A mi padre Gaston Vega Schkourbough, lo recordé mucho el Día del Padre; hombre sabio, cantante de ópera, mi mejor amigo, excelente esposo y mi consejero. Nunca olvido sus palabras cuando me decía: la vida no es de méritos, sino de logros, de objetivos cumplidos, metas alcanzadas y sueños logrados; le tocó muy duro, en su época la ópera no era tan valorada como lo es hoy, en ese entonces pocos intelectuales se acercaban a escuchar ópera. Y el pago era lo de menos, cantar era lo importante, fue gran lector, amante del arte y de la buena música, gran amigo, sus más cercanos darían la vida por él. Apoyaba los familiares cada vez que lo necesitaban; su ópera preferida, ‘La Traviata’, fue la que más cantó, recibió éxitos y aplausos en toda Suramérica; amaba incondicionalmente al Perú, país que le abrió las puertas a su arte; México y Nueva York, también estuvieron entre sus preferidos. Recordemos que el país azteca nos lleva años luz en el arte, nunca he podido entender el porqué.
A pesar de ser cartagenero de pura cepa, quiso a Barranquilla hasta el tuétano, su gente, su folclor, le encantaba recorrer sus municipios, el Carnaval lo disfrutaba al máximo.
Tenía amigos en todos los barrios desde los más encumbrados hasta los menos.
Quería a todos por igual sin importar el estrato social, compartía su arte donde quisieran escucharlo, en momentos de fiestas deleitaba a sus amigos con su prodigiosa voz.
Escribía como los dioses, le encantaba la poesía, y era también un gran declamador.
Pero lo más importante era su don de gente, caballero, humilde, e intelectual, asiduo visitante de La Cueva, donde departía con sus amigos en aquellos años de juventud. Conoció el mundo con su arte, aunque no le gustaba montarse en los aviones. Durante su estadía en Perú, el padre Fray José Mojica fue su tutor y quien le dio una beca para estudiar ópera en el conservatorio en Lima.
Cuánto añoro sus tertulias, escuchar su canto, sus consejos (odiaba la política) su pasión era la música, los amigos y sobre todo su familia .