Vanessa Restrepo Hoyos
Columnista / 1 de mayo de 2021

La inmortalidad del cangrejo

Hace unos días me encontraba sumergida en mis pensamientos, unos nada concretos que recuerde, cuando alguien me preguntó en qué estaba pensando. “En la inmortalidad del cangrejo”, respondí de manera automática. Al escucharme, me reí de mí misma. Tenía años de no utilizar esta expresión humorística tan popular en el habla hispana y ampliamente usada en la Costa Caribe.

No solo eso. Algo llamó mi atención al pronunciar esta frase antiquísima que se refiere a una persona que está completamente distraída o fantaseando en algo, mientras  las personas a su alrededor se mantienen atentas y participativas en una conversación.

Así que me puse a la tarea de indagar sobre su origen y de encontrar la razón por la cual la utilizamos coloquialmente para explicar cuando alguien se mantiene en un estado de ensoñación. Precisamente, creo que fue el hecho de no ver ninguna conexión entre la expresión en sí y su uso, lo que pudo haber despertado mi interés.

Pero mejor empecemos desde el principio. ¿De dónde salió esta locución tan familiar para nosotros? Según lo que encontré, viene de la mitología griega. Una vez el dios Zeus (padre de los hombres y los dioses del Olimpo), mantuvo una conversación con un cangrejo, quien le explicó que ellos eran inmortales porque no caminaban de frente, sino de lado, engañando de esta forma, al tiempo que nunca los hacía envejecer.

Por otro lado, en filosofía, como el cangrejo no tiene conciencia de sí mismo, no se da cuenta de que su existencia acabará algún día y por consiguiente, se considera inmortal.

Queriendo profundizar más, averigüé sobre la expectativa de vida de los cangrejos, pensando que, así como varias especies de tortugas, ellos también vivían cientos de años y que por eso, anteriormente se les consideraba inmortales, pero estaba equivocada.

Los cangrejos tienen una vida muy corta. Normalmente entre 3 y 12 años y algunos de ellos, como el cangrejo ermitaño, viven máximo hasta los 30.

Continué mi investigación y encontré que antes, se creía científicamente que los cangrejos eran casi inmortales gracias a su exoesqueleto (esqueleto externo continuo) que  recubre, soporta y protege, tanto a su cuerpo como a sus órganos internos.

Cada vez que un cangrejo se lastima o es lastimado, perdiendo algún miembro de su cuerpo que no sean sus tenazas principales, su caparazón o exoesqueleto se regenera, al igual que el de las arañas y las langostas.

Asimismo, a medida que va creciendo, el cangrejo va realizando el proceso biológico de modificar su exoesqueleto y por esto se pensaba que su regeneración ocurriría eternamente, interpretándolo algunos, como un ciclo sin fin. De ahí, su supuesta inmortalidad.

Pero pese a haber conocido acerca del origen de la expresión y  de haberme ilustrado sobre  la antigua creencia de la inmortalidad de estos crustáceos, seguía sin entender la relación entre el estar pensando en la inmortalidad del cangrejo y el estar ensimismado o “en la luna”.

Y, como a la final no encontré respuesta, decidí sacar mis propias conclusiones, unas tan pobres y débiles que no aguantan ni el más insignificante de los debates.

No obstante, aquí se las presento muy humildemente. De antemano me disculpo ante ustedes, pero en especial ante los paremiólogos, filósofos y lingüistas.

1.Cuando nos sumergimos en nuestros pensamientos, sentimos que el tiempo se detiene a nuestro alrededor. Esta pequeña pausa que hacemos en medio de nuestra incesante rutina al “soñar despiertos”, podría relacionarse con la forma en que camina el cangrejo, de lado, para detener el tiempo o engañarlo, tal como se lo expresó a Zeus.

2. El solo pensar en la inverosimilitud de que un cangrejo sea inmortal, nos lleva a buscar incansablemente una explicación válida para tal disparate y en esa búsqueda no hay más remedio que desconectarnos del mundo terrenal.

El interrogante sigue abierto para quien esté interesado en hallar la respuesta acertada, ya que por hoy, bastante he dejado vagar mi mente, intentando descifrar este enigma, al que, mientras le tiraba cabeza sin pena ni gloria, más de uno me preguntó si estaba pensando en la inmortalidad del cangrejo.

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