Juan Alejandro Tapia
Columnista / 7 de diciembre de 2024

«A Junior tienes que matarlo»

El fútbol colombiano ha apostado todas sus fichas, desde la irrupción de la escuela de entrenadores antioqueños en los años 80, a los sistemas de juego y el trabajo táctico. Por ese enfoque ha olvidado que todo deporte depende de la técnica -en la Liga local no hay cobradores de faltas ni cabeceadores en fase ofensiva- y la mentalidad.

¿Y qué es mentalidad? Voy a tratar de explicarlo con un ejemplo que el país futbolero conoce a la perfección, aunque la prensa especializada evite analizarlo para no salirse del esquema rígido del conocimiento táctico, que le permite mantener cierta superioridad intelectual sobre su audiencia: el caso Junior.

Esta columna la escribo a pocas horas del crucial partido en el Pascual Guerrero, de Cali, frente a los ‘diablos rojos’ del América, que Junior necesita ganar para mantener la opción de clasificar a la final. Todos los hinchas ‘tiburones’ -entre los que me incluyo- están convencidos de que el equipo puede lograrlo, aunque nadie sabe explicar cómo. Y no solo ellos: jugadores, cuerpo técnico, directivos y periodistas también lo creen.

Es una convicción sin fundamento: el equipo juega mal, la mayoría de sus futbolistas no atraviesa un buen momento, entró a los cuadrangulares con los puntos que le regalaron en el escritorio, en fin. Pero a ninguno parece importarle porque prevalece el concepto «a Junior tienes que matarlo».

Fue una expresión lanzada de manera espontánea por el narrador Édgar Perea tras el empate 2-2 en ese mismo estadio, el Pascual Guerrero, pero en diciembre de 1980 y frente al Deportivo Cali, cuando un gol de Gabriel Berdugo le dio a Junior su segunda estrella. El relato traspasó los tiempos, como las obras de arte, y hoy las nuevas generaciones lo escuchan a través de YouTube.

La frase de Perea, con los años, se convirtió en grito de batalla y entró a formar parte del imaginario futbolero nacional, como la mucho más representativa «Junior es tu papá», del mismo locutor. Así las estadísticas demuestren que Junior no es el «papá» de ninguno de los grandes del balompié colombiano -salvo el Medellín-, ese concepto lo ha puesto al mismo nivel de sus rivales.

Es lo que ocurre con «a Junior tienes que matarlo». Existe la atmósfera de que el conjunto barranquillero no necesita jugar bien para lograr una victoria o, incluso, alzar un trofeo. La idea ya está instalada en el colectivo y fortalece la mentalidad de todos los que forman parte del equipo o lo rodean.

Y pasa. Como pasó con Vladimir Hernández en el último suspiro de la final de 2023; con Oswaldo Mackenzie, en el 93; con Walter Ribonetto, en 2004; con Giovanni Hernández, ante Millonarios, en 2011, y tantas otras veces.

Sin ir más lejos, en la era del venezolano César Farías en el banco técnico, Junior ha marcado cuatro de esos goles agónicos que engrandecen su leyenda, el último de ellos del argentino Emmanuel Olivera contra Tolima en el Metropolitano, cuando el portero Santiago Mele subió a cabecear un tiro de esquina y dio la cuota inicial de la anotación.

Con la famosa «mística del Bernabéu» y la «garra charrúa» sucede algo parecido. No hay que buscar -siempre- razones futbolísticas, el componente emocional es más importante que cualquier sistema.

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