Carlos Polo
Columnista / 30 de marzo de 2024

Tres ilustres catalanes que se quedaron en el corazón de Barranquilla

Debido a su privilegiada posición geográfica, Barranquilla ha sido desde siempre una ciudad apetecida por los inmigrantes, situada entre el río Grande de la Magdalena y el mar Caribe. La Puerta de Oro de Colombia ha sido una de las ciudades más marcadas por la migración en todo el país.

Gracias a la conexión del ferrocarril entre el mar y el río, la ciudad vivió un auge en términos de desarrollo. Los migrantes no solo llegaron con sus ideas de negocio, sino que también fueron determinantes en lo que atañe a lo meramente cultural e ideológico.

En este texto nos vamos a centrar en tres inmigrantes específicos que dejaron un importante legado para la ciudad gracias a sus aportes culturales. El primero fue considerado el más vitalista de aquellos célebres discutidores que se reunían en La Cueva a beber, a cantar y a hablar de periodismo, literatura, cine, y creación, tratando de cambiar el mundo, ¡y vaya que la historia les daría la razón!, porque el mundo, su mundo, lo cambiaron dejando un enorme legado.

Obregón nació en 1920 en Barcelona, España. Este catalán que devino en hijo adoptivo de Barranquilla, se estableció en la ciudad cuando tenía 6 años. En los años 50 compartiendo un compadrazgo y un vínculo muy fuerte con el periodista y escritor Álvaro Cepeda Samudio, esa especie de Dédalo de ojos azules fulgurantes que era Obregón, empezó a ganar notoriedad en el país gracias a la renovación que venía promoviendo desde su obra pictórica.

Sin que el mismo Obregón o Cepeda se dieran por enterados, en ese momento estaban creando la alineación principal de aquellos a los que Próspero Morales Pradilla bautizaría como el Grupo de Barranquilla, además de sentar las bases de un revolcón cultural en el que participarían, Cepeda desde el periodismo, el cine y la literatura, García Márquez desde las mismas áreas y Obregón desde las artes plásticas y el color.

Obregón inmortalizó con su pincel cóndores, barracudas, y nos señaló la violencia a través de sus trazos. Su propuesta fue una explosión delirante de luces, de colores, de sombras, con la que captó lo más exótico y colorido del territorio nacional. Con su pincel narró el país desde la perspectiva de un cronista de los colores.

Obregón es considerado uno de los más grandes artistas del país y de Latinoamérica. Murió en Cartagena el 11 de abril de 1992, después de su compadre Cepeda Samudio, quien partió de este mundo en 1972 y primero que Gabito, su otro cofrade del grupo quien se bajó de este carrusel de gozos y sinsabores el 17 de abril de 2014.

Otro catalán que llegó a Barranquilla y dejó un interesante legado, fue Ramón Vinyes, su nombre está directamente asociado a Cien años de soledad. Nacido en la localidad de Berga, Barcelona, llamó la atención de críticos e investigadores, tras conocerse que entre él y el Sabio catalán, no había ni una nariz de distancia.

En su caso, ficción y realidad jugaron a los dados, y la historia no lo recuerda como un poeta, librero, escritor o dramaturgo, o como el consejero que influenciaría a Gabo y a todo el Grupo de Barranquilla, sino como el personaje de un libro.

Gabo y Ramón Vinyes conformaron un interesante grupo de contertulios que frecuentaban por la Librería Mundo, ubicada en el corazón de la ciudad. Finalizando la década de los 40, Germán Vargas Cantillo, Alfonso Fuenmayor, Álvaro Cepeda y compañía escuchaban atentos las disertaciones y reflexiones de un hombre sabio que había abandonado Cataluña para establecerse a este lado del mar Caribe.

Vinyes desembarcó en Puerto Colombia por primera vez en 1913, fundó la Librería Ramón Viñas y Cía, donde nació la histórica revista Voces. En una vida de exilios, de idas y venidas, volvió a Barranquilla en 1940 para regresar a su tierra natal en 1950, donde daría su último suspiro en 1952, lejos de Macondo, el lugar donde aquel mago cataqueño lo había conminado para siempre.

El último de los tres catalanes del Caribe, que hoy son la imagen central del XVIII Carnaval Internacional de las Artes (del 11 al 14 de abril), gracias a sus aportes a la sociedad y la cultura de la ciudad, es Luis Vicens Mestre, un intelectual, un librero con intereses cinematográficos, que dejó Cataluña para recalar en Colombia donde se estableció en la década del 50, el momento más efervescente del ahora mítico Grupo de Barranquilla.

Este tercer catalán asociado con La Cueva y el Grupo de Barranquilla fue el fundador de la Filmoteca Colombiana. Vicens se haría amigo del grupo de ‘confabuladores’ que le estaban dando una ‘vuelta de tuerca’ al arte en Colombia.

Junto a Álvaro Cepeda Samudio, Gabo, Cecilia Porras y otros coequiperos del grupo, le dieron vida a ese extraño filme que se convertiría en quizás la primera película surrealista rodada en Colombia, La langosta azul. Los últimos años de su vida los vivió en México, donde promovió la fundación de la revista Nuevo cine y contribuyó a la creación de la Cinemateca Luis Buñuel. Allí falleció en 1983.

Estos tres creadores catalanes son una pequeña muestra de aquella complicidad que ha unido a Barranquilla y a Cataluña a través de las posibilidades que permite la migración. Ellos son hoy los personajes que nos recuerdan la importancia de los saberes compartidos, de las otras miradas. Obregón, el Sabio catalán y Vicens hoy nos recuerdan esos lazos de la catalanidad que han unido desde hace mucho tiempo a Barranquilla y a Barcelona.

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