Sonia Gedeón
Columnista / 26 de septiembre de 2020

La historia se pasea en coche

“Un cochero chambaculero, los llevará…”

Después de una larga pausa de varios meses que parecía no tener fin, los coches tirados por caballos volvieron a las callecitas del Centro Histórico con la ilusión de que los turistas y las bodas regresen pronto y el clo-clo de los caballos se convierta en una acompasada sinfonía que arrulla el recorrido entre balcones florecidos, las cúpulas iluminadas, las farolas encendidas, los portones entreabiertos, el aleteo alegre de las mariamulatas y la luna llena que resplandece por estos días como un buen presagio en este nuevo despertar del Corralito de Piedra.

Las noches de Cartagena cobran vida y el paseo en coche es un recorrido obligado en este diario acontecer. Basta con dar una vuelta por la ciudad amurallada para entender su dinámica. A eso de las cuatro de la tarde, una vez el reloj de la torre en la Plaza de los Coches marca la hora, un rítmico desfile de coches, con el charrasqueo de las herraduras sobre le pavimento inicia su tránsito de Chambacú al Centro Histórico, para una cita inaplazable con la historia y el amor.

Los cocheros, vestidos de pantalón negro e impecable camisa blanca, hablan un mismo idioma frente al turista. Son anfitriones naturales en la ciudad. Conocen la historia y la repiten complacidos y orgullosos, una y otra vez. Ellos a su vez, han heredado el oficio de sus padres y abuelos, como lo hacen los médicos y los abogados que van transmitiendo el legado de generación en generación.

Los hay de apellido Valdelamar, Durango, Castellar y De Ávila, entre muchos otros.  Ellos nos cuentan cómo se han ido modificando los carruajes en su estructura y lo que va de las antiguas victorias utilizadas desde la Colonia hasta mediados del siglo pasado más voluminosas y pesadas, y los coches de hoy más livianos con una carga de arrastre de hasta 350 kilos. El cuerpo del coche se construye en abarco mientras que para las ruedas se utiliza madera de carreto o guayacán, y para tener un coche a punto se tardan un mes en construirlo dice sin titubear Julio De Ávila.

De Ávila tuvo el privilegio de ser el primero en conducir una hermosa victoria construida en Sevilla, Valle del Cauca, con timón hidráulico que facilita dar la vuelta en las esquinas, con el doble del espacio de las normales en su habitáculo, para acomodar a las novias elegantemente ataviadas en su camino al altar.

Eso fue en 2003, en la boda de la exreina y presentadora de televisión María José Barraza, cuando Gema Tours para su departamento de bodas y eventos matriculó el primer carruaje con los aperos necesarios para ser tirado por un hermoso corcel percherón. Desde entonces, los cocheros se han convertido en cómplices y confidentes de esos minutos de tensión y emoción que viven las novias y su corte antes de dar el sí a su amado en la ciudad más romántica de América.

Son muchos los poetas, músicos y cantautores que se han inspirado en la belleza de Cartagena y el paseo en coche no ha escapado a su musa, como en esa gran composición musical titulada Cartagena contigo, que nos dice que un cochero chambaculero nos llevará entre balcones, calles, rincones de su vida colonial.

No es difícil plasmar infinitas historias de amor mientras la voz del cochero chambaculero se mezcla con las notas musicales de los músicos callejeros, en su afán de contar dónde se casó Juan Pablo Montoya y el aire acondicionado que éste regaló a la iglesia de Santo Toribio, la casa donde vivió nuestro Premio Nobel Gabriel García Márquez, o la casa  estudio del maestro Alejandro Obregón, mientras avanza a paso lento pero seguro por sus calles estrechas, como dice otra de las famosas canciones Callecitas de Cartagena , llenas de gloria, pregonando por sus balcones toda su historia, Las Carretas, San Agustín, el Tablón, la Factoría. Callecitas de Cartagena, leyenda y canto. Las goletas desde este puerto, miran su encanto. Callecitas de Cartagena, una por una desde la Plaza de la Aduana, y la Media Luna y la Puerta del Reloj, donde el tiempo se durmió. Callecitas de Cartagena, de ancestros llenas, yo quiero recorrerlas todas de historia plenas…

De allí que enamorarse en Cartagena y de Cartagena es la constante, es amor a primera vista, la ciudad amaña y se cae en la tentación de quedarse; quien aquí nace no la cambia por ninguna otra; quien no la conoce la sueña y quien se va, vuelve una y otra vez, esa es mi Cartagena a la que hoy te invito a regresar.

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