La pintora Michelle Betancourt, barranquillera de corazón, frente algunas de sus obras.
Michelle Betancourt Vergara heredó la vena artística de la familia en la que hay músicos y pintores. Cuando apenas tenía 12 años un día pintó en el tablero del Colegio Marymount, donde estudiaba, unos rostros imaginarios. La rectora de ese entonces, Sister Johanna, al enterarse quién lo había hecho, no se equivocó en vaticinarle a Michelle que sería una gran artista del pincel.
Primero estudió arte publicitario y luego diseño de modas, pero su interés por la pintura la llevó años después a recibir clases en el Instituto de Estudios Artísticos de Marcel Lombana en Barranquilla comenzando entonces sus trazos en la figura humana y poco a poco fue probando otras tendencias menos realistas hasta encontrar empatía con un estilo moderno a través de su imaginación, como es el arte abstracto.
Con el fin de generar sensaciones desde las formas y no desde la imitación de lo real, a lo largo de su carrera ha trabajado la técnica mixta combinando óleo, acrílico, dibujo, collage, spray y yeso con una paleta de colores interminable.
Michelle nació en New Haven, Conneticut, EEUU, pero se siente colombiana, porque creció en Barranquilla, donde hizo sus pinitos en la plástica; de hecho representó al departamento del Atlántico en el Concurso Nacional de Belleza de Cartagena en 1986.
“Me considero una persona muy piadosa, creo en un ser superior y soy creyente de la virgen. Por eso en mi obra está el tema espiritual y reflexivo. A la madre de Dios le he dado un puesto privilegiado. Esto no lo había hecho por negocio pues muchas las he donado a las iglesias, pero a la gente le ha gustado tanto que me piden mucho este tipo de trabajos”, dice la artista, mientras nos muestra la imagen de la Medalla Milagrosa que pintó en acrílico y a cuyo manto le dio brillo colocándole piedras swarovski.
Su experiencia, evidenciada en las numerosas exposiciones colectivas e individuales que ha realizado no solo en diferentes regiones de Colombia, sino en los Estados Unidos, han llevado a Michelle Betancourt a dictar cursos gratuitos online para la Fundación Súper Papá, que ayuda a niños hijos de inmigrantes latinos con aptitudes para la pintura y la música.
“Estoy feliz aportando mis conocimientos. Cada semana me conecto con mis alumnos que cada vez muestran su entusiasmo. Estas clases me llenan de satisfacción cada día. A raíz de la acogida ya me han solicitado empresas para que dicte cursos especializados por internet donde tengo mi página web, a través de la cual también muchos clientes de diferentes ciudades de Estados Unidos que ven mi obra me la solicitan. En YouTube también hago tutoriales, muestro cómo trabajo y doy unos tips.”
Como ciudadana americana, Michelle vive entre Miami y Barranquilla. A raíz de la pandemia tomó un vuelo humanitario y se fue a Miami, donde igualmente tiene su propio estudio en el que sigue haciendo coloridas pinceladas de su propia imaginación.