Dr. Rodolfo Vega Llamas
Columnista / 15 de julio de 2023

Edward Hopper

Este gran pintor estadounidense, célebre por sus hermosos retratos de soledad de la vida cotidiana contemporánea, le encantaba el arte urbano, el famoso realismo americano; pintaba esas figuras en silencio, aún rodeados de gente, pero donde se observaba una soledad en el personaje, esa perfección de occidente casi deshumanizada, solo hizo 182 obras, muy pocas en mí concepto. Es un pintor de la escuela Ashocan, nacido en Nyack, una pequeña ciudad a orillas del Río Hudson, en una familia burguesa.

Hopper entra en 1900 en la New York Schiller of Art, ahí se encuentra con otros importantes protagonistas del arte estadounidense de principios de los años cincuenta, entre otros Guy Pene, Rockwell Kent.

En su pintura refleja la incomunicación moderna, se nota en sus grandes vacíos. Rostros inexpresivos, tonalidades apagadas, melancolía y aislamiento.

Era un hombre callado, reflexivo, muy culto. Era lo contrario de su mujer Jo, quien era habladora, ingeniosa, extrovertida. Discutian a menudo. Eran unos incompatibles inseparables, toda la vida permanecerían juntos.

Lo más chistoso es que su esposa fue su única modelo que usó en sus cuadros con personajes femeninos, de prostitutas a amas de casa.

Hay un cuadro que me llama la atención de Hopper, “Habitación en Brooklyn”(1932). No podemos ni siquiera ver el rostro de la mujer que cose frente a la ventana a espaldas del espectador, dentro de un conjunto que transmite, una triste melancolía, tristeza, soledad, y aislamiento.

Este excelente pintor a mediados de 1920 alcanzó su obra pleno reconocimiento, lo que le permitió desde entonces dedicarse exclusivamente a la pintura. Por esa misma época contrajo matrimonio con la también pintora Josephine Nivison,quien tras él fallecímiento del artista en 1967, legó su extensa producción al museo Whitney de Nueva York.

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