Patricia Escobar
Columnista / 3 de junio de 2023

Alerta temprana

En medio de tantas noticias, informaciones, polémicas y anuncios, se produjo hace poco, uno que, debería tener trabajando seriamente a los organizadores de eventos masivos, pero más que todo, a quienes organizan o lideran las grandes fiestas populares de nuestro país, como el Carnaval de Barranquilla.

El nuevo director de la Policía de Colombia, Mayor General William Salamanca, en una de sus primeras declaraciones, ratificó lo que está consignado en el Código Nacional de Policía y en algunas disposiciones del país: la Policía no está para cuidar eventos masivos públicos o privados, porque al hacerlo, descuida toda una ciudad.

“Estoy convencido de que, cuando uno concentra en una actividad pública o privada, como un concierto o una actividad deportiva, 1.000, 1.500 o 2.000 policías, desatiende la seguridad de toda una ciudad”, ha dicho, y ya está trabajando para lograr, con argumentos, que los hombres bajo su mando, dejen de hacer estas tareas para dedicarse a la seguridad de los ciudadanos.

Particularmente creo que tiene razón y sobre todo creo que su propuesta de que estos eventos sean “controlados” por privados y no por la fuerza pública, es posible realizarse en nuestro país cuando los eventos se desarrollan en sitios privados, como estadios, coliseos, centros de eventos. Pero cuando estos eventos son en la calle y congregan a más de 10 mil personas, como lo son, la gran mayoría de los eventos del Carnaval de Barranquilla, la cosa es bien complicada.

En el mundo, pero especialmente en Europa, la seguridad privada atiende, vigila y controla los conciertos, los partidos y los grandes eventos. Los uniformados sólo hacen presencia en los alrededores de los mismos, en pequeños grupos que están alertas y conectados por si algo grande ocurre, y si su presencia es realmente necesaria.

Pero se imaginan los barranquilleros, una Guacherna, una Batalla de Flores, un Baile a la Calle, un Desfile de la 44 o un Desfile del Suroccidente, ¿sin la presencia de la Fuerza Pública?  Sin con solo haber disminuido el número de efectivos este año, el caos en la Vía 40 y en la Guacherna fueron ¡monumentales!

Seamos honestos: aunque poco hagan, y aunque muchos no los respeten, los uniformados proyectan autoridad y están más capacitados y más autorizados legalmente para contener turbas y realizar acciones de prevención y control. Y por el otro, a los espectadores nos falta muchísima cultura.

Hace algunos años tuve la oportunidad de ir a un gran concierto en un inmenso parque en Londres. En las cuadras cercanas vi algunos policías y en el sitio, en la zona más cercana a la tarima, algunos, muy pocos logísticos. El concierto fue multitudinario, pero nadie intentó volarse las vallas de contención. Y aquí en Barranquilla, aun con Policías haciendo presencia, cualquiera mueve una valla e invade el espacio de los protagonistas y adicionalmente presenta todas las excusas habidas o por haber para no cumplir con las indicaciones de seguridad.

Ambos escenarios, la no preparación de personas capacitadas para el manejo de multitudes, y la falta de cultura ciudadana, son susceptibles de superarse. El primero, apoyado en una reglamentación clara, mucho más rápido que el segundo. La cultura ciudadana, el respeto, no se aprenden de la noche a la mañana, y ni siquiera en seis meses.

Barranquilla tiene un Manual de Convivencia para el Carnaval. ¿Cuántos lo conocemos?, ¿en cuántos colegios se estudia?, ¿lo practican los hacedores del Carnaval y sus familias o vecinos?

No digo que el Manual sea la panacea, pero sí creo que es el principio de una serie de acciones que deben emprender desde YA la Alcaldía de Barranquilla, los operadores de la Fiesta, que son Carnaval SAS y por lo menos 9 organizaciones más, el sector del turismo que tanto se beneficia de la Fiesta, y los sectores educativos. Si no trabajamos organizada, masivamente y con fuerza desde ya en un programa serio de Cultura Ciudadana, no quiero imaginar lo que será el Carnaval 2024. Esto es una alerta temprana. Ninguna empresa logística de las que existen hoy es capaz de controlar a las turbas borrachas e incultas que cada día florecen en la ciudad. Lo que está pasando en los estadios, son campanazos de alerta que debemos escuchar.

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