Dolce vita / 27 de noviembre de 2021

“Gracias a la escoba y al trapero pude graduarme de chef”: José Saavedra

José Saavedra, chef barranquillero egresado del Inca. Dice con orgullo que se graduó con mucho esfuerzo.

Alix López

Para este barranquillero criado en el tradicional barrio Abajo, la pasión por la cocina se la debe a su abuela Estebana  Galván. Dos veces por semana distribuye almuerzos entre los habitantes de la calle.

El chef barranquillero José Saavedra en una clase de cocina con estudiantes del Sena.

Para estos días de finales de noviembre y comienzos de diciembre, José Saavedra Pérez está rodeado de hojas de bijao, arroz, harina de maíz pre cocida, carne, pollo y cerdo, ingredientes fundamentales para preparar pasteles y hayacas.

Pero también, ya está recibiendo los pedidos para la cena de Navidad, Año Nuevo y eventos sociales como bodas, grados y cumpleaños, entre otros.

En el resto de la semana vende almuerzos ejecutivos: un día puede ofrecer ajiaco, otro arroz de fideos, carne esmechada, papas chorreadas, ensalada fresca y tajadas.

Para este barranquillero criado en el barrio Abajo, la pasión por la buena cocina la heredó de su abuela materna Estebana Galván, fallecida algunos años, y quien fue la persona que lo crió en medio de muchas dificultades económicas.

“Había muchas necesidades, pero nunca faltaba el amor de mi abuela. Y así cocinaba”, recuerda el chef egresado del Centro Inca que en el 2015 le entregó el título de de técnico profesional en cocina nacional e internacional.

En diálogo con MIREDVISTA, Saavedra (@saavedragourmet) narró que varios episodios en su vida lo marcaron como la separación de sus padres, la ida a casa de Estebana y el retorno a su casa paterna porque su abuela no tenía los recursos suficientes para seguirlo teniendo en su casa de bahareque del barrio Abajo.

Sin embargo, dice con orgullo que lo es y sabe se lo debe a Estebana quien lo subía a un banquito para que aprendiera a cocinar.

«Hacía guandules que cultivaba en la huerta que tenía en la casa, mote de queso y otras comidas típicas. Ella lavaba y planchaba ropa ajena, pasó trabajo, pero era muy amorosa con nosotros», asegura.

Un vez graduado, empezó a trabajar en varios restaurantes, pero su meta era tener su propio negocio y empezar una labor social para los habitantes de la calle, los mismos que veía caminar por la vía pública en Barrio Abajo y Barlovento.

“Yo pasé muchas necesidades, de tal manera que si podemos aportar un granito de arena para ayudar a alimentar a estas personas, es una bendición. Busqué a varios amigos que de inmediato se sumaron. Les dije: con 10.000 pesos podemos alimentar a tres personas”, añade.

Así nació su proyecto Doña Estebana (@donaestebana) en el que ofrece no solo almuerzos ejecutivos a domicilio sino cenas para bodas, cumpleaños y otros eventos sociales.

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José dice que el apoyo fundamental de la familia Carrascal García, en especial de su socio Iván Carrascal, profesional en negocios internacionales, vinculado a una multinacional canadiense, con quien los fines de semana trabaja hombro a hombro.

«Empezamos en un cuarto en el barrio Boston, pero la familia Carrascal nos vio las ganas y el empuje y poco a poco fuimos pasándonos a un apartamento», añade.

La familia Carrascal García ha sido fundamental en el proyecto Doña Estebana. El de la camisa negra es Iván Carrascal, socio de Saavedra.

Señala además que todos los tropiezos y dificultades que se le presentaron fueron un reto para seguir adelante. «Yo me gradué con mucho esfuerzo, porque en el día me ganaba la vida aseando los restaurantes o trabajando en casas de familia. Por eso digo con orgullo que gracias a la escoba y al trapero pude graduarme como chef», dice con enorme sonrisa.

Toda esa experiencia y el hecho de haber tenido de vecinos en el barrio Abajo a los habitantes de la calle y el esfuerzo de su abuela Estebana lavando y planchando ropa ajena para su crianza, lo llevaron a emprender una labor social.

«Unidos podemos ser partícipes de un pequeño cambio en este mundo y brindar oportunidades. En Doña Estebana nos mueve el sentido social», dice José Saavedra en la entrega de alimentos a habitantes cercanos al edificio de la Aduana.

Los jueves y los sábados distribuye 30 almuerzos. El primer día es una cajita feliz con varias especialidades de arroz, y los sábados les entrega sancocho con arroz blanco y aguacate.

«Esto lo hacemos con parte de nuestro trabajo, pero también, de la ayuda de los amigos a quienes les digo que con 10.000 pesos alimentamos a tres personas», sostiene.

Por eso una de sus metas a mediano plazo es tener una fundación social para abrir un comedor social y ofrecer además ayuda a las madres cabeza de familia. «Queremos impartir amor a través de la cocina, como lo hacía mi abuela», asegura.

A nivel profesional quiere que Doña Estebana siga creciendo para atender grandes eventos como hasta ahora y trasladarse a una sede más amplia.

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Este chef barranquilero dedicará parte de este sábado a entregar los 30 sancochos a quienes merecen una segunda oportunidad y de paso, se sentará varios minutos a hablar con ellos.

«Me gusta escucharlos, quizás nunca tuvieron a alguien que lo hiciera y tomaron el camino equivocado», añade el nieto de doña Estabana, la momposina que cocinaba con amor, como ahora lo hace José.

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