Wilson García
Columnista / 18 de diciembre de 2021

Los cultos de la conmoción positiva para el teatro

El papel de lo cultural, lo intelectual y lo artístico dentro de una sociedad es de suprema importancia y así lo viven aquellos países que concentran la fuerza de desarrollo motivacional, investigativo y educativo a partir de crear oportunidades para el libre desarrollo de las capacidades inventivas – creativas entre sus habitantes.

El crecimiento y la evolución positiva de la sociedad a partir de sus culturas, más que de sus economías, debería ser línea de política de Estado, y no de gobiernos de turnos, eso sería muy inteligente, tanto racional como emocionalmente, lo que permitiría cristalizar la honestidad del individuo e integrar la confianza como un principio esencial para las acciones de justicia.

En la semana de conmemoración de los cinco años de la JEP y tres años de la Comisión de la Verdad, se vieron tres obras escénicas (Salida Al Sol, La Resurrección de los Condenados y Develaciones) encargadas a varios artistas reconocidos, con el objetivo de alcanzar alguna “Conmoción Positiva” en la sociedad por medio de la expresión poética, política y artística dejando eco del sentir de muchas culturas frente a los actos acumulados de violencias, abusos y maltratos, no reconocidos ni asumidos, que nos afectan. Hechos que siguen siendo evadidos de toda responsabilidad y que aterradoramente ha instalado entre nosotros el desprecio a la vida como un modo de operar para intimidar y amedrantar la integridad del ser en este país.

Llevamos más de 100 años de violencia con sus variantes y modalidades incluidas, aplicadas de una manera desmedida y sin medidas que la frene, porque el uso de la muerte como solución a toda discusión ya es una acción endémica y sistemática que las generaciones de colombianos ha adoptado y normalizado, incorporando esto a su esquema de negocio por conveniencia e interés propio.

Desde que la sociedad permitió no esclarecer en 1914 la muerte de Rafael Uribe Uribe a hachazos en el Capitolio Nacional, se ha dado por entendido que aquí toda discordancia, discrepancia o desacuerdo se arregla con hachuelas, machetes, cuchillo, bala o bombas.

Para su información hay varias investigaciones que exponen hechos y desechos de las guerras en Colombia, una de Rafael Pardo (Historia de las Guerras) otra de Antonio Caballero (Guerras y Constituciones Historia de las Oligarquías) y la reciente de Jorge Orlando Melo (Las razones de la guerra), con lo que podemos construir conceptos que permitan detener la repetición de lo inconcebible.

Para el teatro colombiano también la muerte y las guerras han sido un insumo escalofriante y de desafiante inspiración, así se puede leer en los tres gruesos tomos de recopilación de dramaturgias con más de 150 obras sobre “Teatro y violencia en dos siglos de historia de Colombia”, investigado por Carlos José Reyes. De esta manera los intelectuales y escritores aportan contenidos para que sean utilizados en conversaciones, reflexiones, debates y documentos que ayuden a entendernos y respetarnos, pero lamentablemente no todos leen, no todos entienden, y muy pocos van al teatro, lo que genera ya una brecha comunicacional.

Pasemos entonces al teatro como medio ilustrativo y reflexivo de conflictos sociales, si este es utilizado como eje de dialogo que facilita el entendimiento es una bella herramienta que abre mentalidades, pero manipulado como ley de poder para persuadir el conocimiento masivo hacia un solo pensamiento como verdad única, es un arma demoniaca que en vez de salvar situaciones abusa de la ignorancia y la conduce a su histeria desmedida y enceguecida.

Que bueno que la conmemoración de la Comisión de la Verdad pensó en el teatro y las artes para crear reflexión, sobre todo cuando entendemos que la verdad no es absoluta en casos de guerra y masacres. Pero dando vueltas y revueltas a todo lo visto y vivido, con las pocas presentaciones realizadas, la baja  asistencia y la menos presencia de prensa editorial que se pudo lograr, constato que se necesitan acciones públicas que permita ampliar la dimensión, impacto y el efecto multiplicador de bondades de la conmoción positiva, para que sea de verdad un acto reflexivo desde lo artístico. Porque es navegar contra corriente bufarse entre pocos de la oligarquía y sus clases dominantes con cuadros escénicos impactantes, si estos organismos del poder abusivo y maltratador no reciben en el centro de sus principios, razonamientos y acciones, lo que es capaz de hacer el carácter de pensamiento artístico colectivo al conmover desde lo cultural a la ciudadanía detonando la fuerza que resguarda la vida por encima de todo interés material o suscribiendo actos de reconstrucción, reparación y sanación, que al final son las actitudes que más necesita nuestra sociedad.@eldelteatro

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