Patricia Escobar
Columnista / 8 de agosto de 2020

Más allá del hecho

En el suroriente de Barranquilla existe un barrio de nombre Boyacá, y otro en el suroccidente, llamado 7 de agosto. Lástima que yo haya sido tan respetuosa en el cumplimiento de la cuarentena (llevo ya más de 150 días encerrada) y no haya podido salir para recorrer las calles de esos barrios y preguntarles a sus habitantes el origen de los nombres.

Yo podría asegurar que, salvo sus primeros habitantes, si es que todavía existen, saben sobre el 7 de agosto y la Batalla de Boyacá. Podría imaginar sí, que esos nombres fueron colocados porque los primeros moradores se asentaron allí un 7 de agosto.

Cuenta la historia que el 7 de agosto de 1819, en un hermoso paraje de Boyacá, —un departamento que cuando vuelva la nueva normalidad todos deberíamos visitar-, se libró la batalla más importante en el proceso de la independencia de Colombia.

El cuento así contado en forma bien cortica lo ignoran muchísimos colombianos, entre otras cosas porque en los colegios la materia Historia de Colombia, como muchas otras, desapareció del pénsum. Grave error.

Soy de las que piensan que memorizar o repetir como loros no hace bien en la educación de jóvenes y niños, entre otras cosas porque hoy buscar cualquier dato y hacer operaciones matemáticas no es ningún problema. Todo se encuentra en el computador. Lo que, sí es grave a mi juicio, es que se ignore la historia, que no se haga un acercamiento crítico hacia ella, y que por ello, vivamos sin compromiso.

“Quien no conoce la historia está condenado a repetirla”, dicen. Y también dicen que “nadie ama lo que no conoce”. Y yo particularmente siento que estas dos ideas son claves para entender por qué los colombianos somos tan poco nacionalistas, tan poco comprometidos con el país, tan ligeritos y esnobistas a la hora de opinar y tomar posturas.

Si la mayoría de los colombianos supiéramos lo que nos costó independizarnos y llegar a ser un estado soberano, por ejemplo, defenderíamos hasta con nuestras vidas, los sueños e ideales de quienes sin mayores estudios y capacidad de análisis sí la dieron en su momento.

Y es que esta columna no es un análisis político. Podemos o no estar de acuerdo con lo que llevó a Bolívar a buscar lo que él pensaba era la libertad, y la forma como lo logró. A lo que voy es que él estaba convencido de que luchar contra el dominio español era lo mejor y lo hizo para conseguirlo, y con sus argumentos consiguió que un grupo de hombres y mujeres le copiaran su idea. No renunció a su ideal a pesar de los años, los desengaños y las vicisitudes que afrontó. Hoy la mayoría de nosotros renuncia a cualquier cosa frente al primer inconveniente.

Al ignorar la historia, dejamos de saber cuánto costó llegar a lo que hoy tenemos, y comentemos los mismos errores que otros cometieron para obtener o perder lo que se tiene o se perdió.

Estoy convencida de que uno debe saber de dónde viene y así dónde quiere ir. Estoy convencida de que uno debe luchar por sus sueños y que no debe renunciar a ellos. Creo firmemente que fechas como el 7 de agosto, o hechos como los de la Batalla de Boyacá deben servirnos para mucho más que celebrar o bautizar un barrio.

Sería muy importante aprovechar la ocasión para reflexionar un poco, para estudiar y adquirir compromisos de vida y con el país que vivimos.

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