Estampilla del doctor José Gregorio Hernández. (@VaticanNews)
Desde su lecho de enfermo, el Papa Francisco autorizó su conversión como primer santo de Venezuela.
Han pasado 38 años, y Estela Becerra aún recuerda entre lágrimas aquella mañana de diciembre en la que fue llena de angustia a la Iglesia Nuestra Señora de La Candelaria, en el Centro Histórico de Caracas, a pedir por la salud de su nieto Renzo, que acababa de nacer en Barranquilla con problemas de tipo neurológico.
El diagnóstico inicial no daba mucha esperanza sobre la evolución del bebé, por lo que ella aquella mañana su abuelita se postró y depositó sus angustias y temores ante la imagen del ‘Doctor José Gregorio Hernández’, que ya para entonces era objeto de culto y romería, por lo que estaba rodeado de montones de veladoras, mensajes y flores de sus devotos.
“Perdí la noción del tiempo. Solo sé que me arrodillé ante la imagen y le imploré en medio del llanto, con toda mi alma, por la salud de mi nieto; le pedí que pasara sus manos por su cabecita para que su cerebro se desarrollara y que obrara un milagro en la criaturita”, cuenta Estela que, para ese entonces engrosaba la lista de los miles de colombianos que habían emigrado al vecino país en busca de un futuro mejor, pues eran los tiempos de las vacas gordas en la tierra de El Libertador.
El tiempo fue pasando, y contra el pronóstico médico, la cabeza del pequeño Renzo fue creciendo y su cerebro, si bien no iba al ritmo de otros bebés con su misma edad, se iba desarrollando. “Mi nieto hoy es un hombre de 37 años que si bien tiene una discapacidad cognoscitiva, es funcional, independiente, trabaja con sus papás y lleva una vida relativamente normal. Pero no es un vegetal, como habían pronosticado los médicos em aquel instante, y ahí está la misericordia de Dios y la mano del doctor José Gregorio”, dice la señora.
Este testimonio es un o de los tantos que se escuchan por estos días, tras el anuncio difundido por la agencia Vatican News en el sentido de que el papa Francisco autorizó la canonización del médico José Gregorio Hernández, quien se convertirá así en el primer venezolano en llegar a los altares.
La decisión la adoptó el Pontífice a mediados de semana, tras la audiencia concedida en el Hospital romano Policlínico Gemelli, donde está internado desde el pasado día 14 por una neumonía bilateral, al cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, y a monseñor Edgar Peña Parra, sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado.
APORTES A LA MEDICINA MODERNA
José Gregorio -como le conocen cariñosamente sus muchos devotos- según sus biógrafos se destacó por sus aportaciones al desarrollo de la medicina moderna en Venezuela, la generosidad con la que atendió a pacientes de bajos recursos y su fe religiosa.
Nacido en 1864 en la pequeña localidad de Isnotú, en el estado Trujillo, en el centro-oeste de Venezuela, pronto destacó en los estudios y fue enviado a Caracas, donde se graduó en Medicina con excelentes calificaciones en la Universidad Central (UCV).
Completados sus estudios, prefirió regresar a su pueblo natal para atender allí a sus pacientes. Los médicos rurales como él tenían que lidiar en la Venezuela de finales del XIX y comienzos del XX con enfermedades como la tuberculosis o el paludismo, muy extendidas entre la población.
Hernández obtuvo una beca para completar sus estudios en París, entonces a la vanguardia de la ciencia médica. Allí conoció avances que llevaría a su país.
ATENDÍA GRATUITAMENTE
Según Arturo Sosa, superior general de los Jesuitas, «José Gregorio Hernández integra una excelente formación científica en su experiencia espiritual que lo lleva a ponerse al servicio de quien lo necesite, con especial predilección por quienes no se lo pueden retribuir».
Aunque se destacó como docente e investigador, lo que le hizo ganar fama entre los sectores populares fue su labor en la consulta, ya que atendía gratuitamente a los enfermos pobres. A él se le atribuye haber introducido el microscopio y haber sentado las bases de la bacteriología y otros campos científicos hasta entonces apenas desarrollados en Venezuela.
