Patricia Escobar
Columnista / 22 de octubre de 2022

Buscando la salud

El alarmante número de suicidios y de muertes por accidentes de tránsito ocurridas en lo que va corrido de este año nos tiene que llevar a una reflexión seria. Tan seria como la que hicimos del Covid, porque mientras que era casi imposible detener el ataque del virus, los accidentes y los suicidios son altamente previsibles, pero las noticias parecen decir lo contrario.

Ya está haciendo carrera la frase “nuestra salud mental merece atención”, porque la realidad nos está golpeando fuerte, aunque algunos solo quieran ver las cosas como casos aislados.

La salud mental incluye el bienestar emocional, psicológico y social de una persona, y yo me pregunto ¿qué piensa una persona que sabiendo que el licor, cualquier licor, y en cualquier cantidad, es una bomba de tiempo en los seres humanos, aún así toma un vehículo y se lanza a una guerra desigual contra la vida, exponiendo la suya y la de cualquier que encuentre en su camino?

Yo me pregunto también ¿qué está pensando un niño, un joven o un adulto mientras cuelga una soga en el techo de una habitación, acomoda los taburetes para alcanzar un nudo que sujeta en su cuello y luego lanza esos taburetes para despedirse de este mundo?

Está claro que cada persona es un mundo, que cada ser humano vive de distinta manera una misma situación, que todos reaccionamos distinto, pero… ¿acaso no hay riqueza más grande que la vida misma? Entonces, ¿por qué atentar contra ella? La explicación más general es decir que porque estamos enfermos. Sí, enfermos de la mente. Y el remedio, aunque es individual, personal, en dosis distinta para cada individuo, debe comprometernos a todos.

La tecnología utilizada de forma perversa, las comunicaciones (información) sesgada y cantaletosa (ponemos de moda un tema, y lo machacamos hasta el cansancio, muchas veces repitiendo como loros), y la crisis de valores donde la tesis de Erich Fromm que sostiene que en la sociedad industrial el hombre se ha habituado a vivir en la premisa de que quien no tiene no es, y por ello su vida se centra en tener más de lo que tiene, o  “matarse” por obtener lo que otros tienen.

A este panorama hay que agregarle unos buenos centímetros de ego desmedido como el de quien se siente más porque tiene un vehículo y lo puede manejar sin un control total de su cuerpo y mente, ya que está contaminado con alcohol.

Los esfuerzos de todos deberían estar encaminados ahora en lograr la verdadera salud mental que, en muchos casos se logra con cosas tan sencillas como agradecer. Agradecer que estamos vivos, que podemos respirar, que tenemos un mundo cuya contemplación es gratis. Se lograr cuando cada uno se valora teniéndose como referente. Uno vale por uno mismo, no por lo que tiene o porque tiene a alguien a su lado.

Hay muchas cosas que de manera individual podemos hacer para mejorar nuestra salud mental, y hay una obligación de la sociedad en trabajar el tema.

Debemos estar alertas, escuchar, comenzar a valorar lo sencillo de la vida. Debemos ser respetuosos de las normas sociales y esperar que las autoridades de salud y administrativas coloquen entre sus prioridades los apoyos psicológicos necesarios para controlar la enfermedad que nos está atacando.

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