Las noticias sobre violencia, intolerancia y matoneo son cada día más numerosas, más impactantes y más dolorosas. Pienso que lo peor que nos ha dejado esta pandemia y su consecuente aislamiento ha sido el generalizado daño a nuestra salud mental que incluye el bienestar emocional, psicológico y social de una persona, y la manera como se relacionan y toman decisiones.
Estudios serios demuestran que, las enfermedades o trastornos mentales representan un alto problema de salud en países tan “avanzados” como los Estados Unidos.
La misma Organización Mundial de la Salud, que desde hace dos años prácticamente todos los días habla del Covid, ha dicho que la pandemia ha agravado la situación mundial de la salud aumentado los nuevos casos de este tipo de afecciones y empeorando las preexistentes.
En Colombia, las “afectaciones en el talento humano en salud, en las personas con covid-19 y sus familias y en la población general por el temor, la angustia y la ansiedad que generó la enfermedad y el aislamientohan aumentado considerablemente”, según el propio Ministerio de Salud. En nuestro país, todos estos efectos de la pandemia se conjugan con el diario vivir, con nuestros problemas de salud mental históricos como pueden ser la violencia, la depresión, el suicidio, el consumo de sustancias psicoactivas, el alcohol, entre otras.
Sin embargo, la Defensoría del Pueblo ha reconocido que este problema no sido lo suficientemente atendido y que ya es hora de que se genere una política pública de Salud Mental. O sea que, el panorama pinta oscuro, más oscuro que cuando se inició la pandemia y no sabíamos ni teníamos como atenderla. En un informe de esa entidad se evidencia que las EPS no cuentan con suficientes redes de prestadores de servicios, lo que genera falta de oportunidad en la atención de pacientes. Tampoco existe continuidad en los tratamientos de quienes padecen enfermedades mentales y se evidenciaron deficiencias en la atención de los programas de drogadicción.
Con o sin cifras, a la vista de todos está que la violencia contra las mujeres ha aumentado en los dos últimos años, que también hay un aumento alarmante de suicidios sobre todo entre adolescentes. Los casos de intolerancia son el pan de cada día, y las angustias y depresiones están prácticamente en cada hogar colombiano. También ha aumentado el matoneo y la agresividad infantil, y la depresión y la angustia entre la gente joven.
Las acciones para evitar que esta bola de nieve siga creciendo tienen que ser tan rápidas y efectivas como las que se tomaron para atacar el virus. No podemos seguir dejando que el problema, que muchas veces en sus primeras etapas es casi “invisible”, siga creciendo.
Los especialistas en salud mental afirman que hay que estar muy atentos a cualquier síntoma “no común” de nuestros familiares cercanos, Encerrarse más de la cuenta en una habitación, dejar de comer o comer demasiado, no tener ganas de compartir con la familia o los amigos, y contestar con “tres piedras en la mano”, como se dice popularmente, son señales de alarma. Y la medicina que tenemos a mano es el diálogo. Hay que comenzar a hablar, hay que exponer las cosas. Y hay que consultar, así como se consulta para una gripa o cualquier otra enfermedad física.
Depresión, ansiedad, hiperactividad y déficit de atención son comportamientos que debemos atender con urgencia. Los síntomas de estos trastornos pueden variar dependiendo de cada paciente, considerando factores importantes como sus circunstancias, entorno, predisposición genética, entre otros. No obstante, existen algunos síntomas cardinales que determinan la presencia de un trastorno mental y pueden ser detectados por los seres cercanos a la persona, como el aislamiento, la agresividad, la apatía y los cambios repentinos de humor.
A pesar de su importancia, la salud mental es una de las áreas más desatendidas de los sistemas de salud pública del mundo, según la OMS. Ese organismo ha señalado que, una de cuatro personas podría sufrir un trastorno mental a lo largo de su vida, y el suicidio es la segunda causa de mortalidad entre jóvenes de 15 a 29 años. Así que es hora de que en casa comencemos a hablar del tema, comencemos a ponerle atención y comencemos a presionar para que nuestros gobernantes entiendan que esto es tan grave o más que el mismo Covid.