Nuestra Gente / 22 de abril de 2023

Las modistas de barrio siguen en la lucha

Alma Bermejo lleva 37 años en el oficio en el taller que montó en su casa en el municipio de Sabanlarga.

Miguel Utria

Dos costureras que siguen creativas y vigentes, contaron a MiREDvista  lo que ha significado ‘pedalear’ su máquina durante años, cosiendo y arreglando ropa para distintas generaciones.

Las modistas de la cuadra, esas que no tenían tiempo para salir a divertirse, o que no tenían los mejores trajes para lucir, pero que vestían a quienes tenían una fiesta, o le arreglaban las prendas ya usadas a sus amigas, vecinas o clientas, parecieran haber desaparecido de la faz de la tierra.

Sin embargo, no es así, siguen vigentes, aunque no en la misma  proporción, no una por cuadra o barrio, no una por familia, o en un círculo de amistades, pero de que las hay, las hay.

En Sabanalarga, por ejemplo, Alma Rosa Bermejo, es una madre y abuela que lleva 37 años dedicada al oficio en su propia casa. Confecciona ropa con muestras y a la medida, tanto para mujer como para hombre, inclusive hace ropa para niños.

Con metro en mano, Alma Bermejo toma las medidas a una de sus habituales clientas.

Su mesa de trabajo es un desorden en el que hay telas de todos los colores y diseños, hilos, cremalleras, botones, tijeras y más telas, nunca hay una cinta métrica porque esa siempre está colgada del cuello de esta modista.

“Así somos todas”, nos dice cuando le tocamos el tema. 

Comenta que a pesar del paso de los años, tiene clientas de años y le llegan nuevas, no con la misma frecuencia de años atrás, porque las nuevas generaciones adquieren sus vestidos en almacenes, aún tiene demanda de trabajo que le permiten darle gusto a los suyos y ayudar en los gastos de la casa.

A lo largo de estos años, recuerda que había ocasiones en los que se levantaba de madrugada para cumplir con una entrega pendiente, y trabajaba en varias prendas al tiempo para adelantar las que estaban en lista y cumplir con compromisos hechos posterior a pedidos recibidos con anterioridad. Y llegaba la noche y aún seguía ahí, pedaleando para transformas trapos en bellas prendas de vestir.

Al igual que Alma, conocimos a Rosita, del barrio La Victoria, en Barranquilla, aunque ella se dedica más al arreglo de prendas ya confeccionadas, no le faltan pedidos de para confeccionar.

Ella se dedica más a la moda femenina, especialmente de blusas y pantalones, y pantalones de señores.

Con el tiempo, las viejas máquinas domésticas han ido siendo  reemplazadas por unas más modernas, sin que las modistas pierdan su creatividad al momento de coser una prenda.  

Asegura que los mayores clientes para arreglo de prendas son caballeros, sobre todo jóvenes, que le solicitan cambios en los anchos de los pantalones o camisas. Pero casi nunca para confeccionar una de esas prendas.

Ella, al igual que Alma, confecciona a la medida, pero dice que hacer los cortes sobre muestras de otras prendas  le facilita el trabajo y es más rápido en la confección.

Las dos mujeres comparten experiencias similares como la de recibir encargos con tiempo escaso y compromisos adquiridos de antemano que le multiplican el trabajo y acortan los tiempos, y en ocasiones no se explican cómo hacen para cumplirles a todos.

Aunque Rosa ya no se hace tantos compromisos como antes por atender otras obligaciones de la casa, Alma dice que hay temporadas en las que los encargos se le acumulan tanto que dura días en los prácticamente no se levanta de la máquina.

Dice que las temporadas de mayor demanda son en temporadas de Carnaval, diciembre y al inicio del calendario escolar cuando le encargan confeccionar uniformes, tanto para niños como para niñas, pequeños y más grandes.

También cose para su familia, entre ellos sus hijos y nietos, pero no tiene preferencia entre estos y sus clientes de la calle cuando se trata de cumplir con compromisos adquiridos.

“Yo confecciono toda clase prendas, vestidos, faldas, pantalones, blusas, con adornos, con botones, cremalleras, todo. Hago hasta ropa para bebés, y se me hace fácil porque soy rápida para el trabajo”, asegura.

El trabajo de estas dos mujeres, que es el de decenas en el departamento del Atlántico son la muestra fehaciente de que la figura de la modista del barrio no ha muerto, y que podría perpetuarse en el tiempo, porque hay familias que conservan la tradición de las mujeres de la casa deben, casi que por obligación, aprender el arte de la costura.

Y hemos llamado arte a este oficio porque la transformación que hacen estas mujeres, de unos trozos de tela, pasarles las tijeras, doblar y pasarlas por las agujas, para posteriormente adicionarles encajes, botones, apliques, etc, para presentar un bello vestido, no puede llamarse de otra forma.

Las modistas están vigentes, aunque ya han desaparecido los denominados figurines, esas revistas con fotos de modelos de quienes las clientas copiaban sus vestidos para que la modista los hiciera igual.

Estas mujeres son tan talentosas que, en ocasiones solo basta con que el cliente o clienta les describa lo que quieren, y estas con solo escucharlas, interpretan y plasman su talento en las tela que después de cortar le dejan caer todo el arte y la agilidad para irle dando forma.

Conversando con estas dos mujeres, no podíamos dejar de preguntarles si es cierto que no hay personas más incumplidas de las modistas, y aunque no lo niegan ni afirman, explican que muchas veces los clientes no entienden que ya ellas tenían compromisos de antemano, y que ellos dejaron sus materiales a sabiendas que no había garantías de que estuvieran el día que ellos querían que estuviera.

En este sentido Alma dice que nunca le ha quedado mal a un cliente y que lo mucho que ha pasado es que sienta a la persona a su lado mientras termina el encargo para que no se vaya con las manos vacía.

También les recomienda a los clientes que le están llamando para que le recuerden la fecha de entrega y ella tenerlo pendiente para no quedarles mal.

Las modistas siguen vivas, las prendas hechas a la medida aún se confeccionan, y aunque hay menos personas que estudian cursos de modistería, estas escuelas también se niegan a desaparecer. Tienen las abuelas una importante tarea que es enseñarles a sus nietas cómo se vestían, para que al menos en la mente de las futras generaciones, esta importante figura del barrio.

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