Un crujío es el sonido de un corazón partío, un lamento que sale del pecho y no entiende de gramática, sino de sentimiento. Rosalía, a la que su gente antepone el artículo «la» quizá para que no quede duda de que no hay otra ni habrá, lo ha vuelto a poner de moda, al crujío frío y seco de su dolor, con su interpretación aflamencada, en la gala de los Grammy Latino en Sevilla, del tema de Manuel Alejandro ‘Se nos rompió el amor’.
El propio compositor, ya en sus 91, alabó la presentación de la catalana y sin tapujos declaró a los periodistas que «la escenificó incluso mejor que Rocío Jurado”, lo que ha levantado un polvorín en la prensa rosa y las redes sociales por la comparación con la que no por nada es recordada, sobre todo en España, como ‘La más grande’.
Fue cuidadoso al elegir el verbo, don Manuel, que de las palabras ha vivido y lleva a cuestas la gloria no solo de Rocío Jurado, sino de nada más y nada menos que Raphael. «Escenificó», dijo, que para la Real Academia es «dar forma dramática a algo, especialmente a una obra literaria, para representarlo». Y hasta razón tiene, porque Rosalía dejó constancia de su desgarro emocional con ese crujío dirigido a su exnovio, presente entre el público, Rauw Alejandro.
No dijo «cantó», don Manuel. Y nada le costaba, lejos del bien y el mal como hace décadas está por su talento sobrenatural (‘Yo soy aquel’, ‘Que sabe nadie’, ‘En carne viva’, ‘Estar enamorado’, ‘Como yo te amo’, ‘Señora’, ‘Lo siento mi amor’, ‘Si amanece’, por mencionar solo algunas de las canciones que les entregó a sus dos intérpretes de cabecera). Y no lo dijo porque cantar cantar, lo que se dice cantar, nadie canta como la de Andalucía. Si hasta Raphael temblaba cuando La Jurado, con mayúscula, escalaba la cumbre de ‘Como yo te amo’ cada vez que la hacían a dúo.
No es justo con una obra musical todavía en construcción como la de la ‘Motomami’, pese a sus incontables logros y a ser, sin duda, la heredera natural de las grandes voces femeninas del canto y hasta del cante, una odiosa comparación prematura. Le falta camino, un par de rupturas más, levantarse otra vez, redondear la faena. Pero tampoco es justo que sus adoradores, que bien ganados los tiene, crean que con ella o con la otra diosa, Shakira, nacieron el empoderamiento y la venganza.
Hace tiempo que no siento nada al hacerlo contigo, escupía en la cara de su marido La Jurado de los años 80 a falta de un incendio en la cama; valió la pena conocerte, valió la pena hasta engañarle, susurraba al oído de su amante; ahora es tarde, señora, ahora nadie puede apartarlo de mí, respondía sin cortarse un pelo por poner los ojos y las manos en un hombre casado. Y es que ya desde finales de los 60, cuando su cabellera azabache, sus ojos almendrados y la profundidad de su escote empezaron a aparecer con frecuencia en la televisión española, la andaluza dejó claro que no había rienda para esa yegua, y que si de vez en cuando lloraba, también facturaba.