Patricia Escobar
Columnista / 14 de noviembre de 2020

Nostalgia…

Los psicólogos afirman que la nostalgia expresa un anhelo del pasado que suele ser poco realista ya que se encuentra idealizado. Esto quiere decir que el sujeto siente nostalgia por algo que nunca es del todo real. Por ejemplo: si una persona siente nostalgia por su niñez, recuerda sólo los buenos momentos y excluye las penas de aquella época.

Y eso nos puede estar pasando a muchos por estos días.

Antes de que apareciera el Covid-19, cuando entraba octubre llegaban la rumba, la alegría, las conjeturas, las cosas descomplicadas, los afanes por estar aquí y allá al mismo tiempo. Comenzaba octubre y las billeteras como por arte de magia se volvían generosas, aparecían profesionales en reinados, en el futuro, en menjurjes.

El clima además era otro, se sentían brisas frescas, el sol era brillante, todos comenzábamos a soñar, y los más ilusos comenzaba dietas para recibir diciembre con buena figura.

Hoy, cuando ya estamos llegando a mediados de noviembre, extrañamos ese ambiente.

Pasaron fechas como el de las brujas, los ángeles, los difuntos, y comenzó la nostalgia para muchos que, como yo, asumíamos que los “bre” significaban gran actividad, adrenalina, reactivación. Y ahora en noviembre extrañamos, por frívolo o elemental que parezca, el Reinado Nacional de Belleza y el inicio del reinado de una nueva barranquillera que siempre aspiró a ser Reina del Carnaval.

En noviembre, la agenda informativa tenía que ver con mujeres. La reina del Carnaval de Barranquilla y las candidatas que se disputaban la corona de la mujer más linda de Colombia. Ni la toma del Palacio de Justicia ni la avalancha de Armero lograron impedir esos hechos y apagar la sensación de alegría de la época.

A pesar de todo lo superficial que parezcan estos dos acontecimientos, no podemos negar que eran “medicinas” para el olvido de una cotidianidad a veces aburrida; materia prima para el chisme, el comentario, la picardía, todo ello necesario para una buena salud mental. Pero a otro nivel, el Reinado Nacional se extraña porque era motor económico de Cartagena, vitrina para ciudades como Medellín y Cali que invertían millones para promocionarse; trabajo bien remunerado para diseñadores de moda, peluqueros, asesores de reina, músicos, escenógrafos, técnicos y hasta para los medios.

También noviembre y su Reinado vendieron a Cartagena ante el mundo. Sus hermosos escenarios naturales permitían el lucimiento de las candidatas. El reinado mostró las dos caras de Cartagena: la mágica y la popular. Las reinas se presentaban en escenarios de lujo, pero también visitaban los barrios más pobres y las obras sociales que atienden a población vulnerable que recibieron donativos importantes no solo de la organización sino de filántropos que a lo lejos vieron las necesidades de una ciudad que conocieron a través de un concurso de belleza.

Y además de esas “frivolidades” que nos generan nostalgia, en noviembre ya se sentía el olor de la Navidad con la decoración de residencias, locales comerciales y rincones emblemáticos. Algunos, en estas condiciones ya han colocado detalles tradicionales, pero la verdad es que, desde la cuarentena, la fuerza de otros años se extraña.

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