Carlos Polo
Columnista / 18 de marzo de 2023

La obra más recordada de ‘Figurita’ Rivera  

La ‘Figura’ de Orlando Rivera está a la altura de sus queridos contertulios de La Cueva; tras esa especie de halo poético-trágico que envolvió su muerte en 1960, en pleno Carnaval de Barranquilla, su ‘Figura’ no ha hecho más que crecer y ensancharse, en este caso, no se trata de ninguna ‘Figurita’ empequeñecida con el paso del tiempo, para nada, ¡no faltaba más! La leyenda de la vida de Orlando ‘Figurita’ Rivera, el pintor de murales de burdel, el diseñador y pintor de carrozas, el amigo de Obregón, de Cepeda, de poetas, cineastas, locos, cazadores, gobernadores y hasta de un futuro Nobel de literatura, no ha hecho más que buscar nuevas posibilidades para ir abriéndose paso entre lo real y lo mágico.

La partida prematura del pintor expresionista y costumbrista, al igual que la fuga de Cepeda Samudio, sin que ese summun de sus propuestas iconoclastas y disruptivas terminaran de descollar, en ambos casos, no impidió, que la lámpara del genio les alumbrara justo a tiempo para construir un legado. Y quizás no fue para nada una casualidad que frecuentaran la misma Cueva de creadores, de bebedores, al final de cuentas, de ‘sinvergüenzas’-transgresores de todos los pelambres.

‘Figurita’ Rivera nació en Barranquilla en 1920 y murió a los 40 años de una forma bastante singular. Este profesional de la locura, según el mismo Gabriel García Márquez, no solo fue un juerguista tenaz, ‘mama gallista’ consuetudinario, y un consagrado ‘catador’ de burdeles, en donde iba dejando su firma de ‘Dalí carnavalero’ y juguetón, y no faltó quien, incluso, le encontrara el parecido con el pintor español del surrealismo, en medio de aquellas juergas entre las ‘flores’ nocturnas que frecuentaban.

Su mote de ‘Figurita’ se lo ganó gracias a aquella revista ilustrada llamada Figuras, que él mismo publicaba en la década del 40, la misma que le canjeó una buena reputación y lo ayudó a codearse con lo más granado del arte y la cultura en Barranquilla. En la década del 50, el pintor, ya integrado al Grupo de Barranquilla, se instala junto a su esposa e hijos en el municipio de Baranoa, en el barrio Loma Fresca, en donde funge de profesor en el bachillerato de nombre homónimo, gracias a los buenos oficios de su amigo Eduardo Carbonell Insignares, gobernador del Atlántico en ese entonces.

Orlando ‘Figurita’ Rivera es a quien la Fundación La Cueva y la fiesta de la reflexión como espectáculo, deciden rendirle un merecido tributo escogiendo a su obra más recordada, como imagen central del XVII Carnaval Internacional de las Artes.

La mujer del arrebata machos, ese bello óleo de una mujer de ojos almendrados y soñadores, que luce una llamativa cayena roja en su oreja, es un cuadro inspirado en Rosita Mosquera, amante y musa del pintor. Rivera obtuvo el primer puesto en el último Salón de Pintores Costeños con esa obra que aún continúa colgada en los salones de La Cueva.

En el museo actual de Figurita, dirigido por su descendencia, reposa un cuadro con la misma musa como protagonista, la imagen representa a la misma Rosita Mosquera, pero esta vez, la bella mulata de ojos almendrados y mirada soñadora, está desnuda, en estado de embarazo y tras las rejas de una prisión.

La obra de Figurita estaba signada por la cultura popular, por el color, por el mismo carnaval y sus símbolos, por eso no es nada sorpresivo que haya decidido denominar con ese nombre: La mujer del arrebata machos, al que sea quizás el más recordado de sus cuadros. El nombre popular de la cayena Arrebata machos proviene del cortejo que se produce en el mágico momento de la danza y el sonido de los tambores, mientras las cumbiamberas coquetean ondeando sus polleras; históricamente sus cabellos y orejas van adornados por una linda cayena que enaltece su belleza y ese signo de la cumbia, la danza, la mujer y su eros, está plasmado en la obra de Rivera.

Bien conocidas eran las dotes de bailarín de ‘Figurita’ y como buen tirador de pases, soñaba el año entero con el regreso del carnaval para darle gusto al cuerpo y al alma. Amigo de las bebidas espirituosas, el profesor y pintor de ‘mariposas’ del neón y la noche, no perdía oportunidad para darle rienda suelta a su avezado vitalismo.

Hay quienes sostienen que ‘Figurita’ predijo su propia muerte, anunciando que le gustaría morir en carnaval y como una especie de capítulo del más puro realismo mágico, lo real, lo extraño, e incompresiblemente inesperado se conjugó y, efectivamente, el pintor de La mujer del Arrebata machos, murió un Sábado de Carnaval disfrazado de fémina, con el arrebato del licor aun bailando entre su pecho.

Corría el Carnaval de Barranquilla de 1960 y a ‘Figurita’ Rivera le encargaron la fabricación de la carroza el Tulipán Verde, para uso de la reina del Turismo de Bolivia. El sábado de 27 de febrero, en medio de la fiesta y el jolgorio, y ya culminando la Batalla de Flores, el curtido bailarín lanzó el último de sus pasos hacia la nada, y murió al caer de la carroza a la que él mismo le dio vida y color.  

Morir un Sábado de Carnaval, en plena Batalla de Flores, cayendo de una carroza, con la música tronando a todo volumen en cada esquina, en medio de los bailadores, los disfraces, las danzas de tradición, las cumbiambas y comparsas, es una situación tan poética como trágica, en este caso en específico, tanto, que ni la misma imaginación calenturienta de su amigo de parrandas y correrías, hubiera podido siquiera dilucidar… No obstante, así fue ‘Figurita’, genio y figura hasta la sepultura.

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