Sonia Gedeón
Columnista / 27 de marzo de 2021

Por los caminos de Jesús en Jerusalén

A las puertas de la Semana Mayor, ningún sitio como Jerusalén me invita a hurgar en mi memoria recuerdos de viajes, para regresar a las estampas bíblicas de la historia sagrada y revivir episodios de guerra y paz, en un lugar donde conviven el judaísmo, el cristianismo y el islam, como Dios nos lo enseñó: amaos, los unos a los otros.

Basta con cruzar la Puerta de los Leones, una de las ocho puertas de la Jerusalén amurallada, construida en el siglo XVI por el sultán Soleimán El Magnífico, para vivir en tiempo real, la experiencia de una verdadera Torre de Babel. Allí, a lo largo de la estrecha, tortuosa y sinuosa Vía Dolorosa se encuentran las 14 estaciones del viacrucis, las mismas que recorrió Jesús con la cruz acuestas, en la procesión del Viernes Santo.

Dentro de esta muralla de 4,5 kilómetros de largo y 12 metros de alto, en el barrio cristiano también encontramos la fortaleza de Antonia, donde Pilatos condenó a Jesús frente al pueblo, y la iglesia del Santo Sepulcro, donde fue crucificado. Para visitarla, si eres mujer debes llevar la cabeza cubierta con una pañoleta anudada debajo del mentón, independiente del rito religioso que practiques.

De las siete puertas restantes que alberga la muralla, llamadas: Herodes, Sión, Jaffa, Nueva, Misericordia, Damasco y Moros, las dos más conocidas en importancia son la de Damasco y la de Sión o David.

La de Damasco es mi favorita. Desemboca directo en el sector musulmán y es no solo la más concurrida, sino que adentro sobresale la cúpula dorada de la mezquita de Omar, donde se dice que el profeta Mahoma inició su jornada nocturna de oración y ascenso a los cielos desde la roca donde quedaron impresas las huellas de su píe. Allí mismo, está la piedra sobre la cual Abraham intento sacrificar a su hijo Isaac por orden divina. 

Esta mezquita construida sobre las ruinas del templo de Salomón en el siglo AD 691 es uno de los sitios de peregrinación más cotizados del islamismo y en la restauración de su cúpula fueron necesarias 176 libras de oro de 24 quilates. Para los mahometanos, un rezo en esta mezquita equivale a un día de oración, es decir, quedan eximidos de cuatro de los cinco rezos diarios, a que están llamados.

Andar el soco en el lado musulmán de Jerusalén es una delicia. El comercio de los árabes es variado, se puede regatear, te ofrecen café, té y exquisitos dulces de pistacho, nueces y almendras bañados en almíbar. Es un buen sitio para comprar pan pita recién horneado, especies como el zatar, el ajonjolí, la pimienta árabe y la infaltable agua de rosas.

Fue hasta 1967, después de la guerra de los Seis Días, que los israelitas luego de desalojar a los jordanos, tomaron posesión de la Puerta de Sión o David que lleva al famoso muro de los lamentos, único vestigio del antiguo Templo de Salomón y sitio de oración de miles de seguidores del judaísmo, mientras los turistas dejan por igual sus intenciones en las ranuras de las piedras que lo sostienen, como un acto de fe.

Aquí también se pueden visitar las ruinas del Templo de David con su famosa e intacta torre del reloj y campanario, que hay que admirar en su verdadera dimensión. De otra parte, y gracias a excavaciones arqueológicas se puede hoy disfrutar de un agradable paseo por la Calle del Cardo, vía principal de la Jerusalén Bizantina ahora conocida por sus cafés y tiendas sofisticadas.

Una vez fuera de la ciudad amurallada, de los sitios de obligatoria visita y mayor misticismo son: el Monte de los Olivos, donde Jesús celebró la última cena, y a sus pies el Huerto de Getsemaní, donde oró la noche antes de su crucifixión. En este entorno de olivos y molinos de aceite, también se encuentra la Basílica de las Naciones donde Jesús enseñó a sus discípulos el Padre Nuestro.

No menos importante en este paseo que recrea la vida de Jesús son la Tumba del Rey David, de la Vírgen María y el Cenáculo, mientras de camino a Belén entre montañas amarillas en el desierto de Judea se perfilan en la distancia los beduinos y sus rebaños de ovejas, para luego encontrar la gruta donde nació Jesús, hoy conocida como Basílica de la Natividad. Adentro y a ras del piso, sobre una base de mármol, en bronce, hay una estrella con una llama eterna, demarcando el sitio donde el creador vino al mundo. La Gruta de Leche y las piscinas del Rey Salomón son otros de los atractivos por los caminos de Belén.

Hoy como ayer, y en momentos en que el mundo católico se prepara para revivir la pasión, muerte y resurrección de Cristo, Jerusalén cobra protagonismo como un crisol de credos que recoge la esencia del nacimiento de la fe en sus distintas manifestaciones y creencias.  

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