Patricia Escobar
Columnista / 23 de enero de 2021

Se vale soñar

La recuperación integral del Centro de la ciudad, incluyendo sus mercados; la activación y una cara nueva para la Ciénaga de Mallorquín, que muchos habitantes de esta urbe no conocen; la prolongación con grandes espacios para la gente del Gran Malecón, y la continuación de programas como Barrios a la Obra y Parques para la gente, son proyectos, programas u obras que nos permiten soñar con una Barranquilla más hermosa, más amigable, más grande, más próspera.

Sin embargo, y sin poner en duda que estas obras se realizarán, a mí, particularmente, me preocupa que ellas no vayan acompañadas de una gran campaña educativa, incluyente, impactante, que haga que cada uno de los habitantes de la capital del Atlántico entendamos que lo que algunos llaman despectivamente “cemento” es necesario para el desarrollo, pero que solo “el cemento” no cambia la situación de una ciudad.

Desde el mismo momento en que se inician los trabajos, se hace necesario que todos los que serán impactados por ellos, pero especialmente los que están geográficamente más cerca de ellos, los conozcan a profundidad para que comiencen a quererlos, protegerlos, apoyarlos. Nadie ama lo que no conoce.

A partir de ese conocimiento es importante que cada uno entienda cuál será su responsabilidad en la cristalización de los mismos, cómo podrá contribuir a que se hagan realidad y a que se mantengan en el tiempo.

En todos esos grandes anuncios, por ejemplo, se necesita que entendamos que el adecuado manejo de las basuras, el cuidado de la naturaleza y el medio ambiente, y el respeto por el otro, son necesarios. Pasa con los arroyos recuperados, los que seguimos llenando de basuras sin ninguna consideración. ¿De qué valen obras como esas, si no las cuidamos?

No basta sacar una norma de cómo debe clasificarse la basura en casa, si ni siquiera la empresa encargada de recogerla está en capacidad de redireccionarla o reutilizarla, si los barranquilleros no sabemos por qué debemos hacerlo, para qué debemos hacerlo. No basta con pedirles a los ciudadanos que no arrojen basuras si no hay canecas y si además no hay autoridad para sancionar a los “puercos”.

Los parques y el Malecón se mantienen relativamente limpios porque se ha insistido en su cuidado y porque tienen permanentemente quien los cuide y mantenga limpios. Pero el mercado y el Centro de nuestra ciudad son prácticamente un basurero a cielo abierto porque no ha habido ni una buena campaña de cultura ciudadana, ni una política que comprometa a todos en mantener los lugares limpios y mucho menos una autoridad que sancione ejemplarmente a quienes están acabando con los entornos y el medio ambiente.

Una campaña de Cultura Ciudadana no son, por ejemplo, los carteles diciendo no arroje basura. Hay que entender que, la Cultura Ciudadana es vital para formar valores éticos, morales, de cooperación y corresponsabilidad que fortalecen la convivencia, y eso se logra con educación en el hogar y el colegio, con conocimiento de los entornos y de nuestros derechos y deberes. Se logra con ejemplos.

Para entender la Cultura Ciudadana es importante tener claro dos aspectos de la misma: lo primero, que ésta es un conjunto de costumbres, reglas, acciones y actitudes que se comparten para convivir en armonía. Y segundo que es el resultado del cumplimiento de leyes que están destinadas a lograr el bienestar de los ciudadanos a través de políticas públicas que conllevan un compromiso de cooperación entre el Estado y el ciudadano.

Se vale entonces soñar con una hermosa ciudad, pero se vale soñar más con una ciudad cuyos habitantes se esmeren por cuidarla, respetarla y amarla de verdad.

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