La siesta es una pausa que consiste en echarse un sueño corto después del almuerzo para recuperar la energía que puede haberse perdido durante la digestión, o una forma de relajarse tras una mañana agitada.

El término siesta procede del latín sexta y representa al mediodía, entre las 2 y las 3 de la tarde, y surgió como una tradición en la época del Imperio Romano cuando los jornaleros de ese antiguo imperio se iban a descansar. Era la hora sexta después de las 12 según el reloj solar.  De ahí se derivó al vocablo “sextear”, que a su vez desembocó en “sestear” y finalmente en “siesta”.

Diferentes estudios recomiendan descansar en la siesta entre 20 y 30 minutos. Este es el tiempo ideal para reducir la somnolencia, bajar un poco el estrés, mejorar el funcionamiento cognitivo, los tiempos de reacción y el estado de ánimo. Además, también es buena para reducir la presión arterial.

Es tan recomendable hacer una siesta que algunas empresas en Europa y Latinoamérica, han habilitado salas en las que los empleados se relajan tumbados en sofás o butacas, con música suave, y tienen un rato para descansar, ya que se ha demostrado que mejora el rendimiento.

Es que esa práctica puede resultar muy reparadora, es como si volviera a amanecer tras una noche de descanso profundo: las neuronas están activas y los neurotransmisores cerebrales se reponen del desgaste diario.

Pero ojo… la siesta debe tomarse en su justa medida. Porque si es demasiado larga se pueden alterar los ciclos de sueño  y sufrir insomnio durante la noche. Si dura una hora y media, por ejemplo, tiene lugar un ciclo completo de sueño y puede interferir en el descanso nocturno, además de provocar mal humor pues se convierte en un sueño pesado del que cuesta volver.