Un pequeño espejo, tijeras, una navaja y cuchillas para afeitar, son los implementos necesarios que utiliza Eliécer para atender a sus clientes.
Juan y Eliécer son venezolanos; uno ejerce el oficio bajo la sombra de los árboles de un parque y el otro en la terraza de su casa.
Caminando por las calles de Barranquilla, en la búsqueda de historias urbanas, nos encontramos a Eliécer, un joven de 20 años de edad, de nacionalidad venezolana y quien con su tocador y silla de barbero en una de las aceras alrededor del parque Tomás Suri, atendía a uno de sus muchos clientes.
Conversamos con él y nos contó su historia, de cómo aprendió el oficio, de cómo llegó a Colombia, a Barranquilla, a esta esquina en la que ha encontrado no solo tranquilidad para el desarrollo de su actividad sino confianza en la gente, la confianza de la gente y de quienes regresan cada semana para pulir el corte que un día les hiciera.
Cuando se inició la crisis en el vecino país de Venezuela le tocó emigrar y llegó a Barranquilla donde ya se encontraba su padre, Juan, quien entonces se dedicaba al oficio de la construcción con un primo suyo que había sido contratado para la construir una casa de una reconocida influenciadora en redes sociales.
Eliécer, luego de ser ayudante de albañilería se dedicó a otros oficios como vendedor de frutas, en una carreta y a limpiar vidrios de carros en las esquinas de los semáforos.
Asegura que, a pesar de haber aprendido el oficio de barbero en su ciudad natal, Valencia, no se le pasaba por la mente dedicarse a eso aquí en Barranquilla porque muchos, muchísimos de sus paisanos se dedicaban a eso, y los clientes escaseaban.
Pero al terminarse los contratos de construcción que tenía el primo de su padre, y se quedaron sin trabajar, entonces Juan el patriarca, decide montar su propia barbería para dedicarse a algo que les permitiera hacer dinero para mantenerse aquí y para mandarle a la familia que se había quedado en Venezuela.
Juan, el padre de Eliécer, quien ya lleva siete años viviendo en Barranquilla, asegura que siempre recordará los días en que trabajó como ayudante de albañilería, porque en una de las construcciones en las que les tocó laborar, conoció a quien fuera la dueña de la propiedad, la reconocida influencer, Andrea Valdiri.
“Ella es una mujer maravillosa, buena gente, desprendida, amable, cariñosa, que siempre nos visitaba, nos llevaba comida, nos regalaba dinero para que compráramos cosas para comer y nos hacía reír mucho”, asegura Juan.
También cuenta que se dedicó a otros oficios en la ciudad cuando llegó, sobre todo porque en Venezuela dejó a su esposa y dos hijos pequeños, un niño que ahora tiene 15 años y una niña que recién cumplió 10 años de edad.
“Uno tiene que hacer lo que pueda porque hay que mandar plata para la familia y para la casa que tenemos allá. Yo deseo terminar mi trabajo aquí, ahorrar y montar una gran barbería allá, en la que puedan trabajar otras personas y yo ponerme a descansar”.
En la casa que vive Juan atiende a sus clientes en la tarraza, dice que no sabe cuántos clientes tiene, que cada vez llegan más. El inicia su labor a las 9:00 de la mañana hasta que se va el último cliente en turno.
Asegura que muchas veces algunos clientes le han pedido atenderlos temprano, antes de la hora de apertura, porque es urgente, y los atiende, pero nunca atiende a alguien después de la hora del cierre.
“En ocasiones se me juntan hasta diez clientes en espera de turnos, y no descanso ni un minuto. Los días que mayor movimiento hay son los sábados y lunes, y los que menos se mueve esto son los martes y miércoles”.
En la barbería de Juan, inicialmente trabajaba con su hijo Eliécer y con su sobrino, a quienes él les enseñó el oficio. Pero estos decidieron independizarse, y desde hace algún tiempo está solo en su casa.
Fue entonces cuando Eliécer decide irse para el puesto en la calle frente al parque, hasta donde llegan clientes que hizo en la casa de su padre, nuevos clientes y algunos que eran atendidos por un antiguo barbero que se fue y dejó el puesto disponible.
Aunque Juan piensa montar una gran barbería con varios tocadores, grandes espejos y espacios agradables, está a la espera de conseguir un local que le permita hacerlo para que así trabajen otras personas y brindarles mayor comodidad a sus clientes.
Por ahora sigue en la casa que alquiló desde que llegó a la ciudad, la cual está en venta y en cualquier momento debe dejar.
Mientras Juan atiende a uno de sus clientes fijos, nos cuenta que él aprendió el oficio desde muy joven en su natal Venezuela, por instrucciones que le dio un tío suyo, con el cual trabajaba en su país, después él les enseñó a su hijo a su sobrino.
“Esto es un arte que hemos heredado de familia, porque somos varios los que sabemos y nos dedicamos a esto”, apunta Juan.
Ahora Eliécer comienza a abrirse paso en la vida como independiente, y ya a cargo de su propia familia (tiene un pequeño hijo y vive con él y la madre), dice que en días buenos se gana entre 120 y 150 mil pesos, y en días no tan bueno le quedan entre 60 mil y 80 mil pesos. Pero siempre hace lo suficiente para los gastos de su casa y pagar el arriendo del puesto donde está.
Aunque su servicio es en el puesto fijo, muchos de sus clientes que atendía en sus domicilios cuando se decretó la cuarentena por Covid, hoy lo siguen llamando para que los atienda en sus propias casas.
Asegura el muchacho que aprendió esto que él considera un arte, desde que tenía entre 15 y 16 años, lo que más le piden sus clientes son degradados y figuras en la cabeza, barbas y cejas, por eso cada servicio varía de precio.
“La mayoría de mis clientes son señores o jóvenes ya maduros que les gustan los estilos urbanos, que son desvanecidos o degradados que le llaman aquí, figuritas que se hacen con cuchillas y algunos les gusta el corte clásico. Muchas veces ellos traen en la mente lo que desean hacerse y yo los interpreto, y hay veces que yo les sugiero qué se pueden hacer y ellos aceptan”.
Tiene fotos y videos de trabajos que ya ha hecho y eso le sirve de muestra para ofrecerles a sus clientes. Los precios del servicio oscilan entre 8 mil y 12 pesos, dependiendo de si solo es corte básico, corte urbano con figuras, corte y cejas, corte y barbas, solo barbas o el combo completo.
Aunque solo atiende varones, hay mujeres a las que les ha cortado el cabello y se han amañado porque le dicen que “tengo la mano buena”. Dice que desea aprender a hacer cortes de mujeres para ampliar su oferta y trabajo.
Las historias de Eliécer y Juan, son parecidas a las de muchos jóvenes que un día lo dejaron todo en su país natal y que decidieron abrirse espacio con honradez, poniendo al servicio de los demás, su talento y las ganas de trabajar.