Juan Alejandro Tapia
Columnista / 15 de abril de 2023

Los ajedrecistas

Como en las partidas de ajedrez libradas en los años ochenta por Anatoli Karpov y Gari Kasparov, dos de los más grandes jugadores de la historia, Vladimir Putin y Volodimir Zelenski se enfrentan desde 2022 en una batalla de movidas y posiciones que, salvo que las piezas son de carne y hueso, se asemeja a los duelos de los dos maestros frente al tablero. Putin, como el hermético y gélido Karpov de la extinta Unión Soviética, parece seguro de su victoria; Zelenski, en cambio, actúa con la frescura y sagacidad de Kasparov, el enfant terrible que convirtió un juego de concentración en un espectáculo mediático.

Una guerra desequilibrada, en la que Ucrania no tiene ninguna posibilidad de imponerse por la vía militar, ha sido emparejada de manera hábil por Zelenski, actor cómico y bailarín devenido en líder mundial. Su éxito: llevar la confrontación a las redes sociales y los medios de comunicación. Vender una historia, la de su pueblo y la suya, que se funden en una, como la de David contra Goliat. Pocos casos tan contundentes para demostrar el impacto del storytelling en la geopolítica actual.

Sin embargo, lo mejor que puede ocurrirle a la humanidad es que esta partida termine en tablas. Porque de romperse el empate, bien sea a favor del inconmovible exagente de la KGB que maneja el Kremlin a su antojo o del carismático protagonista de la serie televisiva Servidor del Pueblo, disponible en la parrilla de Netflix, el orden mundial colapsaría.

A diferencia de Karpov y Kasparov, Putin y Zelenski no juegan a ganar, sino a sacar ventaja. Una devastadora arremetida de las tropas rusas sometería a Kiev antes de que sus aliados tengan tiempo de intervenir, pero tal barbarie haría que la OTAN arrope por fin a Ucrania y se desate, ahora sí, la Tercera Guerra Mundial. Por un lado las fuerzas de occidente, con Estados Unidos a la cabeza, y por el otro el imperio del nuevo zar, quizá acompañado por China. Es decir, la tormenta perfecta, sálvese quien pueda. Putin regula su poderío para no correr ese riesgo, por eso no aplasta a su enemigo, va paso a paso.

Zelenski, el líder valeroso que no huyó como las ratas y que desde hace un año come y duerme enfundado en un camuflado para darle ánimo a su ejército, sabe que la moral de occidente está de su parte. Que el llamado mundo libre no permitiría jamás que un país invasor, por muy gigante y poderoso, tome el control a sangre y fuego de una nación democrática, soberana y amiga. Sobre todo si esa nación no queda en África o Asia, sino en el corazón gasífero de Europa. Zelenski, como Putin, es consciente de que ganar solo sería posible con la inclusión de su país en la OTAN, pero a la vez significaría la aniquilación de su pueblo y probablemente del planeta, por eso su estrategia es mantener en vilo a Rusia con la posibilidad de su ingreso a la organización mientras la comunidad internacional tiende puentes de negociación.

A sus 71 años, Anatoli Karpov es miembro del partido político de Putin y ocupa un cargo público relacionado con la difusión del ajedrez en su país. Su rival de hace casi cuatro décadas, el que le arrebató el título de campeón del mundo en 1985 y redescubrió el juego para las nuevas generaciones, lo sigue siendo en la arena política. Kasparov, de 60 años, con domicilio en Nueva York, para muchos el ajedrecista más brillante de todos los tiempos, no desperdicia oportunidad, como Zelenski, de hablar frente a una cámara en contra del presidente ruso. «Esta es la serpiente que el mundo libre anidó en su seno, tratando a Putin como un aliado, un igual, mientras difundía su corrupción. Ahora ataca de nuevo, demostrando que no puedes evitar luchar contra el mal, solo puedes retrasarlo mientras eleva su apuesta. Gloria a Ucrania». 

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