Sonia Gedeón
Columnista / 3 de julio de 2021

Boston para pasear a cielo abierto

La ilusión del reencuentro con la familia, los amigos, lugares e icónicos sitios a los que siempre se quiere volver con algún pretexto, me llevaron hace un par de semanas a Boston, una ciudad impoluta, ordenada, visualmente atractiva y elegante, que, como muchas otras, también siente los estragos del Covid en su cotidianidad.

Recorrer de nuevo Boston estuvo invadido por un sentimiento de nostalgia. Ni siquiera como turista uno se acostumbra a ver la ciudad a otro ritmo. Horarios restringidos, museos y galerías cerradas, las calles vacías y ausencia de colas hasta para comprar un helado en Amorino, en pleno corazón de Newbury Street.

Para mi, una visita a Boston no es completa sin visitar la Biblioteca de John F. Kennedy. Esta vez no fue posible. Está cerrada y sigue cerrada por la pandemia. Sin embargo, en estos tiempos convulsionados por los que pasa nuestro país, donde se pretende, derribando estatuas, atropellar la historia, que son la esencia misma de toda nación, hay muchas frases de John F. Kennedy que nos tocan como ciudadanos. Una de ellas: “One person can make a difference, and everyone should try” (Una persona puede hacer la diferencia y todos pueden intentar).

En medio de esta pandemia que nos agobia, entre la muerte y la enfermedad de nuestros seres queridos, y aquellos que deliberadamente quieren aislar las regiones y fracturar la democracia, debemos actuar con mayor determinación, rodeando la institucionalidad para evitar el salto al vació que han dado Venezuela, Nicaragua, El Salvador y ahora el Perú.

Este templo a las instituciones democráticas que es la Biblioteca John F. Kennedy, diseño del arquitecto cantonés  Leoh Ming Pei, el mismo que diseño la polémica pirámide de cristal del Museo de Louvre, es de esos sitios donde se respira el valor por hacer grande una nación, el actuar con determinación y la pasión por reunificar y derribar barreras de norte a sur.

El edificio que alberga la Biblioteca y Museo Presidencial de John F. Kennedy merece ser visitado no solo por su diseño vanguardista, sino por ser una verdadera inmersión en la vida del Presidente más joven y carismático de la historia reciente de los Estados Unidos.

El museo es el depósito oficial de los papeles y la correspondencia original de su administración. En él hay exhibiciones permanentes y temporales, fotografías de la familia, videos y documentales, como el de la crisis de los mísiles de Cuba. También se puede apreciar en detalle toda la estrategia y desarrollo de la campaña que lo llevó a convertirse en el primer presidente católico en un país mayoritariamente protestante.

En la biblioteca se conservan textos especiales como su laureada tesis de grado de Harvard University, titulada “Why England Slept”,  así como libros de gran valor histórico y textos publicados e inéditos, como la obra completa, y escritos del premiado escritor Ernest Hemingway.

Durante el recorrido se puede admirar en su esencia una réplica de la oficina Oval de la Casa Blanca con los enseres que Kennedy solía conservar en su despacho, y la mundialmente conocida estampa de John-John asomándose a través del panel frontal del escritorio; así como una reproducción de la oficina de Robert F. Kennedy, su hermano, que sirvió en el gabinete del presidente como ministro de Justicia.

La Oficina Oval se ha convertido en un símbolo de la Presidencia para los estadounidenses. Y lo es gracias a imágenes memorables como la de Kennedy dando la noticia de la crisis de los Misiles en Cuba; Richard Nixon hablando con Neil Amstrong, el comandante de la misión del Apolo 11 tras el éxito de su alunizaje; o la de George W. Bush dirigiéndose a la nación y al mundo tras los ataques del 11 de septiembre de 2001. 

De la primavera al otoño, bien vale la pena andar los exteriores de la edificación y sentarse en una de las áreas de picnic a contemplar el mar y el velero Victura, que Joseph Kennedy le regalo a su hijo Jack, a sus 15 años y el cual se exhibe en las afueras de la edificación como símbolo de su pasión por la navegación recreativa.

Boston, la más europea de las ciudades estadounidenses y cuna de la independencia, es fácil de conocer a pie, siguiendo el `Freedom Trail´ (Sendero de la Libertad).

 Este  se inicia en el Boston Common Park, reconocido como el parque urbano más antiguo de América e incluye entre otros monumentos y edificios: La Torre de la Aduana; el Boston Common, imperdible edificación con su magnífica cúpula dorada; la estatua del presidente Benjamín Franklin franqueando la entrada de la otrora  primera escuela pública del país, de la que fue estudiante; y el Old State House, inconfundible edificación de color terracota entre rascacielos de acero y cristal, cuna de las acaloradas discusiones del Tea Party, que encendió la chispa que terminó con el proceso independentista de la nación.

Una visita a Boston estaría incompleta sin una caminata al atardecer por el distrito financiero que invita a un aperitivo en el circundante Water Front, antes de cerrar el día con una cena con langosta fresca de Maine, o el tradicional Clam Chowder (sopa de almejas) en el popular y bullicioso Quincy Market.

Boston, como muchas otros destinos, nos pone a soñar de nuevo con viajar este verano para romper la rutina del confinamiento y divertirnos a cielo abierto.

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