Juan Alejandro Tapia
Columnista / 30 de marzo de 2024

Silvio en la Costa, ojalá

Confieso que desde que la academia sueca entregó, en 2016, el Nobel de Literatura al músico Bob Dylan por haber «creado nuevas formas poéticas de expresión dentro de la gran tradición de la canción estadounidense», espero un reconocimiento igual o semejante para Silvio Rodríguez. Quizá nunca llegará, porque la corrección política lo impide: premiar a un contestatario norteamericano no es lo mismo que a un socialista centroamericano, mucho menos si es cubano y defensor de la dictadura castrista. Pero, Nobel de lado, premios como el Cervantes o el Princesa de Asturias mejorarían su portafolio de ganadores con un compositor de su categoría. Se harían un favor, y le harían un favor al arte.

El Gobierno colombiano, en carta enviada el 1 de marzo por el ministro de Cultura, Juan David Correa, invitó a Silvio Rodríguez Domínguez a volver a cantar en el país después de catorce años. «Escucharlo una vez más para llenarnos de esperanza”, es la propuesta del funcionario, quien, a nombre del presidente Petro, desliza la posibilidad de montar el espectáculo en alguna de las ciudades de la Costa Caribe para no fatigarlo con la altura bogotana.

No es el primer intento de Petro por traer al trovador nacido en San Antonio de los Baños (Cuba) hace 77 años. En febrero de 2023, la entonces ministra de Cultura Patricia Ariza lo visitó en la isla con el mismo encargo: convencerlo de dar un espaldarazo al primer gobierno de izquierda en la historia de Colombia con un concierto gratuito como el que brindó el 10 de junio de 2022 en el Zócalo de la Ciudad de México, al que asistieron unas 100.000 personas, y en el que dedicó la canción El necio al presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, una oda a las ideas revolucionarias.

Imagino las lágrimas escurrir por el rostro de Gustavo Petro al escuchar «yo quiero seguir jugando a lo perdido/ yo quiero ser a la zurda más que diestro/ yo quiero hacer un congreso del unido/ yo quiero rezar a fondo un hijo nuestro». Y es que para la izquierda latinoamericana Silvio Rodríguez no es solo un cantautor, es un símbolo de lucha y resistencia. Su repertorio ha sido la banda sonora del movimiento revolucionario desde la década del sesenta.

Con La era está pariendo un corazón, La maza, Santiago de Chile, miles de jóvenes universitarios se lanzaron a las calles en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, y fueron la semilla del M-19. Algunos de ellos terminaron en el monte; otros, en los comandos urbanos que robaron la espada de Bolívar o las armas del Cantón Norte; enfrentaron a los distintos gobiernos democráticos, firmaron un acuerdo de paz y finalmente llegaron al poder por la vía de las urnas en 2022. Pero nunca dejaron de escuchar a Silvio.

Que nadie se engañe entonces, el concierto del por muchos considerado más grande letrista latinoamericano de la historia -de aceptar la invitación- no es una apuesta cultural del Gobierno ni un regalo a las bases progresistas de ayer y hoy, sino una evidente maniobra política. Petro necesita a su gente unida para sacar adelante sus reformas, quizá una Asamblea Constituyente también, y nada mejor para cerrar filas que remover las fibras emocionales con un artista inmenso de su lado.

Reconozco que el escenario natural para la presentación del cubano es la Plaza de Bolívar, en Bogotá, convertida en tribuna y termómetro del presidente, pero como habitante del Caribe me emociona que Silvio Rodríguez decida no moverse mucho de su ambiente y hacerlo en Cartagena, Barranquilla o alguna otra ciudad de la Costa. El solo pensar en oír la introducción de Ángel para un final en la flauta de Niurka González, esposa del cantautor, frente a la Torre del Reloj, la bahía de Santa Marta o la Catedral Metropolitana, trae a la memoria el título de otra de sus canciones emblemáticas: Ojalá.

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