Dr. Rodolfo Vega Llamas
Columnista / 19 de febrero de 2022

Enojo

Me pido perdón por todas esas ocasiones en las que dejo de ser feliz por otras personas. Y lo digo, porque nadie se merece que yo coja rabia, se me suba el cortisol y mi corazón pague los platos rotos. Y saben quién juega un papel importante en esto: el ego.

Pienso que el enojo es un castigo que nos damos a nosotros mismos por el error que alguien cometió. Lo contrario al enojo, la comprensión, es una construcción inteligente de dos personas sabias, que deciden ser felices, compañeros, cómplices, compinches, y que a pesar de los problemas que nunca faltan, se eligen cada día para caminar juntos. Érase una vez un hombre sabio que, al ver que su mujer estaba equivocada, se le acerco suavemente, la miro fíjamente y no le dijo nada porque el era un hombre sabio. En ocasiones nos enojamos por tonterías y decimos palabras que hieren; y al llegar la noche estamos arrepentidos, pero ya es tarde, fueron balas que hirieron los sentimientos de alguien, son heridas sin sangre, pero al fin y al cabo son heridas, invisibles y profundas hasta el alma.

A veces para conseguir nuestros sueños pasamos por mil enojos, mil noches sin dormir, y no es tanto que consigas el sueño, sino la persona en la que te tienes que convertir para alcanzarlo. No dejes que tu ego te transforme, no le des gusto al ego de controlarte con su arma más poderosa: la culpa. Lo más importante es aprender a manejar nuestro nivel de conciencia, nuestras emociones, cada acto lleva detrás una emoción. El problema no es la emoción, es no dejarnos manipular por ella. Dicen que la vejez es la edad del atardecer. Pero hay atardeceres que todos se paran a mirar, y eso tiene una razón, madurez, experiencia, manejo del ego, manejo de mis emociones, intentar ser feliz antes que tener la razón, enamorarte de tu paz, enamorarte de tu soledad, enamorarte de tu sonrisa, del paseo con el perro, de la brisa en tu cara, de caminar descalzo por la playa, de un café, de pasar las páginas de un libro, de mirarte en el espejo y respetar tus canas, mirar con dignidad el pasado y retar con fuerza el futuro.

Quiero que disfrutes algo hermoso, quédate callado, sonriendo, cuando alguien espera una reacción furiosa de ti. Nadie, pero nadie se merece que desdobles tus emociones, sufran tus sentimientos, broten lágrimas de tus ojos. Y si esa persona lo logra, venció tu fortaleza, y serás presa fácil de cada ataque a tus sentimientos más profundos, y te van a hacer pedir disculpas sin tener la culpa, bajaras la cabeza teniendo la razón, harás por otros aquello que nunca hicieron por ti, ocultaras que estaba mal para no preocupar a nadie. Entonces te considerarás un débil, porque colocaste la felicidad de otros por encima de la tuya, y en las noches mirando la luna sentirás un enojo, una furia, que solo la luna lo entenderá. No se te olvide, en ocasiones duele soltar, pero merece la paz que obtendrás. En ocasiones haces muchas cosas por alguien, y al final del camino te dirá que nunca te lo pidió, hay personas que se merecían todo y no les dimos ni la mitad. Hay otros que no se merecen nada y les dimos más de lo que teníamos. Así de irónica es la vida.

Es tu trabajo darte cuenta de que eres el amo de tu destino, que nadie se merece tu enojo, y te darás cuenta de que pasas tiempo con personas que no te aportan, o en trabajos o lugares que no te convienen.

Cada persona es dueña de su propio destino, de sus propios anhelos, de su suerte, por eso te digo de corazón: nadie merece que te enojes.

Internista -cardiólogo rvegallamas@hotmail.com(correo)

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