Siempre se ha dicho que la Semana Santa es una época de reflexión, una semana para pensar con atención y detenimiento y así poder entender algo en su real dimensión.
Yo creo que la semana que comienza mañana con la celebración del Domingo de Ramos y que concluye el próximo domingo después de conmemorar, según el catolicismo, la resurrección de Jesús, la cual viene presidida por lo que llamamos Sábado de Gloria, un día de luto y solemnidad, deberíamos aprovecharla para pensar sobre la forma como cada uno de nosotros, como individuos pertenecientes a una sociedad, estamos afrontando los grandes retos que esa misma sociedad nos impone.
Creo que nos hemos vuelto unos criticones, lo que que nada tiene que ver con ser críticos. El criticón es una persona negativa que por lo general actúa con maldad. El crítico por el contrario es una persona pensante, que investiga, que no “traga entero”, que coloca en una balanza los pros y los contras, que busca y presenta soluciones.
Creo que ese accionar se nos ha facilitado por el fácil acceso y mal uso de las rede sociales, donde podemos publicar todo lo que se nos ocurra y pase por nuestra cabeza.
Y estoy firmemente convencida de que esa actitud no nos conduce a nada bueno porque, aparte de que nos hace daño a nosotros mismos como personas, no le estamos aportando nada bueno a la sociedad en la que vivimos.
Criticar como lo hacen los criticones es muy fácil, criticar como lo hace un crítico requiere de trabajo y entrega, y al final aporta un mejor ambiente, y seguramente soluciones a un tema.
Sé que no es fácil abstraerse a tantas informaciones y temas que día a día nos tocan, pero sé también que no es imposible tomar distancia, valorar y tomar posiciones en las que prime el bien general sobre el interés particular, donde primen los datos reales y medibles, donde mis aportes sean el producto de una reflexión y no de un impulso o una moda mediática.
Criticamos todo lo que venga del Gobierno si no nos sentimos o no somos afines a sus líderes; juzgamos a la ligera a las personas sin ponernos en sus zapatos y sin siquiera considerar que hay cosas que parecen y no lo son y que, sacadas de su contexto, tienen otro significado.
Como criticones lo único que le aportamos a la sociedad es un ambiente pesado, turbio, desolador. Como críticos podemos hacer que otros abran su mente o su corazón, aporten, y entre todos se logren soluciones.
Si analizamos con atención las encuestas que realizan expertos sobre cómo nos sentimos los barranquilleros, encontramos, por ejemplo, que los encuestados en diciembre y principios de este año se consideraban seguros y felices. La información salió publicada en la semana más dura que hayamos afrontado en cuanto a seguridad.
De una saltaron los criticones que lo menos que dijeron fue que esa era una encuesta «pagada por los Char». Pero yo me puse a pensar que en diciembre y en los primeros meses del año, los barranquilleros generalmente estamos metidos en la fiesta de fin de año y Carnaval y tradicionalmente estamos felices, aunque tengamos el bolsillo vacío. ¿Eso podría explicar la respuesta?, o ¿es porque en esa época la ciudad no estaba tan violenta? No lo sé, pero creo que los resultados sí merecen un análisis. Esto para poner un solo ejemplo.
Mi sugerencia es que aprovechemos este tiempo para reflexionar qué tipo de ciudadanos somos: ¿criticones o críticos?