Sonia Gedeón
Columnista / 29 de agosto de 2020

En agosto no volaron las cometas

Los barriletes, como los aviones, se quedaron con los crespos hechos sin poder elevarse en agosto. Todo parece indicar que el Covid y la naturaleza se hubiesen confabulado para que los alisios moderados que suelen soplar por estos días dieran la vuelta a vientos del sur que propician las lluvias y las tormentas.

Así las cosas, el tiempo de cometas en el Caribe pasó sin pena ni gloria en este 2020. Los aficionados a volar cometas, pandongas y barriletes, y en especial los niños, sienten la ausencia de los alisios en estos días donde el confinamiento parece terminar, aunque no el riesgo de contraer el virus del Covid.

Los Tiempos de la cometa, como la inmortalizó Alfredo Gutiérrez interpretando el tema original del patillalero Freddy Molina, que no dejaba de sonar en la radio como un himno y que dice: “No volverán los tiempos de la cometa, cuando yo niño brisas pedía a San Lorenzo, mariposas en la Malena revolotean, son recuerdos del profesor que me pega por llegar tarde al colegio…”

San Lorenzo, patrono de los vientos, cambió de residencia este año y anticipó la temporada de huracanes en el Caribe y nos dejo huérfanos del magnífico espectáculo de ver el cielo lleno de cometas y barriletes.

La Tenaza, la esquina mas apetecida en el cordón amurallado, está sola en este agosto que llega a su fin con hermosos atardeceres. Su paleta de colores no compite este año con el colorido y las formas de los barriletes y las cometas que inundaban el cielo cartagenero, en un auténtico festival a cielo abierto, donde los niños eran los grandes protagonistas atrayendo a locales y turistas a contemplar su vuelo.

Las cometas son más del interior del país y datan del año 1.200 A.C en China, donde eran más que un juego de niños, instrumentos militares para mandar señales de un campamento a otro, codificados en sus formas, colores, tamaños y estampados.

Las cometas de hoy solo requieren de dos varas para volar, una horizontal y otra vertical. Son más voluminosas en tamaño y son de plástico y acrílico, algunas de ellas consideradas obras de arte, y verlas volar es un verdadero deleite visual. En las barriadas de Cartagena, los barriletes y las pandongas son más populares y su elaboración con varitas de coco y papel de seda de múltiples colores es más sencilla, más también son mucho más frágiles en su manejo y se requiere de una gran destreza manual, para que no solo vuele, sino para que a simple vista tenga estética y juego entre peso y balance.

Con la brisa apropiada, los barriletes y cometas, surcan los aires y verlos volar saca ese niño grande que todos llevamos dentro y San Lorenzo, en su inmensa sabiduría, cambió el curso de los vientos para obligarnos a estar en casa y a mantener el distanciamiento social, en este inolvidable y ojalá irrepetible trance en nuestras vidas.

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