Juan Alejandro Tapia
Columnista / 29 de abril de 2023

Viera

Pisó suelo barranquillero el 4 de enero de 2011 con pinta de turista que se le adelantó al Carnaval. Era una mañana radiante y es probable que el aeropuerto le haya parecido pequeño y que la primera impresión de la ciudad, al tomar la calle 30 rumbo al hotel, no haya sido la mejor. Quizá se preguntó qué había venido a hacer acá, él, que apenas cinco años atrás había sido protagonista de una semifinal de Champions, que se había paseado por el Bernabéu, por el Camp Nou, que había estado a nada de fichar por el poderoso Arsenal de Arsène Wengner, ¿a dónde había ido a parar?

Quienes lo vieron bajarse del avión dejaron escapar una risita incrédula y hasta más. Ese de la camisa abierta hasta la hendidura del pecho, del pantaloncito de jean a la altura de los muslos, del pelo engominado con cresta de gallo, del rosario metálico y los lentes oscuros de sol, ese era el nuevo arquero del Junior. Tiene más pinta de modelo que de otra cosa, seguro pensaron.

Pero no, el pintoresco uruguayo de entonces 28 años, que lucía un tanto desconcertado el día de su arribo, incrédulo de la que sería su nueva vida, no solo se quedó, sino que se convirtió en el jugador más ganador en la historia del club, con siete títulos: los torneos Finalización 2011 y 2018, el Apertura 2019, la Copa Colombia de 2015 y 2017 y la Superliga de 2019 y 2020. Para muchos es, también, el máximo referente de todos los tiempos, por encima incluso de Valderrama.

Es el futbolista que más veces ha vestido la camiseta rojiblanca en Liga, Copa Libertadores, Sudamericana y Copa Colombia, pero hay un récord del que saca pecho: el arquero con mayor número de goles marcados de tiro libre en el fútbol colombiano: nueve hasta ahora, que se suman a los dos convertidos en torneos internacionales para un total de once.

Comenzó su carrera en Nacional de Montevideo y defendió la camiseta de su país en las eliminatorias a los mundiales de 2006 y 2010. De Uruguay dio el salto al viejo continente con el Villarreal de España, que había armado un equipazo con el chileno Pellegrini en la dirección técnica y Riquelme como eje de juego. Estuvo a un penal desperdiciado por el argentino de llegar a la final de la Champions League en 2006. Tras su frustrado paso al Arsenal por una lesión fue a tener al fútbol griego, desmotivado y sin un panorama claro. En un equipo de media tabla lo sorprendió la llamada de Arturo Char y, después de recopilar toda la información que encontró en internet sobre Junior y la ciudad, decidió venir.

En Barranquilla, la que considera su casa, conoció a su esposa y han nacido tres de sus cuatro hijos. Una generación de niños no sabe lo que es ver a un arquero distinto en el equipo de su tierra. Han crecido de su mano.

El fervor por Viera llega al punto de que la camiseta con las alas en la espalda, puesta de moda por el cancerbero debido a su remoquete del ‘angel del arco’, se ha vuelto tan común en las graderías del Metropolitano como la misma rojiblanca.

Que no ve de lejos, dicen sus críticos. Que es hora de buscarle un reemplazo, proponen cada vez que le hacen un gol de larga distancia o que sale en falso a cortar un centro. Que su liderazgo se ha vuelto nocivo, aseguran sin tomar en cuenta que jamás se ha visto involucrado en un escándalo o un acto de indisciplina. Es la forma particular que tiene la afición del Junior de tratar a sus ídolos: con amor y odio por partes iguales.

Vuela Viera como impulsado por las alas estampadas en su camiseta. «El ángel”, lo bautizaron desde que se paró en el centro del pórtico de su amado Nacional, el ‘Bolso’, allá en Montevideo, con su cara de niño bueno y la gorra que lo acompañó durante los primeros años de su carrera. “¡Clark Kent!”, grita el narrador de la televisión colombiana al verlo estirar los brazos para llegar a una pelota imposible, como Superman. La vieja discusión de si Viera ha sido el mejor guardameta en la historia del Junior, alimentada por un sector de la afición que disfrutó las atajadas del portero argentino Juan Carlos Delménico en los años 70 y 80, parece no tener sentido ya. La única pregunta verdaderamente apremiante es qué pasará después de él, ahora que tras doce años ha anunciado que se va.

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