Svalbard, el archipiélago noruego donde está prohibido morirse.
Conozca las insólitas razones de los alcaldes de Longyearbyen, en Noruega; Sellia, en Italia; Itsukushima, en Japón, y Darro y Lanjarón, en Granada, España, para tal prohibición.
En el mundo hay por lo menos cuatro lugares en los que morirse está, o ha estado, prohibido. Aunque para hacer honor a la verdad, más que morirse lo que está prohibido es que sepulten el cuerpo.
Las razones son tan diversas como insólitas: no hay lugar en el cementerio; por la pureza del sitio; para no despoblar el lugar, o sencillamente porque por la inclemencia del clima los cuerpos no se descomponen.
Así que estas son las curiosas historias de Longyearbyen, en Noruega; Sellia, en Italia; Itsukushima, en Japón, y de dos poblaciones de Granada, en España, a las que les une un mensaje de fondo: prohibido morir.
Longyearbyen, Noruega
Longyearbyen tiene 2.000 habitantes y es el último lugar habitado al norte de la tierra: se sitúa en el Ártico, en el archipiélago noruego de Svalbard, a unos 1.500 kilómetros del Polo Norte. Allí está prohibido morirse desde hace más de 70 años, en cumplimiento de una ley de 1950, y desde entonces, el índice de mortalidad es cero. La razón es que sus habitantes están obligados a emigrar antes de morir. Los enfermos terminales, las mujeres embarazadas y aquellos que teman por su vida deben salir de allí. ¿Por qué? Porque las temperaturas son tan extremas, que los cadáveres no se descomponen, con el consiguiente riesgo de que se propaguen virus y haya epidemias. Efectivamente, esta población noruega no es no es apta para todos los públicos. Sobre todo para aquellos que busquen temperaturas cálidas y bullicio. En esta ciudad, el día polar, con unas temperaturas que no superan los 16 ºC, comienza el 20 de abril y termina el 22 de agosto. La noche polar comienza el 28 de octubre y acaba el 14 de febrero: durante estos meses las temperaturas son de -50 ºC y el sol no llega a salir.
Sellia, Italia
El 5 de agosto de 2015, el alcalde de Sellia, un pintoresco pueblito calabrés situado al sur de Italia, aprobó una ordenanza en la que se prohibía a sus 530 vecinos abandonar la vida terrenal para pasar al más allá. La norma sorprendió a muchos en esa parte de la toscana, pues el 60% de sus habitantes eran ancianos que tenían más de 75 años, en su la mayoría mujeres viudas. Su alcalde les obligaba a cuidar su salud y a hacerse un chequeo al año, bajo amenaza de aumentar sus impuestos. El objetivo no era otro que evitar la despoblación. «Hemos hecho esta ordenanza no para bromear, si no seriamente. Porque Sellia, como muchas localidades del sur de Italia, padece despoblación”, dijo Davide Zichinella, quien cursaba en ese momento su segundo mandato como alcalde del pueblo y es médico pediatra, al defender la inédita norma, que incluía además la apertura de una policlínica en el que se realizarían estudios y análisis sin ningún costo, cuyos resultados eran enviados a las casas de los pacientes.
Itsukushima, Japón
La isla nipona de Itsukushima es un lugar sagrado, famoso por su santuario que sale del mar. Allí en ese apacible y emblemático lugar, los monjes decidieron prohibir la muerte y el nacimiento en 1978. Como lugar sagrado que es, la isla debe mantener su pureza, por lo que desde el año 1978 no se permiten ni muertes ni nacimientos. Las mujeres embarazadas que tienen ya un nivel avanzado de gestación deben abandonar la isla; también los ancianos y los que estén muy enfermos. Por eso no existen ni cementerios ni hospitales. Este lugar es conocido popularmente como Miyajima, que en japonés significa «Isla del Santuario».
Granada, España
También en España hay pueblos donde sus alcaldes han vetado la muerte. En Granada, en 1999, el alcalde de Lanjarón, José Rubio, dictó un bando donde prohibía a sus 3.870 vecinos optar por el descanso eterno. En el camposanto, no cabía ni un alma más. La falta de espacio llevó a su alcalde a decir aquello de “Aquí no se muere nadie”. La medida causó tanto impacto, que fue publicado en las páginas del New York Times y dio la vuelta al mundo. No obstante, a los 7 días un vecino incumplió la normativa. Aquel infractor era un anciano de 91 años, amigo del alcalde. A José Rubio no le quedó más remedio que hacer la vista gorda y enterrarlo en el cementerio de Lanjarón. Al final, obviamente, no hubo sanción. Al igual que tampoco la hubo para el resto de infractores que se saltaron la prohibición.
También en Darro, Granada, su alcalde sorprendió a sus vecinos con esta insólita decisión. En 2002, sacó un bando municipal con el título de “Prohibido morirse”, el cual dejó a sus 1500 habitantes sorprendidos. La medida, también en protesta por sus abarrotados cementerios, pretendía que el gobierno encontrara nuevos terrenos donde seguir enterrando a los vecinos que pasaran al otro mundo.