Sonia Gedeón
Columnista / 10 de octubre de 2020

Tiempo de volver

Su solo nombre le acelera el corazón a más de uno y como la más guapa de las mujeres dentro de sus entrañas de piedra coralina, Cartagena se muestra como un destino fascinante, enigmático, cargado de contrastes, donde siempre sucede algo interesante y donde usted como visitante puede escribir su propia historia.

Sustraerse a su magia no es fácil. Mirada desde el aire, antes de que el avión toque tierra, se presenta como una ciudad indefensa a la cual le penetra el mar por todos sus poros. Una vez en tierra se siente la fuerza de sus fortificaciones y se hace evidente su protagonismo militar durante la colonización española, que se inició en el siglo XVI, hasta que tuvo el coraje de convertirse el 11 de noviembre de 1811, en la primera provincia en emanciparse del yugo español.

A Cartagena, la ciudad que todos los colombianos desean ver aunque sea una vez en la vida, mientras otros abrigan la ilusión de regresar para hacer realidad sus sueños de amor, en una boda irrepetible entre los muros añejos de las iglesias de cal y canto o en la playa con el más hermoso de los atardeceres caribes como telón de fondo, siempre hay motivos para volver. Y esto la hace aún más apetecida.

Si decide empacar maletas, Cartagena renace y el Centro es el epicentro. Su pasado colonial se palpa en cada esquina de esta ciudad que respira el Caribe en su esencia y es precisamente entre esas calles estrechas que su pasado colonial vive, gracias al esfuerzo de cientos de particulares que le han devuelto el esplendor a viejas y desvencijadas casonas y a entidades del Estado que han restaurado otras tantas, para el disfrute de propios y extraños.

Así las cosas, el Centro de día y especialmente de noche dejó de ser un espacio reservado al solitario paseo de los coches tirados por caballos y hoy tiene vida nocturna, donde no alcanza una sola vuelta en coche para apreciar la verdadera dimensión del patrimonio arquitectónico que tiene la ciudad amurallada. Por eso lo ideal es combinar el paseo con la caminata. No hay un orden predeterminado para andarlas, ni tampoco hay unas más importantes que otras. Por sí solas sus nombres despiertan curiosidad: de Las Damas, del Arzobispado, del Estanco del Tabaco, de Don Sancho, del Santísimo, Tumbamuertos, de la Amargura, de Baloco y así sucesivamente.

Con el Covid muchos negocios en la ciudad antigua cerraron sus puertas, una dolorosa decisión para sitios tan emblemáticos como los restaurantes Don Juan y María, mas otros les esperan, como Candé, La Vitrola, La Única, El Santísimo y El Club de Pesca, en el Fuerte de San Sebastían del Pastelillo, con su espectacular terraza marina.

En los hoteles boutique también hubo sensibles bajas como el cierre de las dos propiedades Tcherassi & Hotel -Spa, mas otros reabrieron sus puertas con la ilusión del reencuentro, y entre los más cotizados por su calidez y hospitalidad están Delirio, Amarla y Casa San Agustín, mientras frente al mar, en el solariego barrio del Cabrero, está Ermita, la nueva apuesta de Marriott en Cartagena, en una hermosa mansión de estilo republicano, a cinco minutos a pie de La Serrezuela, la icónica plaza de toros recién convertida en Centro Comercial y sitio obligado de visita.

 Si bien el Centro y sus alrededores tienen sus fans, hay otros viajeros que prefieren el horizonte marino para relajarse y el confort de lo moderno para descansar. Para ellos, la recomendación va hacia el Hotel InterContinental en Bocagrande, con amplias zonas de parqueo con conexión directa al hotel, piscina infinita, gimnasio con vista al mar y excelente gastronomía; o el Holiday Inn Morros si la balanza se inclina por la Zona Norte con la Playa Azul como opción de recreación en esta nueva normalidad en

la que hay que reservar para disfrutar de las playas.

En recorridos turísticos adicionales a los paseos a la zona insular como Barú y las Islas del Rosario, aquí anotó cinco recomendaciones para recrear la historia:

*El Museo de las Fortificaciones en el Baluarte de Santa Catalina, no está en la agenda de muchos, pero vale la pena;  El Palacio de la Inquisición con su magnífica portada barroca es un viaje intímo a tormentos como “el potro”, el cordel y el jarro de agua; En la  iglesia de Santo Domingo visite el Cristo de la Expiración, al que se le atribuye el milagro, después de una novena y nueve procesiones, de desterrar en 1754 una terrible epidemia de viruela que azotaba a la ciudad; además de la imponencia de la fachada de piedra de la iglesia de  San Pedro, en la plaza está una obra maestra del cartagenero Enrique Grau, un bronce de San Pedro y el esclavo, en franco coloquio, sin pedestal, porque así estuvo siempre el santo, entre la gente; y el Portal de los Dulces, frente a la Torre del Reloj. ¡Ah! difícil que es atravesar, sin detenerse a comprar un caballito de papaya, una bola de tamarindo o una muñeca de leche para saborearla a mordisquitos de la cabeza a los pies! De allí puede ver el Camellón de los Mártires, corredor peatonal que une el Centro con Getsemaní, otro de los barrios emblemáticos que está muy de moda por sus grafities y vida bohemia.

Si en octubre, el tiempo no le da para escaparse a la Heroica, no dude en hacerlo en los puentes de noviembre o para recibir el año nuevo y olvidarse de una vez por todas de este enrarecido 2020.

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