al país entero con el corazón roto. Pero, como el ave fénix que renace de sus cenizas, este equipo ha demostrado que la resiliencia y el amor por el deporte pueden superar cualquier obstáculo.
La hinchada colombiana, siempre fiel y apasionada, ha sido un pilar fundamental en este renacimiento. Los cánticos y la vibrante energía de los aficionados han sido un motor inagotable para los jugadores, una fuente constante de aliento en los momentos más oscuros.
Desde los rincones más remotos de la región Caribe hasta las montañas de los Andes, el pueblo colombiano se ha unido en un solo grito de apoyo y esperanza.
Este retorno a la final de la Copa América luego de 23 años no es solo una victoria en el campo de juego; es un triunfo del espíritu colombiano. Es el resultado de un esfuerzo colectivo, donde cada colombiano ha puesto su granito de arena, ya sea en el estadio, desde sus hogares o en las calles, ondeando con orgullo la bandera tricolor.
Ahora, Colombia se encuentra en la final de la Copa América 2024, enfrentando a la poderosa Argentina liderada por Lionel Messi.
Es un duelo de titanes, una batalla que no solo definirá al campeón del torneo, sino que también simboliza el coraje y la determinación de dos naciones apasionadas por el fútbol.
Para muchos colombianos, esta final representa una oportunidad única en la vida. Una generación entera de aficionados que nunca ha visto a su selección levantar un trofeo mayor tiene ahora la posibilidad de presenciar la historia en vivo.
Las emociones están a flor de piel, y la esperanza se siente en cada rincón del país. Es un momento histórico que ha unido a generaciones, recordándonos que, a pesar de las dificultades, siempre hay una luz al final del túnel.
Este sueño compartido trasciende el tiempo y el espacio, conectando a quienes están presentes hoy con aquellos que ya no están. Amigos y familiares que partieron, dejando un vacío en los corazones de los aficionados, son recordados con cariño en cada grito de gol y cada celebración.
Este viaje hacia la final es también un homenaje a ellos, a los que siempre creyeron y apoyaron a la Selección desde el cielo.
