Una cosa es el dolor de la ausencia y otra el dolor que no te deja vivir. Cuando suceden hechos absurdos que nos golpean en lo más profundo del corazón, y estos requieren un tiempo y una reflexión para entender por qué a dos mujeres como Judith Pinedo y a mi prima Vivian Eljaiek, les declaran la guerra y las condenan a vivir detenidas.
El cielo de Cartagena lleva varias semanas gris y triste. Amenaza lluvia, pero no siempre se asoma. Lo que pasa es que hay tristeza en el ánimo de la ciudad. Las voces de solidaridad han sido múltiples, se replican de manera espontánea desde los más diversos sectores. Hay indignación y rechazo.
Estas dos cartageneras han luchado por la equidad de género, trabajando juntas, y también desde distintas orillas para hacer de Cartagena, una ciudad más incluyente, con mejor escolaridad y menos pobreza.
Vivian estudió matemática computacional y con el único propósito de servirle a Cartagena llegó a sumarse al equipo de la alcaldesa Judith Pinedo para con su liderazgo, civismo y emprendimiento aportarle a la ciudad. Judith, más conocida como “Maríamulata” fue la única alcaldesa elegida por elección popular que ha terminado su período en los últimos 13 años.
Lo que le pasa a Judith y a Vivian por la venta legal de 243.75 m2 registrados como baldíos en 1999, en posesión del hotel Dann Las Velas desde hace más de 40 años, es un freno para que otras mujeres, madres y miembros de familia, se arriesguen a ejercer cargos públicos, cuando no hay garantías en la rigurosidad procesal.
No puedo decir que crecí con Vivían porque somos de generaciones distintas. Mas el destino nos llevó a trabajar para la misma empresa, donde fue mi jefe. Fueron años intensos, de gran aprendizaje, donde siempre demostró una gran capacidad de trabajo, arresto para trabajar bajo presión y buscar consensos en situaciones de crisis. Si bien en lo laboral se mostraba fuerte, le quitaba el sueño el restarle tiempo a sus hijos Sofía y Magin Chedid, un joven con trastornos de bipolaridad. Lo que le pasaba a la salud de sus hijos, la volvía vulnerable. Unos años después, Magín Chedid con solo 27 años y una vida consagrada al tenis, murió de una falla cardíaca mientras dormía.
Ese revés cuya herida todavía está abierta, la forzó a buscar ayuda psicológica y psiquiátrica. Como parte de su proceso de duelo, canalizó su tristeza creando el año pasado la Fundación Imagina, que atiende a niños y jóvenes en la prevención y tratamiento de enfermedades mentales. Y para buscar el capital semilla de Imagina se convirtió en coautora con su prima Gloria, del libro de cocina “100 Recetas con amor”. Es un libro homenaje a su madre muerta en abril de 2020, cuya primera edición en diciembre pasado se agotó.
Este nuevo golpe la cogió no solo por sorpresa, sino minada en su yo interior por el duelo de una ausencia no superada y la indefensión ante el atropello a su decencia, a una vida de trabajo empresarial, gremial y cívico con ética e independencia.
En este mes dedicado a las madres, María José y Sofía no podrán abrazar a sus mamás, sus heroínas predestinadas para grandes cosas. Judith y Vivían les inculcaron desde pequeñas el respeto por la diferencia y por los derechos de los demás. Les repitieron una y otra vez que la verdadera felicidad no esta en acumular aplausos, sino en la satisfacción del deber cumplido, de actuar siempre con la verdad, con entusiasmo y honestidad.
Si la justicia se extravió, como dice mi colega y amigo Germán Danilo Hernández, confiamos en que reencuentre su rumbo antes de que sea demasiado tarde y reine la injusticia.