Yo soy de las que pertenece al grupo de ciudadanos que creen que uno de los errores más grandes que cometió el presidente Iván Duque Márquez ha sido rodearse por una camada de funcionarios, algunos con títulos muy cuestionados, sin ningún conocimiento del país, de su realidad. Jóvenes que dicen haber asistido a grandes universidades e institutos pero que no conocen, o conocían la realidad de sus ciudades, las calles de los barrios apartados, los habitantes que cada día se levantaban a buscar el pan para su familia.
Muchos de los funcionarios que han hecho parte de este gobierno manejan muy bien los cuadritos en modernos aparatos tecnológicos, saben hacer lindas presentaciones y se visten de manera impecable, pero no saben o no sabían que vivían en un país con un alto grado de analfabetismo, en medio de una desigualdad extrema. No saben o sabían que la vida estaba fuera de las cuatro paredes de sus oficinas o de los clubes sociales a los que pertenecen y se dedicaron a replicar teorías o políticas que extraían de los libros que mostraban resultados en países muy distintos al nuestro.
Particularmente no tengo nada contra la gente joven en la administración. Es más, me parecen básicos e importantes para avanzar. El mundo evoluciona a ritmos asombrosos, y nosotros los mayores nos vemos muchas veces rezagados.
Con lo que no estoy de acuerdo es con la erradicación de la experiencia, esa que se adquiere en el campo, en la calle, conociendo la realidad en la que vivimos.
Soy una convencida de que el matrimonio entre experiencia y juventud, bien manejada, sin la arrogancia de los funcionarios nuevos, es fundamental en cualquier escenario.
Por todo lo anterior no pertenezco al grupo de colombianos que hoy critican a las personas que acompañarán al presidente electo y la decisión de nombrarlos. Personas pertenecientes al grupo generacional conocido como adulto mayor, con vasta experiencia y conocimiento del país. La nueva Ministra de Cultura, por ejemplo, es una veterana guerrera de la Cultura, conoce al dedillo ese mundo de creatividad y angustias. Posiblemente no sepa de herramientas tecnológicas modernas, pero sí conoce el alma y el sentir de los que ven en el arte la mejor forma de expresarse, crecer, aportar. Lo mismo sucede con el Ministro de Hacienda, al que, a propósito, le tocará la peor de las misiones. A mi me parece que ese hombre es valiente al aceptar ese puesto en momentos en el que el mundo entero afronta gravísimos problemas por cuenta de la recesión.
Lo sensato en estos momentos es darles un compás de espera al nuevo Gobierno y sus funcionarios.
El conocimiento de algo por haberlo realizado, vivido, sentido o sufrido, una o varias veces, no puede tirarse por la borda, ni desecharse así porque sí. Ese conocimiento no se obtiene en ninguna universidad y tampoco en los libros, sin que éstos -la universidad y los libros-, sean importantes a la hora de tomar decisiones.
Decía Aldousx Huxley, escritor y filósofo británico, que la experiencia no es lo que te sucede, sino qué haces con lo que te sucede. Entonces yo espero que estos ministros a los que se les señala con un dedo inquisidor por su edad, le aporten a este país soluciones basadas en los resultados que obtuvieron de sus acciones y de las acciones de otros. El mundo que ellos y nosotros estamos viviendo hoy, es muy distinto al que vivieron ellos en su etapa juvenil, o en los primeros años de sus respectivas gestiones profesionales, pero estoy segura de que, lo que aprendieron es valioso. Y más, si hacen “alianzas” con la juventud que reclama un espacio.
La experiencia y la juventud no pueden enfrentarse. Deben complementarse. Eso pienso.