Lo último / 16 de septiembre de 2023

Fernando Botero, el maestro que creó a lo grande su propio universo

El maestro antioqueño Fernando Botero al lado de una de sus monumentales obras.

Rosario Borrero

Colombia, y el resto del planeta, amanecieron el viernes con la noticia más ‘gorda’ de la cultura que estremeció a todos: la muerte a sus 91 años del maestro de artes plásticas antioqueño, quien se había convertido en uno de los artistas vivos más cotizados del mundo.

Con el fallecimiento del pintor, escultor y dibujante Fernando Botero en el mundo de la cultura queda un gran vacío, las ‘gordas’ de su magnífica obra, quedaron huérfanas, y los trazos de sus pinceles pasaron también como legado imborrable en la historia del arte contemporáneo.

Escultura ‘Hombre a caballo’.
‘Hombre a caballo’, obra gráfica.

El maestro, que murió en Montecarlo (Mónaco),  fue uno de los grandes artistas colombianos, de la generación de otros destacados como el pintor barranquillero Alejandro Obregón y el tolimense Jorge Elías Triana, con quienes compartió el segundo premio en Pintura del X Salón de Artistas Colombianos, con el óleo Contrapunto.

Fue un antioqueño de pura cepa que comenzó pintando de manera volumétrica que como dijo en una ocasión “como algo intuitivo que me llevaba a hacer esos volúmenes”.

Botero se encontró con el arte casi por accidente. A los 15 años, estudiaba  para ser torero y se le ocurrió vender dibujos a la salida de la Plaza de La Macarena, en su natal Medellín. Fue por allá en en 1944 que se inscribió en una escuela de formación de toreros.

A los 19 años, expuso en Bogotá en la galería Leo Matiz. Con la plata que se ganó, alquiló un cuarto en Tolú y se fue a trabajar a las orillas del mar. Cuando volvió a presentar sus cuadros, no solo se vendieron todos, sino que se ganó un premio nacional de pintura. Ese premio le cambió la vida.

Con el paso del tiempo comenzó a viajar por el mundo, inspirándose. Vivió un año en México y en 1958 se fue a Estados Unidos, de ahí pasó a Europa, donde residió por espacio de cuatro años, principalmente en Madrid, Barcelona, Paris y Florencia.

‘Pareja bilando’.

En 1977 expuso sus bronces por primera vez en el Grand Palais de París. Tras cuatro decenios de labor ininterrumpida, su reconocimiento en el campo escultórico se hizo también universal. Apoteósica fue la exposición de sus enormes esculturas en los Campos Elíseos en París durante el verano de 1992, y en el año siguiente en la Quinta Avenida de Nueva York, en Buenos Aires y en Madrid.

Su última residencia fue Montecarlo y pasaba los veranos en Pietrasanta, en la Toscana italiana, donde el arte no dejó de aflorar haciendo esculturas, al lado de su última esposa Sophia Vari (fallecida en mayo de este año) y la constantes visitas de sus hijos Fernando, Juan Carlos, Lina  y Pedro y nietos.

EL CIRCO CONTADO POR LINA

En los últimos años su hija Lina fue la mano derecha de Botero y curadora de la obra.  En una historia publicada en Instagram, Lina contó que estando su papá viviendo en México, en el 2006,  llegó a pasar vacaciones a  Zihuatanejo, una ciudad turística de la costa del Pacífico  al noroeste de Acapulco. Allí vio a un grupo humilde de circenses que caminaban por las calles invitando a la gente para que fueran a verlos.

La Plaza Botero, frente al Museo de Antioquia.

 “Mi papá encontró que había allí había una poesía maravillosa en ese tema, él fue tres noches para ver el circo y hablar con ellos. Este tema adquirió una fuerza increíble en su obra. Entonces pintó pasteles, dibujos, óleos, bocetos sobre el circo, que le permitió con mucha soltura explorar muchos colores, movimientos y situaciones”.

EN EL MUSEO DE ANTIOQUIA

El maestro siempre amó sus raíces antioqueñas, se sentía orgulloso de haber nacido en Medellín, sentía una conexión invaluable con sus orígenes.   Una forma de exaltar su trabajo fue la construcción de la Plaza Botero, inaugurada en el 2002 y situada frente a la fachada del Museo de Antioquia, donde están expuestas de manera permanente  23 de sus esculturas monumentales realizadas por el artista figurativo.

Los Botero Zea, hijos del maestro: Fernando, Lina y Juan Carlos.

A museo donó una importante colección de sus obras anexa lo que le da a la institución una importancia mayor. La donación está compuesta por 116 obras, entre pinturas y  dibujos, y 23 esculturas monumentales con su firma.

El Museo de Antioquia es una visita obligada para los amantes del arte y la cultura..

En la Plaza Botero pueden apreciarse la “Maternidad”, “Esfinge”, “Rapto de Europa”, el “Hombre a caballo”, la “Mujer reclinada”, el “Hombre caminante”, e “Caballo con bridas”, el “Soldado romano2, la “Cabeza”, y la obra “Pensamiento”.

MUSEO EN BOGOTÁ

Gracias a la donación realizada por el Maestro Fernando Botero en el año 2000 al Banco de la República, hay una colección de arte de 208 obras, 123 de su propia autoría y 85 de artistas internacionales. Con esta colección se fundó el Museo Botero, ubicado en el barrio La Candelaria (centro histórico de Bogotá).

En el costado occidental del centro cultural se exhiben las 123 obras del propio maestro Botero entre las cuales se hallan pinturas, dibujos y esculturas.

El público capitalino y extranjero ha podido acceder de manera gratuita y permanente a esta importante muestra de arte internacional.

Hay visitas guiadas, charlas, conferencias, talleres para niños y maestros, entre otras actividades, cumpliendo el deseo de Fernando Botero: estar allí por siempre, para la enseñanza y el disfrute de todos los colombianos.

“Los pintores nunca nos jubilamos” dijo en una ocasión el maestro, quien estuvo casado con Gloria Zea, Cecilia Zambrano y Sophia Vari. De su segundo matrimonio tuvo a Pedrito, quien falleció a los 4 años, razón que lo llevó a elaborar el retrato ‘Pedrito a caballo’, que está expuesto en el Museo de Antioquia.

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