El chef de Nena Lela, Guillermo Mendoza, incursiona en los domicilios consentidos, con los que lleva toda la experiencia de ese tradicional restaurante italiano a los hogares de quienes lo soliciten.
Nada fácil la han tenido los restaurantes, como muchos otros sectores, en estos trece meses de pandemia. Han recurrido a los domicilios, plataformas, renegociaciones y a todo tipo de malabares para mantenerse a flote y, con ello, seguir generando empleo a centenares de familias que dependen de ellos directa o indirectamente.
El restaurante Nena Lela ha venido haciendo cambios para adaptarse a esta nueva normalidad. Los más recientes, cerrar dos de sus cuatro sedes –las del Buenavista 2 y Caimán del Río– e incursionar en la modalidad del “domicilio consentido”.
“Como quien dice, si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma. Si en este tercer pico mis comensales no van al restaurante por las restricciones o por temor, entonces el restaurante va a ellos. Yo voy y les cocino en sus casas, llevo todo, echamos cuentos, nos tomamos fotos, en fin. Las personas disfrutan de la experiencia de Nena Lela en su casa y sin que les cueste más”, explica Guillermo Mendoza, chef y heredero de la tradición de Nena Lela.
Con Mendoza, la tercera generación de una familia toma las riendas de este restaurante tradicional. La primera fue su abuela, doña Raquel de Caro de Nicolella, que lo fundó hace 75 años bajo el nombre de Pizzería Napolitana, en la antigua Vía a Puerto, abriendo así el que es considerado el primer restaurante italiano del país. Su hija, Carmen Nicolella de Mendoza, asumió el mando hace 40 años y lo convirtió en un ícono de la ciudad entre los años 80 y 90, de manera que no había político, artista o empresario que visitara la ciudad que no fuera a comer este restaurante.
Con el chef Mendoza Nena Lela se prepara para conmemorar este año, en agosto, sus 40 años como marca comercial. “Soy el responsable de seguir esta tradición. Son varias generaciones fieles a nuestra sazón y en todos estos años hemos sabido adaptar también los sabores de Italia al gusto de los barranquilleros”.
Pero sin duda su reto más grande es saber timonear este vendaval, pues 80 empleados dependen de ello. El año pasado estuvieron con las persianas abajo durante ocho meses, pero lograron sobrevivir haciendo todo tipo de malabares, y gracias a la ayuda que el Centro Comercial Buenavista les dio a sus arrendatarios, al no cobrarles los arriendos.
Mendoza dice que durante la reactivación que se dio en la temporada de fin de año, aún con la inversión que habían hecho en los protocolos de bioseguridad exigidos, lograron alcanzar el punto de equilibrio y sostener la operación con lo que movieron entre la atención a comensales in situ y los domicilios.
“Pero en este tercer pico de la pandemia la situación ha sido insostenible. Solo se nos permite atender de lunes a viernes hasta las 6 p.m., cuando nuestra mayor facturación se daba por las noches y en fines de semana, y encima hay pico y cédula. Por eso decidimos cerrar dos restaurantes, pero lo que se factura no da para tanto, entre otras para mi sueldo”, explica.
Ante este panorama, decidió incursionar en el domicilio a otro nivel, personalizado, consentido, y bajo las más estrictas medidas de bioseguridad. Él mismo hizo el anuncio en un video que publicó en sus redes y chats y que se viralizó en la ciudad.
“Les damos a las personas los que les gusta, no lo que hay. Llevamos la experiencia a su casa y esto era impensable antes, porque es muy costoso, pero en este momento ha sido posible por la situación. Llevo mi cocina y mi comida a tu mesa, pero garantizo la mía. O si lo prefieres la preparo en mi casa y te la envío. A la gente le encanta esto y así me lo hacen sentir”.
Curiosamente, su primera clienta fue una colega, la chef Nancy Cabrera. “El respaldo de los amigos, colegas y proveedores ha sido motivador”.
El agendamiento es clave en esta nueva etapa. Generalmente el chef Guillo Mendoza llega con un asistente de su restaurante (con su prueba PCR al día, aclara él) y con los utensilios y alimentos que necesita. “Para darles trabajo a todos voy rotando mi personal y cuando hay varios agendamientos los distribuyo, porque no puedo estar en todas partes, pero superviso todo“, dice.
Algo que lo tiene muy ilusionado es que en próximos días llevará la experiencia de Nena Lela hasta un hogar en el barrio La Luz, en el suroriente de Barranquilla. “Un señor que reside allí me contactó y me dijo que él quería darle una sorpresa a su esposa con una comida mía. Le dije que con mucho gusto, y que a él no le costaría nada”.
Finalmente dice que en le mes de mayo él viajará a Miami a aplicarse su segunda vacuna, y que se alista también para cocinarles a barranquilleros residentes en la ‘Ciudad del sol’ que quieren volverse a sentir de vuelta en su ciudad a través de sus pastas, marisco, carpaccios, antipastos y demás delicias de la carta de Nena Lela.