El doctor Hernández era también un ferviente católico y en dos ocasiones intentó ordenarse sacerdote: en 1908 fue admitido en el monasterio de Cartuja de Farneta, en la Toscana, Italia, pero a los pocos meses tuvo que regresarse a Caracas por mostrar síntomas de una enfermedad respiratoria. Lo volvió a intentar en 1913 en un seminario romano, pero la historia se repitió.
Ya asentado en Venezuela desarrolló una amplia labor clínica e investigadora, e incluso completó un tratado de filosofía.
El 29 de junio de 1919 murió atropellado en una céntrica calle de Caracas por uno de los pocos automóviles que circulaban por la ciudad en aquel entonces.
NACE EL MITO
Muerto el médico, nació el mito, y el culto a su figura llega hasta la actualidad. Al poco tiempo de morir, José Gregorio Hernández comenzó a convertirse en objeto de devoción para muchos en Venezuela.
Es por eso que su imagen puede encontrarse por todas partes en el país, en carteles, murales urbanos, afiches, etc. También, junto a las camas de los enfermos y las tumbas de los difuntos, para quienes sus seres queridos reclaman protección. Y el caraqueño barrio de La Pastora, donde el médico vivió y tenía su consulta, hoy es el escenario de pinturas e inscripciones en su honor y muchos de quienes pasan por allí a diario se santiguan al hacerlo.
En muchos hogares venezolanos se adornan figurillas con la imagen del doctor enfundado en un traje de chaqueta, con el bigote y el sombrero negro que todos en Venezuela reconocen al instante.
TRAYECTORIA A LA SANTIDAD
Su ascenso hasta los altares fue complicado. Pese a la enorme popularidad de José Gregorio Hernández y a que las autoridades religiosas venezolanas iniciaron los trámites para su beatificación en 1949, apenas fue en 1985 que el Vaticano lo declaró «venerable», iniciando así su proceso de canonización.
En abril de 2021, en medio de la pandemia del Covid-19, se celebró la beatificación del llamado «médico de los pobres», una ceremonia cerrada que se llevó a cabo en Caracas a la que solo asistieron unas 150 personas.
Algunos atribuyen esta demora a las expresiones de devoción popular hacia su figura. En 2020, el doctor Lepoldo Briceño-Iragorry, miembro de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela, declaró a BBC Mundo que «en parte del pueblo hay una visión distorsionada de su figura, que se ha asociado con rituales de santería y ha sido aprovechada por algunos charlatanes, lo que hizo demorarse la beatificación».
En zonas populares de Venezuela, Colombia y otros países de América Latina, centros que dicen practicar medicinas alternativas utilizan la figura del doctor Hernández en sus sesiones.
LOS «MILAGROS» DEL DOCTOR
Son muchos los que atribuyen a la intercesión de José Gregorio el haber superado graves problemas de salud.
El actor venezolano Sócrates Serrano le dedicó en 2019 una producción teatral, en la que contaba cómo se acercó a la figura del futuro santo después de que se le diagnosticara un cáncer de colón.
«Siempre había tenido una formación muy racional, pero en ese momento descubrí que la ciencia no tenía todas las respuestas. Creo que José Gregorio me acompañó en mi curación», dijo.
El proceso de canonización no avanzó hasta que los expertos de la Iglesia determinaron que José Gregorio es responsable de la salvación milagrosa de la niña Yaxuri Solórzano, que recibió un disparo en la cabeza cuando fue asaltada junto a su padre en un caserío en el llanero estado Guárico en 2017.
Pese al pronóstico de los médicos, que le auguraban secuelas permanentes si lograban salvarle la vida, la niña se recuperó rápida y totalmente.
Su madre declaró haberle rezado a José Gregorio durante su convalecencia y la comisión eclesiástica que estudió el caso concluyó que el doctor obró la curación desde el cielo.