En su oficina del Teatro la Castellana, uno de los escenarios que hace parte de la Fundación Teatro Nacional que Fanny Mikey creó junto con la Casa del Teatro y el mismo Teatro Nacional.
Al cumplirse 12 años del fallecimiento de una de las promotoras de la cultura más importante que tuvo Colombia y Latinoamérica, Wilson García, su amigo y quien estuvo vinculado al Teatro Nacional como directivo programador de mercadeo y publicidad, rinde homenaje a la peliroja más famosa a quien llamaban la ‘Dama de las tablas’.
Los días 16 y 17 de agosto de 2008 se convirtieron para mí en una fecha para celebrar la vida honrando la muerte. Ocultarse a los ojos de los vivos no quiere decir que desaparezca el valor y la fuerza de las acciones realizadas en vida por algunos seres especiales a los que debemos honrar por sus obras, porque mientras vivan en la memoria y en las emociones todo lo que esas personas han construido, nunca desaparecerá su imagen y siempre tendrán voz entre nosotros, porque son seres que al nacer rompieron sus moldes y al vivir dieron más de lo que recibieron.
De tantas cosas que me dijo Fanny Mikey durante los años que trabajamos y compartimos vida, lo que más recuerdo es: “Asegúrate de que todo lo que hagas sea para el bien de todos y que siempre sea más lo que das que lo que recibís”. Compartir al lado de personas con virtudes y principios ejemplares es un privilegio y aprender de ellas es un arte duro de sostener ante tanto acto irracional hoy en día. ¿Si Fanny viviera hoy qué diría?, tal vez lo mismo que antes: que “todo es posible menos la guerra”, que “todo es un acto de fe”, que “nunca hay que tirar la toalla”, que “nos enamoremos de las ganas de vivir”, que “cuatro ojos ven mejor que dos”, que “mientras puedas bailar baila”, que se casó con el teatro, que es la única judía que reza a la virgen María Auxiliadora, que se haría el harakiri en plaza pública si su gobierno no ayuda al teatro de su país, que vida no hay sino una… “Luchá… vencelos por cansancio” y “Aquí vamos por la vida”.
¡Pero más que lo que dijo nos queda lo que hizo! En sus últimos 30 años de vida, su onda expansiva de transformación y creación desde la vida teatral fue tal, que la sociedad colombiana la integró en su vida cotidiana al nombrarla con cariño la Señora del teatro en Colombia. Ser respetada(o), reconocida(o) y famosa(o) en Colombia por hacer teatro no es algo que ocurra regularmente y quizá no sucedía desde la época de Carlos Emilio Campos “Campitos”, y si se alcanza, eso habla bien del momento que se vive en el desarrollo de un pensamiento colectivo que, gracias al valor de la cultura y el buen manejo de sus emociones, responde favorablemente aportando con su saber a un mejor desarrollo del ser.
Gracias a todo ese coletaje del huracán Fanny, hoy vemos resultados positivos en un país teatral muy diferente al que vivió Colombia antes de los años 80. El público ha tenido a la mano más repertorio nacional e internacional y la gestión desde el Teatro Nacional ayudó en la subvención de las entradas bajando su costo gracias a patrocinios y ayudas oficiales. Ella realizó giras nacionales e internacionales dando a conocer el talento colombiano en el exterior, con sus iniciativas los artistas del mundo intercambiaron cultura con Colombia y los artistas colombianos tuvieron trabajo, estudios y elevaron su nivel profesional. Con su energía y capacidad concibió y realizó eventos de ciudad como los festivales, fue la única que logró poner en un mismo afiche el apoyo por igual de empresas públicas y privadas que obviaron, educada y generosamente, la rivalidad comercial durante el Festival Iberoamericano de Teatro, tanto, así como logró que esos eventos bajaran los índices de violencia en el país por esos días.
Fue la pionera del concepto “economía creativa” incorporando el manejo del punto de equilibrio para su proyecto teatral, superando la barrera de los costos y otorgando protección y vida laboral plena tanto a artistas, técnicos, administrativos como a toda la cadena creativa y productiva de las artes vivas. Por su visión artística fusionada con su capacidad gerencial y empeño, ella logró mantener una organización teatral con resultados favorables que con sus temporadas ininterrumpidas en sus tres sedes de teatro presentó múltiples formatos y expresiones, sembró manifestaciones culturales reflexivas, promulgó escuela y formación desde el intercambio de saberes, a la par que creó el hábito de hacer del teatro parte de la vida acercándonos al entretenimiento y formándonos en el buen uso del tiempo recreativo con el único objeto de que fuera un aporte constructivo y de mejoramiento para la experiencia de vida en Colombia.
Sumando los 12 años de fallecida, en estos últimos 50 años (1970-2020) son más los buenos resultados (más que los de una política de estado), y las bondades que la Señora del teatro ha aportado a la sociedad colombiana a partir de su convicción, visión y principio de vida, acercándonos a los creadores, los públicos, los artistas, haciendo que el teatro sea para todos y de ello damos cuenta los que honramos y celebramos la vida de la actriz, directora y productora Fanny Mikey.
Eso sí que es dar más de lo que se recibe, ya que en medio de un gobierno que a pesar de tener en su intención el objetivo de implementar un plan de economía creativa, el país artístico y cultural no ve aún que se haya integrado en su política esencial el que los colombianos podamos ejercer cultura con apoyo oficial para superar la enfermedad de los costos, y movernos libremente en el derecho universal a la Cultura, la Ciencia, la Investigación y la Educación como pilares de formación de una sociedad sana que se proteja a sí misma desde sus capacidades y que vele por el cuidado del ser antes que por las de la ambición del tener.
Me lo dijo Fanny:
“… Nunca te rindás, vencé por cansancio y nunca dejés de ser lo que sos: un animal de teatro.”