Patricia Escobar
Columnista / 24 de octubre de 2020

Los valores que no tenemos

Respeto, amor, libertad, justicia, tolerancia, responsabilidad, lealtad y honestidad son tal vez los valores fundamentales en una sociedad que quiere avanzar y que busca la equidad en un mundo lleno de desigualdades.

Esas palabras, que se repiten con frecuencia y que suenan vacías porque no se reflejan en acciones, tienen un peso tan grande en el ser humano que son capaces de marcar la diferencia en cualquiera de los campos donde nos desarrollamos.

Adicionalmente, son valores que se forman desde la primera infancia, aunque los chiquillos no comprendan bien su significado. Y esa formación no es de “cantaleta” y/o castigos. Se transmite, fundamentalmente, con el ejemplo y la explicación de las correctas actuaciones. Y lo que hoy vemos son padres sin valores pretendiendo que sus hijos “sean los mejores”.

¿Cómo puede un adulto pedirle respeto a un niño, si él mismo no respeta, por ejemplo, a sus mayores o las normas de la sociedad en la que se mueve? Los chicos de hoy se dan cuenta de todo mucho más pronto de lo que imaginamos. Y ellos saben cuándo estamos infringiendo una norma.

¿Cómo infundir tolerancia, si no tenemos paciencia ante las impertinencias de nuestros niños y queremos que sean iguales a nosotros? Y tolerancia no es aguantar pataletas, malacrianzas, groserías, o dejar que los niños hagan lo que se les venga en gana.

Tolerancia es el valor que concede dignidad, libertad y diversidad en una sociedad, asumiendo que todos somos diferentes. La tolerancia significa que abrazamos opiniones, estilos de vida y creencias diferentes a las nuestras para relacionarnos como seres humanos, y tiene en las explicaciones, en la sana confrontación, una gran sustentación.

A estas alturas de mi vida, y sin ser de las que piensa que todo tiempo pasado fue mejor, creo que la familia está en crisis y que ni siquiera esta pandemia nos ha movido las fibras más profundas para hacernos reaccionar. Creo que, si no comenzamos a cambiar, en unos 30 años el mundo estará dominado por individuos cada día más violentos, más injustos, más “salvajes”.

Hablamos de corrupción y la promovemos dando coimas a funcionarios a los que se les paga por su trabajo, o a quienes deciden sobre un empleo o un contrato, pasándonos las normas por la faja, mostrándonos más vivos que los otros, no haciendo fila, no guardando distancias

Pedimos paz, pero reaccionamos violentamente ante cualquier comentario con el que no estamos de acuerdo, o ante cualquiera actuación de otros que no nos guste o nos moleste. Algo común es la pitadera inmediatamente cambia un semáforo, o los insultos a quienes nos detienen para verificar papeles.

¿Qué justicia hay entre patronos que no pagan un sueldo justo con el argumento de que no hay plata, mientras ellos se dan la gran vida sin renunciar a nada, o en padres que llegan a la casa y pueden ver a su compañera rompiéndose el lomo, y ellos se tiran en el sofá a ver un partido de fútbol?

Cuando se ama, se cuida y respeta la naturaleza, el medio ambiente, la ciudad donde vivimos, ¿cuántos adultos hoy muestran esos valores?, ¿Cómo esperan que sus hijos tengan y demuestren amor?

Sería bueno que miráramos objetivamente al interior de nosotros mismos y de nuestras familias, para darnos cuenta en qué estamos fallando y cómo podemos mejorar.

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