Bajo un sombrero alón y tras sus misteriosas Ray-Ban oscuras, se escondía un mago, un ‘tigre’ bondadoso, un ingenioso mamagallista, fundador de un divertimento inteligente y múltiple, que tiene reflexionando a los colombianos desde hace 17 años acerca de la imaginación y los distintos oficios que nutren el impulso creativo.
Creador incansable, ha transitado con éxito por las competitivas arenas del periodismo, la edición, la literatura, la televisión, la radio y el cine. Se inauguró como cronista precoz a los 20 años y sus textos obtuvieron primera plana en El Heraldo y El Espectador. Con apenas 25, fue jefe de redacción y luego subdirector de la revista Cromos. Su inquieta pulsión creativa lo llevó a escribir y dirigir las películas Ay Carnaval, Aroma de muerte y Amores Ilícitos. Fue director asociado de la producción colombo soviética Los elegidos y realizó la Cine Revista, proyectada en todos los cinemas de Cine Colombia. Además, se desempeñó como asesor editorial del Diario del Caribe, director del suplemento literario Intermedio y editor general de El Heraldo.
Heriberto, o Fiori, como lo llamaban sus más cercanos ‘co-confabuladores’, dirigió cuatro noticieros nacionales de televisión, el laureado programa Talentos y fue productor de radio en Naciones Unidas, New York, ciudad donde laboró como editor en jefe de La Familia de Hoy, revista latina de circulación nacional. Sus trabajos y su intensa labor como gestor lo llevaron a conseguir numerosos reconocimientos nacionales e internacionales, entre ellos 4 premios de televisión.
Fiori publicó los libros: Nada es mentira; La Cueva, crónica del grupo de Barranquilla, Arde Raúl, Cantar mi pena, La mejor vida que tuve, El hombre que murió en el bar y Entre Líneas, y por estos días estaba entusiasmado escribiendo sus memorias para una editorial importante.
Heriberto se sacó de su sombrero mágico una serie de criaturas estéticas como la Fundación La Cueva , el Carnaval Internacional de las Artes, La Cueva por Colombia, el Concurso Nacional de Cuento La Cueva y gracias a su ingenio hoy continúa viva la memoria de un grupo de quijotes modernos que enaltecieron el nombre de la ciudad, el mítico Grupo de Barranquilla.
Hoy Fiori está con ellos, en aquella Cueva de antaño, hoy él es testigo de excepción en la barra de siempre, de los dos tiros que recibió la Mulata, de los paco-pacos que se comió Obregón, del elefante en la puerta del bar, y degusta con el Nene Cepeda, un suculento sancocho, mientras afila su repentismo jovial sentado a la diestra de Gabito. Gracias, maestro, gracias, amigo, gracias, hermano, hasta la próxima aventura planetaria mi bro querido, seguro que volveremos a confabular.