Había sido una tarde lluviosa, lo recuerdo bien porque para entretenerme había fabricado varios barcos de papel que soltaba a rodar en el arroyuelo que se formaba en la calle que circundaba el parque. Las pequeñas embarcaciones se soltaban a rodar sin Dios ni ley hasta que se perdían de mi vista.
Una de mis primas me había llevado a visitar el viejo barrio, del que habíamos emigrado hacía un año más o menos. El cielo estaba encapotado, gris, y bandadas de golondrinas lo surcaban en completa libertad. Transcurría el año 1982, yo estaba por cumplir 10 años y era un niño algo retraído, pero ese mismo año algo llegó para cambiarlo todo.
No solo había sido el cambio de barrio; también un huracán llamado Thriller vendría a poner las cosas boca arriba. La industria del entretenimiento no sería la misma, y ese niño que era yo también sufriría profundos cambios…
Mi prima estaba con algunas compañeras del colegio montando una coreografía inspirada en el videoclip Thriller. Una vez me aburrí de los barcos y acabada, en buena parte, la libreta de 5 materias de mi prima, me acerqué adonde las muchachas bailaban. Una me hizo llegar el acetato y ahí estaba el mago, el niño eterno de Indiana que se convertiría en un caminante de la luna.
Una de las chicas dejó correr en el tocadiscos la canción Billie Jean. No tengo idea de qué fue lo que se apoderó de mí aquella tarde, pero ese día, esa tarde lejana, también caminé sobre el borde de la luna.
El videoclip de la canción Billie Jean me lo sabía de memoria, lo veíamos una y otra vez en casa de mi amigo Armando, que lo había grabado en formato Betamax, como casi todos los éxitos del álbum Beat It y el mismo Thriller. Armando, un niño igual que yo, le había pedido el favor a su hermana que se los grabara. Lo habían tomado del programa Los 10 mejores de la música, que presentaba por aquella época Lina Botero.
Creo que por eso mi performance frente a las compañeras de colegio de mi prima fue impecable, tanto que las chicas pensaron en incorporarme a su presentación. Los mimos, las palabras de admiración, una clase de atención que desconocía por completo se materializó de repente, algo completamente novedoso para un niño que había sido retraído y bastante parco.
El 25 de junio de 2009, hace exactamente 15 años que dejó este plano el ídolo de masas, quizás el artista que más marcó de manera masiva al planeta entero, resignificando todo el andamiaje de la industria musical. Thriller continúa siendo el álbum más vendido de todos los tiempos. Jackson cambió por completo el mundo del entretenimiento, convirtiéndose en el epítome de la cultura pop. Los videoclips no volvieron a ser los mismos después de Thriller, y la industria recibió un sacudón del que creo que aún no se ha podido reponer.
Fue una tarde de 1990 cuando llegaron a mi casa un conocido y dos tipos que nunca había visto en mi vida. Me lanzaron la propuesta a bocajarro: que si quería hacer parte de una coreografía inspirada en Moonwalker tenía que estar al día siguiente en una reconocida discoteca de la ciudad a las 2 de la tarde.
Y sí, acudí puntualmente a la cita, y ni qué decir del desastre que aquello fue. No lograba coordinar la mano con el pie, no sé si era que no entendía bien la coreografía, pero aquella magia de hace unos años atrás no volvió a ocurrir.
Fueron tres semanas de ensayos continuos, hasta me hicieron bailar en solitario y allí sí que volvió la vieja magia, pero una vez que tocaba integrarme con el grupo y marcar los mismos pasos se iba todo al carajo. A última hora y muy decentemente prescindieron de mis servicios y lo más triste es que me perdí de mi primer pago formal.
En el 92 fue mi hermano Alex el que me llevó al barrio de su novia de ese entonces para que participara en una coreografía inspirada en Thriller. Alex, que tenía madera de bailarín, fue uno de los primeros en llevar la cultura del breakdance al barrio y de paso nos influenció a todos los pelaos de la cuadra y de los alrededores. Esa coreografía también significó otro desastre para mí y una fuerte desavenencia con mi hermano.
Era la época de los llamados apagones, lo que se conoció como ‘la hora Gaviria’, así que no había luz y ensayamos con una grabadora cargada con pilas, Alex tratando de armar una coreografía lo más apegada al video y yo teniendo dificultades con el acople una vez más. No obstante, aquella noche tuve mis 5 minutos de magia. De repente, sin que nadie lo esperara, salté al centro del escenario improvisado y volví a ser un caminante de la luna.
Una vez más recibí un tipo de atención particular que incluso me llevó a conquistar a una linda chica de la zona. No obstante, desistí dos días antes de la presentación, sentía que no encajaba, que no podía llevar los pasos con el grupo. Incluso le pedí a Alex que me dejara en la última fila donde no me vieran bien y que me regalara 3 minutos solo como frontman.
Mi hermano no aceptó y cuando le comuniqué que desistía de la presentación se molestó muchísimo y dejó de dirigirme la palabra por varios días. Así era Alex, una especie de ángel disfrazado que partió demasiado pronto.
El día en que Michael murió sentí una extraña aflicción. Ese día sentí que el mundo se hacía más gris, un poco más triste. Durante tantos años la figura delgada de ese niño eterno y caprichoso se había metido en nuestras vidas, a través de la radio y de la televisión. Era un referente, así como lo fue El Diego, de esos personajes humanos tocados por una especie de halo misterioso, como héroes manchados, como la misma pelota a la que se refirió el mismo Diego.
Sus múltiples y exageradas cirugías, el cambio de piel, los escándalos, los problemas jurídicos… La verdad es que los héroes sin mancha solo existen en las películas. Michael fue un niño que se negó a crecer, quizás eso explique su voz delgada y aflautada como de niño consentido, sus extraños ropajes como disfraces, su rancho Neverland con todas las atracciones infantiles, la boa constrictor y el chimpancé que tenía como mascota, la compulsión por las compras y tantas otras excentricidades.
Sí, todo en Michael fue ensueño, fantasía, de alguna manera extraña, y algunas veces hasta bizarra. Eso afectó sin duda la percepción sobre el hombre, sobre el ser humano. No obstante, su música, eso sí que es otro baile, otra categoría, otra liga, eso sí que no se mancha…
Lo cierto es que la noche del 25 de junio de 2024, asomado a la ventana de un tercer piso, posé mis ojos sobre la luna, una radiante y redonda, y allí estaba deslizándose hacia atrás sobre su borde, un niño eterno ataviado con un traje y un sombrero alón.